Segundo plan en marcha

Cuando Abel abrió los ojos, aún aletargado, sintió el cuerpo desnudo de Isabella moviéndose sinuosamente sobre su pelvis, ella gemía de placer y excitación, mientras sus pechos se bamboleaban de arriba hacia abajo al ritmo de sus caderas. Como pudo, él la tomó de la cintura con fuerza obligándola a detenerse y haciendo que la mujer se levantara de su regazo.

—¿Qué haces, por favor? —preguntó aturdido por el somnífero.

—¿Qué hicimos? Querrás decir, Abel. —dijo mirando directamente hacia su pelvis. Abel estaba semi desnudo.

—¡No, no! Esto no puede ser, yo no… —antes de que él terminara la frase, ella lo interrumpió.

—¿No pensarás decirme que fue un error lo que acaba de ocurrir entre nosotros? —Abel se incorporó rápidamente; apoyándose en el filo del escritorio, se arregló el pantalón.

—Esto no debió pasar nunca ¿Qué me hiciste? —preguntó llevando su mano a su sien derecha.

—¿Yo te hice? —preguntó con sarcasmo— Minutos atrás no decías eso, mucho menos mientras tenía tu polla e
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