Marla despertó al despuntar el alba, se sentía un poco ansiosa; la idea de tener que casarse con un hombre al que no amaba se repetía en su cabeza constantemente como nunca antes. Escuchar hablar a su nonno, y a su madre sobre su boda, el día previo al casamiento, le sembró miles de dudas. Ella tenía certeza de las razones por las cuales decidió casarse con Jerónimo Caligari, pero ahora aquella decisión parecía revertirse en su contra. Desayunó en compañía de su madre y sus abuelos antes de reunirse con Karla en el atelier de belleza donde le harían el peinado y la maquillarían para tan importante ocasión. Mientras Marla se ocupaba en arreglarse para su casamiento, su prometido dormía luego de la espléndida celebración de la noche anterior. Una mano en su hombre moviéndole con afán lo hizo despertar. —¿Qué mierda haces tú aquí? —preguntó iracundo al ver a Serena frente a él.—¿Dónde estuviste toda la noche? Vine a verte y no estabas. —Eso no es de tu incumbencia, vete ahora m
Abel llegó una hora antes de lo previsto a la iglesia, arregló todo para aquel momento. De nada servía intentar detener el tiempo, aquello iba a pasar de todas formas. Si pensaba de forma positiva, en función de que era una oportunidad de poder en práctica todo lo que había aprendido, por obvias razones todo sería más fácil para él; enfocarse en el hecho más que en el sujeto, esa era la mejor opción. La iglesia había sido prolijamente arreglada para la ocasión. La entrada de la iglesia estaba adornada con arreglos florales a ambos lados de la puerta principal dándole un aire de delicadeza y elegancia propias del evento que estaba por ocurrir. En el pasillo central habían colocado una elegante alfombra roja que empezaba desde la entrada hasta el altar, sobre ésta había esparcidos pétalos de rosas blancas. Todos bancos tenían en los bordes de las esquinas hermosos racimos de lirios blancos y lazos de dopiovelo blanco. El altar como punto focal, estaba decorado de forma muy llamativa
Marla sintió en ese momento que acababa de cometer el peor error de su vida, aunque estuvo dispuesta a hacerlo por recuperar lo que le pertenecía a sus nonnos, algo dentro de ella le anunciaba que apenas la pesadilla comenzaba. Llegaron al puerto donde ya los invitados especiales y más importantes de Tropea, aguardaban a la pareja de recién casados. La mayoría de las personas que estaban allí eran totalmente desconocidas por Marla. Sólo su amiga Karla, Salvatore y su madre, le eran rostros familiares, el resto, simplemente eran personas que jamás había visto. Al ver a su madre, fue hacia ella, Marcella sintió el abrazo de su hija cómo un pedido de ayuda, la manera en que ella se refugiaba en sus brazos, era similar a cuando por las noches despertaba sobresaltada por tener un mal sueño. En aquel momento, bastaba sentir la seguridad en brazos de ella y abrí los ojos. Pero en este caso ninguna de las dos opciones era válida, ni su abrazo, ni abrir los ojos.—¿Ocurre algo, Marla? ¿Po
La mañana siguiente, Marla despertó y ya Jerónimo se había levantado de la cama. ¿A dónde se había ido? Se preguntó a sí misma. Tomó su móvil y vio la hora, era muy temprano aún. Se quitó la sábana que cubría su cuerpo, sentía cierta incomodidad en su entrepierna. Miró su cuerpo desnudo, lleno de fluidos, se levantó para ducharse y de pronto se sintió un tanto mareada. Tuvo que sostenerse de la cómoda para no caerse, respiró un par de veces, intentando recuperarse de aquel vahído. Cuando se sintió un poco mejor, caminó hasta el baño para darse una ducha. Entró, lavó su rostro y luego se metió en la tina de hidromasaje de la elegante suite. Tomó la borla de ducha y restregó su cuerpo, necesitaba borrar de su piel aquellas caricias soeces, los besos y fluidos corporales de Jerónimo. Minutos después, salió de la tina, se cubrió con el albornoz blanco y regresó a la habitación; mientras peinaba su cabello, escuchó la puerta principal abrirse, su depredador estaba de regreso.—Buenos
