Con ayuda de Salvatore, Abel logró subir al auto a su madre y llevarla hasta el hospital. Rápidamente fue ingresada a emergencia. Luego de algunos minutos el médico le informó que Serena se encontraba bajo observación, pero que estaba fuera de peligro. Abel exhaló un suspiro de alivio. Saber que su madre estaba bien, lo hacía recuperar la tranquilidad, aunque todavía, habían ciertos asuntos que debía conversar y aclarar con su madre.Estaba desconcertado con todo aquello. No era fácil para él entender que su madre fuese la amante de aquel hombre detestable y menos que su mejor amigo, estuviese enamorado de ella. Recordó entonces algunas cosas de su pasado, en las que su abuelo Alessandro le recalcó infinidad de veces que las mujeres eran como demonios, que siempre estaban tentando a los hombres y que incluso, su hija era la peor de todas. Abel siempre se resistió a esa idea, pero ahora que había presenciado aquella escena de lujuria y perversión protagonizada por su madre y aquel hom
Cuando Abel abrió los ojos, aún aletargado, sintió el cuerpo desnudo de Isabella moviéndose sinuosamente sobre su pelvis, ella gemía de placer y excitación, mientras sus pechos se bamboleaban de arriba hacia abajo al ritmo de sus caderas. Como pudo, él la tomó de la cintura con fuerza obligándola a detenerse y haciendo que la mujer se levantara de su regazo. —¿Qué haces, por favor? —preguntó aturdido por el somnífero.—¿Qué hicimos? Querrás decir, Abel. —dijo mirando directamente hacia su pelvis. Abel estaba semi desnudo. —¡No, no! Esto no puede ser, yo no… —antes de que él terminara la frase, ella lo interrumpió.—¿No pensarás decirme que fue un error lo que acaba de ocurrir entre nosotros? —Abel se incorporó rápidamente; apoyándose en el filo del escritorio, se arregló el pantalón. —Esto no debió pasar nunca ¿Qué me hiciste? —preguntó llevando su mano a su sien derecha. —¿Yo te hice? —preguntó con sarcasmo— Minutos atrás no decías eso, mucho menos mientras tenía tu polla e
El hecho de tener que viajar esa misma noche a Milán, obliga a Abel a tener que buscar la ayuda de la única persona en la que puede contar, a pesar de todo, Salvatore. Le llama para pedirle que vaya a su casa esa misma tarde. Serena aunque sigue bastante dolida, trata de levantarse y apoyar a su hijo. Aquella noticia de su pronta partida a Milán, la deja un tanto nerviosa. —¿Por qué debes irte tan apresuradamente, hijo? —El sacerdote compró los pasajes, madre. Por cierto, voy a pedirle a Salvatore que esté pendiente de ti. No quiero que estés sola en este lugar. Mandaré a cambiar las erradas antes de irme y por favor, mamá no permitas que ese hombre vuelva a acercarse a ti. —No conoces a Jerónimo, hijo. Es un hombre peligroso. —Lo sé, sé de lo que es capaz y por eso en lo que llegue a Milán gestionaré todo para que viajes a Lombardía. —Pero hijo, esta es mi casa, he vivido toda la vida en Tropea, no quiero ser una carga para ti, con lo poco que recibes no te alcanza sino
—¡Mierda! —exclamó con asombro. Aquellas imágenes de su amigo no eran las más correctas considerando el papel que él cumplía, mucho menos lo más de cincuenta comentarios y reacciones que aparecían en aquella publicación.¿Quién habría hecho eso? ¿Quién quería destruir la reputación del sacerdote? Aunque imaginaba lo que debía estar pasando dentro de la villa, no tenia más opciones que interrumpir el encuentro amoroso de su amigo, y sí la de ponerlo al tanto de lo que estaba ocurriendo. Bajó del auto y tocó la puerta angustiado. Abel tuvo que detener sus caricias e ir a ver lo que estaba pasando. Una idea vino repentinamente a su cabeza, quizás Jerónimo Caligari se había enterado que su esposa estaba con él y había ido a buscarla. Era algo que ya había pasado una primera vez. Se arregló la camisa, pasó sus manos por el cabello y salió de la habitación, mientras Marla agitada y excitada, se recomponía de aquellas caricias linguales y exquisitas que el sacerdote acababa de darle. Ju
