Jerónimo regresó de España esa misma noche, se sorprendió de no encontrar a su esposa esperando por él en su habitación. Bajó hasta la cocina para preguntarle a su ama de llaves por Marla. La mujer un tanto nerviosa le mencionó que no había regresado desde que él salió de viaje. ¿Dónde se había metido? Se preguntó a sí mismo visiblemente enojado. Fue hasta el bar y se sirvió una copa de coñac mientras intentaba comunicarse con ella por teléfono. Ya era casi medianoche. Las dudas empezaron a llegar a su cabeza, mucho más después que ella misma le dijo que el sacerdote la atraía como hombre. Justo en ese momento, un auto se detuvo frente a la mansión y de él descendió Marla. Ella tocó el timbre y la empleada fue a abrirle. La rubia entró y se dispuso a subir las escaleras, escuchando la voz de Jerónimo en un tono algo elevado y hostil.—¡Marla! —ella volteó hacia la sala y lo vio parado con la copa en la mano.—Por favor, lleve a mi equipaje hasta la habitación. —¡Sí, señora! —L
Marla se sentó en la cama, estaba aturdida con aquella noticia, aunque podía ser un retraso, aquellos mareos eran poco normales para ella. Nunca antes le había ocurrido algo similar, tenía que salir de dudas lo antes posible.Se duchó y alistó para ir a la farmacia y comprar una dispositivo de embarazo. Luego de comprarlo, regresó a la mansión, fue hasta el baño y se realizó la prueba, mientras aguardaba el tiempo requerido para verificar aquel resultado, pensaba en qué debía hacer en caso de que diera positivo aquel examen No era una opción decirle a Abel que tendría un hijo suyo, pero tampoco ocultar un embarazo. Por otra parte, Jerónimo deseaba un hijo, pero cómo explicarle que ya estaba embarazada cuando apenas llevaban días de haberse casado y él haberla obligado a estar con él. —¡Joder, joder! —exclamó— ¿Qué hago? —se llevó la manos a la cabeza y regresó hacia el lavabo, tomó el dispositivo, respiró profundamente antes de mirar el resultado. —¡Qué sea negativo, Dios! —implo
Minutos después el médico llegó y le pidió a Jerónimo dejarlo a solas con Marla. —¡Por favor, necesito revisar a la paciente! —indicó, Jerónimo no salió muy a gusto, pero al recibir una llamada telefónica muy personal, terminó saliendo de la habitación sin replicar.— ¿Dígame Sra Caligari, qué fue lo que ocurrió?Entre sollozos y llanto, Marla logró explicarle sobre el embarazo y sobre lo que había provocado el sangrado. El hombre se quedó sorprendido con aquella historia. Mientras revisaba a la mujer, pudo verle el rostro con mayor claridad. Rápidamente llegó a la memoria de Piero, un recuerdo imborrable de su pasado. —¿Eres pariente de los Fiorini? —Le preguntó con mucho interés y ella asintió antes de responder el nombre de sus abuelos.—Soy nieta de Elio Fiorini. —Piero se quedó perplejo ante aquellas palabras, Marla era muy parecida a Marcella, su amor prohibido. Por alguna razón la pelirrubia sintió que podía confiar en aquel hombre, por lo que sin dudarlo se atrevió a pedi
—Dr Bellucci —Marla sonrió— ¡Ella es mi madre! —exclamó tomando la mano de Marcella. —Hola, Marcella. ¿Cómo has estado? —Marla se sorprendió al ver que su médico conocía a su madre. —¡Piero! —contestó ella; en el rostro de Marcella se podía notar la emoción que le provocaba aquel reencuentro, luego de tantos años sin ver a su primer amor. —¿O sea, ustedes se conocen? —preguntó Marla. —¡Sí, hija! Piero es el esposo de mi prima Angeline. —se apresuró a responder Marcella para ponerle un punto final a aquella incómoda pregunta, luego se hizo a un lado al ver que Piero se aproximaba a donde estaba ella. —Sí, así es —agregó él, se acercó a Marla y mientras se colocaba el estetoscopio para revisarla, le preguntó:— ¿Cómo te has sentido? —Bastante mejor, aunque sigo preocupada por lo que ya conversamos. —la ambigüedad en aquel mensaje, le hizo presumir al médico que Marcella no tenía conocimiento de lo que estaba pasando. —Lo importante ahora es que tú y el bebé estén bien. —¡Sí, realm