—¿Y ese cambio de actitud, preciosa? —Jerónimo preguntó deslizando su mano por debajo de la mesa para acariciarle la entrepierna. Ella abrió ligeramente sus muslos y jadeó al contacto de sus dedos, mientras probaba una fresca envuelta en fondou de chocolate y luego se la daba a probar a su esposo. —Estuve pensándolo mucho y decidí que es mejor disfrutar el momento —jadeó— que perder el tiempo discutiendo. Estaremos un año casados, así que llevemos la fiesta en paz. Jerónimo ardió de deseo al escuchar sus palabras, y sonrió con malicia. Luego le dijo:—Eres muy inteligente, querida esposa. Eso lo supe desde que te vi. Y mira como me has puesto —dijo mostrándole el bulto recubierto por la tela del pantalón.— ¿Cómo resolvemos ese inconveniente, no puedo salir delante de toda esta gente y que vean como me tienes. —¡Te espero en el baño de damas! —susurró a su oído y se puso de pie. Los movimientos cadenciosos de Marla envolvían al resto de los hombres que estaban en el lujoso res
El hecho de saber que Abel estaba en la villa, llena de emoción y ansiedad a Marla. —¿Quieres verlo? —preguntó Marcella, con toda la carga de complicidad que había en aquellas palabras. —¡Nada me gustaría más, mamá! Pero… no sé si desee verme.—Marla no puedes saber algo, si no lo haces. Yo vi como te miraba. Él siente lo mismo por ti, hija —Marla sintió una inmensa emoción y motivación al oír a su madre.—Entonces, iré a verlo, madre —besó una a una las mejillas de Marcella—. —Sí quieres puedo ir contigo, le diremos a mi madre que me llevarás a dar un paseo por la villa. ¿Te parece? —Eres increíble, mamá. —abrazó a su madre con fuerza— Ya estaba pensando en una excusa creíble para la nonna. ,¡Vaya que no se le puede mentir tan fácil!—Si lo sabré yo, hija… —Marla sonrió, jamás pensó que su madre la secundaria en una locura como esa. —Deja arreglarme un poco y salimos. —comentó la coqueta madre.—Y luego me preguntas por qué soy así. Minutos después, madre e hija camin
Serena salió de su casa y subió al auto, ya comenzaba a oscurecer. El hecho de que Abel estuviese viviendo en la villa, le permitía entrar y salir de su casa sin tener que dar tantas explicaciones.—Detén el auto, me quedaré aquí y caminaré hasta la casa, no quiero que te vean viniendo aquí todos los días. —dijo ella un poco nerviosa, mientras se inclinaba hacia él para besar sus labios.—No te preocupes, mi amor. Nadie va a vernos. —él sonrió.—Es mejor no correr riesgos. Mañana nos vemos, donde siempre —murmuró ella, antes de besar apasionadamente al joven y descender del auto. Salvatore la observó caminar por la acera, aún seguía sin creer que aquello fuera realidad. Había soñado siempre estar con Serena, hacerla suya, que le parece imposible que aquella noche…La noche de la boda, Salvatore salió del muelle rumbo a la ciudad, luego de dejar a Marcella en la villa condujo rumbo a la casa de Serena, sabía como debía sentirse ella al ver que Jerónimo Caligari se había casado co
Jerónimo regresó de España esa misma noche, se sorprendió de no encontrar a su esposa esperando por él en su habitación. Bajó hasta la cocina para preguntarle a su ama de llaves por Marla. La mujer un tanto nerviosa le mencionó que no había regresado desde que él salió de viaje. ¿Dónde se había metido? Se preguntó a sí mismo visiblemente enojado. Fue hasta el bar y se sirvió una copa de coñac mientras intentaba comunicarse con ella por teléfono. Ya era casi medianoche. Las dudas empezaron a llegar a su cabeza, mucho más después que ella misma le dijo que el sacerdote la atraía como hombre. Justo en ese momento, un auto se detuvo frente a la mansión y de él descendió Marla. Ella tocó el timbre y la empleada fue a abrirle. La rubia entró y se dispuso a subir las escaleras, escuchando la voz de Jerónimo en un tono algo elevado y hostil.—¡Marla! —ella volteó hacia la sala y lo vio parado con la copa en la mano.—Por favor, lleve a mi equipaje hasta la habitación. —¡Sí, señora! —L