Renunciando a amar

—Padre, me permite pasar. —preguntó Jerónimo y Abel tragó en seco, aún así accedió a aquella inesperada visita. Le hizo un gesto con la mano y este entró hasta la sala.

—¿Dígame en que puedo ayudarle, hijo? —contestó amablemente muy a su pesar y a la repulsión que sentía por el arrogante hombre.

—¡Bonito lugar! Su abuelo era muy amigo de mi padre. —contestó mientras repasaba con la mirada aquel lugar.

—Sí, eso lo sé. Pero si puede decirme en qué puedo ayudarlo, estoy algo ocupado Sr Caligari.

—Un hijo de Dios, nunca debería negarse a servir a su prójimo, Padre.

El sarcasmo en las palabras de Jerónimo era evidente, y sólo en ese momento Abel cayó en cuenta en la difícil situación en la que estaba; la prometida del CEO estaba en su habitación desnuda, después de haber hecho el amor con él.

—Eso es totalmente cierto. Pero también tengo otras ocupaciones que son cónsonas con mi deber de sacerdote. —respondió con hostilidad.

—Realmente venía a confirmar lo de la boda en la iglesia y
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