Abel sintió que las manos comenzaban a temblarle, el discurso de inicio que tanto había preparado desapareció en fracción de segundos de su mente al ver a Marla, por lo que colocó la biblia en el podio y comenzó con la oración del padre nuestro en perfecto latín.Marla sólo permanecía hipnotizada por las sensaciones que emergía de aumentar cuerpo al mirar a Abel, aquel hombre era un ángel, un hombre bueno como los que ella nunca conoció. Pero siempre todo ángel tiene sus demonios internos, y ella no pararía hasta descubrir los suyos.Luego de aquella oración, “et ne nos indúcas in tentatiónem; sed líbera nos a malo. Amen.” Dijo aquella frase con tanta intensidad como su buscase convencerse así mismo de que así lograría apartarse de sus propios deseos y no pecar. Los feligreses estaban entusiasmados con la presencia de Abel y por obvias razones, las mujeres que murmuraban en sus asientos sobre lo apuesto y sensual del nuevo párroco. —Marla, hija. Vamos a tomar la ostia.—Nonna,
Cuando finalmente Abel logró perder de vista a Marla, sintió un profundo alivio dentro de su pecho. Desde aquella mañana que estuvo frente a ella, que vio sus labios húmedos y suaves cerca de sus dedos, su rostro quedó retratado en su memoria como un tatuaje indeleble. Nunca había mirado sus ojos, ni la finura de sus facciones, realmente era una mujer hermosa pero más allá de ello, Abel se sentía envuelto en un hechizo difícil de romper.Desde el momento que el se sentó en el asiento del avión, desde el instante que la sostuvo, hubo dentro de él una rebelión absoluta entre sus convicciones como sacerdote y su instinto como hombre. Constantemente se negaba a ceder a sus instintos, trataba de mantenerse firme y defender a toda costa su vocación sacerdotal, pero lo cierto de todo, es que no lo había conseguido. Durante esos días no hizo otra cosa que orar y leer una y otra vez aquellos versículos que le devolvieran la paz a su alma.Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de s
Marla estaba feliz de poder compartir esa noche junto a su amiga Karla, finalmente tenía con quien desahogarse sin inhibiciones y sin miedos.—Pero eso que me dices es terrible. ¿Qué tipo de hombre es ese que puede engañar a unos ancianos y quitarle lo único que poseen? —la respuesta de la pelirrubia no tardó en llegar.—Jerónimo Caligari el CEO de la ferroviaria más importante de la ciudad.—¡Joder tía! Menudo lío en que estás metida ¿Qué has pensado hacer? —No lo sé, no es fácil la situación en la que ellos están; pero no quiero fallarles como le fallé a mi madre.—Vamos Mar, no puedes seguir con eso. Lo de tu madre fue un accidente, joder.—Si yo hubiese estado con ella no habría ocurrido. No sabes como me arrepiento; tantas veces me pidió que fuera por ella, pero empeñada en cumplir con mi trabajo la dejé sola. ¡Estando aquí me he dado cuenta que nuestros padres y abuelos, son lo más importante que tenemos! —suspiró con pesar.—No puedes pasarte el resto de la vida sintién
Esa tarde después de la partida de Karla, Marla terminó de lavar la losa y fue hasta su habitación para revisar detalladamente la ropa de baño que su amiga había dejado para ella. Se midió un par de bikinis para la ocasión, ambos se ajustaban perfectamente a su cuerpo, se miró al espejo y comenzó a acariciar sus propios pechos imaginando que eran las manos fuertes de Abel. El deseo de tomarse se apoderó de ella, aseguró la puerta para evitar ser interrumpida por su nonna y se acostó en la cama, dejó que su mano se internara entre el bikini y su sexo, frotó sus labios verticales deslizando su mano de arriba hasta abajo, luego con sus dedos índice y anular separó sus labios y con el medio buscó su botón de placer, con movimientos circulares fue haciéndolo endurecer y tornarse firme, cada uno de sus zonas más vulnerables –está confirmado científicamente que el clítoris tiene más de cinco mil terminaciones nerviosas– provocaban sensaciones electrizantes que la hacían estremecer. Pron
