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Capítulo 24. No te haré daño

Los hombres estaban tranquilos, comían despreocupados en la oficina. Iván salió del cuarto agachado para no ser visto y se acercó sigiloso.

Se fijó que en la entrada del cubículo había un estante bajo, con algunos ornamentos y libros. Una vasija de barro con flores artificiales adornaba uno de los tramos, por el tipo de material él dedujo que debía tener algo de peso y podía ser utilizado como un proyectil.

Entró en la oficina de manera repentina y sorprendió a los hombres, quienes al verlo, casi se atragantaron con la comida.

—Buenas tardes, caballeros.

El bajito escupió lo que masticaba y se levantó para encarar a Iván. El moreno dejó caer su vianda al suelo y comenzó a tantear en su chaqueta en busca de su arma, manteniendo la comida dentro de su boca.

Con velocidad Iván tomó la vasija de barro, que pesaba más de lo que supuso, y la lanzó con todas sus fuerzas hacia el hombre bajito. Con precisión le golpeó la cabeza y lo dejó medio inconsciente en el suelo.

Sacó el arma y apuntó a
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