Una vez que Abel llegó a Milán fue recibido por la junta episcopal, las imágenes en las redes ya habían sido difundidas por todo el mundo. —Padre Abel, no le tenemos muy buenas noticias. —dijo el sacerdote pidiéndole sentarse. —¿A qué se refiere monseñor Benedetti? —preguntó sin entender lo que pasaba, aunque obviamente tenía algunas sospechas.—A esto —respondió el hombre mostrando en la pantalla aérea la información de lo ocurrido. Abel bajó el rostro, no pensó que tuviera que enfrentarse a una vergüenza como esa. —Puedo explicarlo todo. —contestó y comenzó a relatar los hechos, sin obviar el más mínimo de los detalles.— Estoy dispuesto a aceptar las consecuencias de mis actos, quedo sujeto a sus órdenes, monseñor.—Realmente y durante más de siete años vimos en usted, una conducta recta y moralmente intachable. Nos deja sorprendido que al final de su carrera se vea involucrado en algo como esto. Sabemos quien es usted y es por ello, que el episcopado asumirá su defensa ante
—¿Cómo dices? —preguntó con el rostro pálido. Marcella sintió un nudo en la garganta.—¿Qué pasa, hija? Dime —Marla se levantó como autómata y dejó caer el móvil en el suelo. —Es Karla, mamá. ¡Karla está muerta! —dijo y rompió en llanto. Marcella se levantó y abrazó a su hija.— ¡No, mamá! Karla no puede estar muerta.—Hija, debes calmarte por favor. ¿Estás segura que escuchaste bien?—Sí, madre. Joel, trabajó con nosotras mucho tiempo, y él no me diría algo así. La encontraron muerta en un terreno baldío cerca de la playa. —Dios santo, hija. Lo siento mucho. Sé que tú y ella eran muy buenas amigas.—¡No lo puedo creer! ¿Quién pudo matar a Karla? —Recordó sus platicas sobre las constantes citas a ciegas de su amiga. De pronto se agachó y recogió su móvil, debía avisarle a Salvatore, él debía saber lo que le ocurrió con su amiga. Al ser una de las hipótesis el feminicidio, nadie más que ella para saber que buscarían en sus redes sociales algún indicio de quien podía haber asesin
—Pónmelo, por favor —dijo ansiosa. —¡Ya cortó! Sólo dijo que lo tienen aislado y sin poder comunicarse con nadie. Por lo visto la mentira de Isabella llegó bastante lejos. Aquello llenó de angustia el corazón de Marla, porque a pesar de su enojo, no deseaba que Abel estuviera envuelto en un escándalo. —¿Qué piensas hacer? —le preguntó Marla al ver que Salvatore se enrumbó hacia su auto. —Voy a ver si logro contactar a Isabella. Ella tiene que decirme que ocurrió y por qué hizo eso. —Creo que debería aprovechar para irme a casa, antes de que Jerónimo llegue.—¡Ah, olvidaba decirte! Jerónimo tuvo que quedarse en la provincia, reunido con unos inversionistas. —Marla frunció el entrecejo, realmente no le importaba lo que hiciera Jerónimo Caligari con su vida, pero lo que le parecía raro, era que no hubiese sido el mismo quien le aviso, sobre su “supuesta” reunión.—Bien, ¿me esperarías un minuto? quiero despedirme de mis nonnos. —Claro, Marla. Abel me pidió cuidar de ti y Se
Abel es llamado a la sala principal, donde reunidos por segunda vez, la junta episcopal pone sobre la mesa la situación del sacerdote.—Hemos detenido un poco el tema de la publicación en las redes; aunque resulta ser un monstruo de mil cabezas, hemos logrado detener el avance de la misma. Aún así, la denuncia por parte de la supuesta víctima, sigue en pie. El cardenal, intentará conversar con la Srta Isabella para llegar a un acuerdo extra judicial con ella esta misma tarde.—Entonces, ¿podré comunicarme con mi familia? —preguntó ansioso. Si algo deseaba Abel era hablar con Marla y darle una explicación de todo lo que había ocurrido aquella mañana en la sacristía.—Aún no, padre. Debemos esperar un poco. Por ahora, puede integrarse a las actividades rutinarias de la iglesia y luego veremos como siguen las cosas. Por suerte la memoria colectiva es bastante frágil, bastará que ocurra algo nuevo y todo quedará en el olvido. —Gracias, Padre. —dijo y salió de la oficina. En tanto,