Marla tuvo que fingir una sonrisa cuando confirmó que se trataba justamente de Jerónimo Caligari. —Esto si es una casualidad algo grande —Jerónimo comentó con cierto sarcasmo en sus palabras. Karla se quedó sorprendida al ver que su amiga conocía al magnate millonario y jefe de su italiano.—Lo mismo pienso —comentó Marla.Salvatore cruzó miradas con Karla. En un intento por calmar un poco lo tenso e incómodo que se mostraba aquella conversación, terminó diciendo:—Jefe, quiero presentarle a Karla, ella es mi amiga —Salvatote dejó en claro aquel detalle, pues conocía perfectamente quien era su jefe. —Un placer, hermosa dama. —besó la mano de Karla con amabilidad pero a la vez con cierta picardía. La pelicastaña sonrió coquetamente.— Es realmente un honor tener la visita de dos madrileñas en esta pequeña ciudad —le dio un guiño a Marla, quien hasta ese momento se sentía incómoda.—Grazie! —contestó Karla.—Las invito a pasar a mi yate —hizo un ademán de caballerosidad y Karla
Cuando Marla se dio cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo, ya era un poco tarde, ella y Jerónimo se encontraban en la suite principal del yate. Él acariciaba y besaba su cuerpo, se sentía aletargada y aunque intentaba levantarse no podía.—¿Q-qué le p-pusiste a mi be-bi-da? —preguntó con dificultad para modular la frase.—¿De qué hablas mi reina? Yo no he tocado nada de lo que has bebido? —No me siento… bien. —trató de apartarse de Jerónimo quién la apretaba con fuerza.— ¡Suél-tame por f-favor! —dijo y se desvaneció en sus brazos. Una sonrisa maligna se dibujó en el rostro de Jerónimo. —Siento tener que follarte, dormidita como una bella durmiente. Jerónimo la sujetó entre sus brazos, la levantó y luego la acostó en la lujosa cama King-size decorada con sábanas de seda roja. Luego de mirarla por algunos segundos, se subió sobre ella y comenzó a besarla, su lengua entraba entre sus labios y sus manos acariciaban el cuerpo de la pelirrubia mientras se movía de forma sinuo
Mientras Marla retornaba a la ciudad, Abel estaba en su habitación exhausto del primer día de la procesión. Pero además del cansancio físico, el cura se sentía confundido y abrumado por aquel pensamiento recurrente que no lo abandonaba ni un instante. La imagen de Marla no salía ni por un segundo de su cabeza, mucho más después que la viera con Salvatore y que éste le dijera que irían de paseo en el yate del magnate Jerónimo Caligari. Para Abel, escuchar hablar sobre ese hombre era repugnante, nunca le agradó la manera en que se comportaba en el colegio cuando eran niños. Abel tendría siete años y Jerónimo doce. Siempre que quería, se aprovechaba de su estatura, lo acosaba y molestaba tanto a él, como a Salvatore; por ello, le costaba entender como su amigo, ahora trabajaba para un ser como Jerónimo, despiadado y cruel.Ahora con un motivo claro , Abel sentía mayor repulsión por Jerónimo Caligari, no quería verlo cerca de Marla; pues aunque él intentara negárselo a sí mismo, estaba
—Voy a mi casa a cambiarme y regreso. ¿Necesitas algo? —Le preguntó gentilmente Jerónimo.—No, gracias. Estoy bien. —Entonces nos vemos en una hora. Cualquier cosa que necesites, puedes llamarme a mi número privado —dijo y le entregó una tarjeta de presentación.— de igual manera, ya deje dicho en administración que estoy a cargo de todo.—¡Gracias, Jerónimo! No sé cómo agradecerte lo que haces por mí. —Tenemos un trato —le dio un guiño, luego se alejó mientras Marla regresaba a la habitación de su nonno para acompañar a Carmina. Jerónimo subió a su auto, estaba complacido en la forma que sin él preverlo, el destino le ponía en bandeja de plata a la hermosa rubia. El chofer detuvo el auto, minutos después, él bajó del coche y le dio algunas instrucciones al empleado. Abrió la puerta de su mansión, la sonrisa en su rostro reflejaba su triunfo. Se dirigió hasta su habitación, abrió la puerta encontrándose con una inesperada visita.—¿Qué haces en mi habitación? —preguntó en tono