Marcella regresó a la habitación donde estaba su hija. Se sentía triste y muy cansada de todo lo que había sido su vida desde el momento que decidió sacrificarse por sus padres y su prima Angeline y no luchar por su amor. —¡Vi como te veía, el doctor! —bromeó Marla.—Ya deja de decir tonteces. A Piero lo conozco desde hace más de veintiséis años, a él y a mí, sólo nos une el pasado. —Nunca lo mencionaste. Me parece que realmente es muy guapo.—Es el esposo de mi prima Angeline. No tenía por qué verlo de otra manera.—¡Humm! No sé, pero me pareció verte nerviosa cuando llegó. Y bueno, no te molestes, la verdad me cae muy bien. —Iré a descansar un poco, antes de irme a la villa. ¿Tu marido regresa esta noche? —Sí, eso dijo. Pero quédate y mañana temprano te vuelves con los nonnos. No quiero estar sola cuando él regrese. A pesar de que me trata bien desde que supo del embarazo, no quiero estar cerca de él, madre.—Está bien. Igual iré a darme un baño y descansaré un poco, tam
Con ayuda de Salvatore, Abel logró subir al auto a su madre y llevarla hasta el hospital. Rápidamente fue ingresada a emergencia. Luego de algunos minutos el médico le informó que Serena se encontraba bajo observación, pero que estaba fuera de peligro. Abel exhaló un suspiro de alivio. Saber que su madre estaba bien, lo hacía recuperar la tranquilidad, aunque todavía, habían ciertos asuntos que debía conversar y aclarar con su madre.Estaba desconcertado con todo aquello. No era fácil para él entender que su madre fuese la amante de aquel hombre detestable y menos que su mejor amigo, estuviese enamorado de ella. Recordó entonces algunas cosas de su pasado, en las que su abuelo Alessandro le recalcó infinidad de veces que las mujeres eran como demonios, que siempre estaban tentando a los hombres y que incluso, su hija era la peor de todas. Abel siempre se resistió a esa idea, pero ahora que había presenciado aquella escena de lujuria y perversión protagonizada por su madre y aquel hom
Cuando Abel abrió los ojos, aún aletargado, sintió el cuerpo desnudo de Isabella moviéndose sinuosamente sobre su pelvis, ella gemía de placer y excitación, mientras sus pechos se bamboleaban de arriba hacia abajo al ritmo de sus caderas. Como pudo, él la tomó de la cintura con fuerza obligándola a detenerse y haciendo que la mujer se levantara de su regazo. —¿Qué haces, por favor? —preguntó aturdido por el somnífero.—¿Qué hicimos? Querrás decir, Abel. —dijo mirando directamente hacia su pelvis. Abel estaba semi desnudo. —¡No, no! Esto no puede ser, yo no… —antes de que él terminara la frase, ella lo interrumpió.—¿No pensarás decirme que fue un error lo que acaba de ocurrir entre nosotros? —Abel se incorporó rápidamente; apoyándose en el filo del escritorio, se arregló el pantalón. —Esto no debió pasar nunca ¿Qué me hiciste? —preguntó llevando su mano a su sien derecha. —¿Yo te hice? —preguntó con sarcasmo— Minutos atrás no decías eso, mucho menos mientras tenía tu polla e
El hecho de tener que viajar esa misma noche a Milán, obliga a Abel a tener que buscar la ayuda de la única persona en la que puede contar, a pesar de todo, Salvatore. Le llama para pedirle que vaya a su casa esa misma tarde. Serena aunque sigue bastante dolida, trata de levantarse y apoyar a su hijo. Aquella noticia de su pronta partida a Milán, la deja un tanto nerviosa. —¿Por qué debes irte tan apresuradamente, hijo? —El sacerdote compró los pasajes, madre. Por cierto, voy a pedirle a Salvatore que esté pendiente de ti. No quiero que estés sola en este lugar. Mandaré a cambiar las erradas antes de irme y por favor, mamá no permitas que ese hombre vuelva a acercarse a ti. —No conoces a Jerónimo, hijo. Es un hombre peligroso. —Lo sé, sé de lo que es capaz y por eso en lo que llegue a Milán gestionaré todo para que viajes a Lombardía. —Pero hijo, esta es mi casa, he vivido toda la vida en Tropea, no quiero ser una carga para ti, con lo poco que recibes no te alcanza sino