Dentro de la habitación de un hotel, en el centro de la ciudad, Iván se encontraba sentado en el borde de la cama.Tenía los codos apoyados en las rodillas y se frotaba las manos para elucubrar nuevos planes. Había quedado sin pistas.Antonio estaba en algún rincón del planeta, escondido de Lobato. Quizás herido, o tal vez muerto.El cuerpo de Raúl fue ocultado por los hombres del mafioso y no creía que fueran tan imbéciles de no revisarlo antes de enterrarlo, o al menos, mientras lo tenían secuestrado.Por tanto, la opción de que pudiera tener la carta encima quedaba descartada. El documento seguía desaparecido y según la obsesión de Lobato, la única que podía hallarlo era Elena.La hora de conversar con ella había llegado. Por supuesto, no utilizaría los mismos métodos que había aplicado con sus anteriores víctimas, pero no podía dilatar más esa tarea.Una sonrisa maliciosa se le dibujó en el rostro mientras caía abatido en la cama con los brazos abiertos en forma de cruz. Tenía muy
Elena peinaba sus largos cabellos sentada en el borde de la cama y con una sonrisa dibujada en el rostro, producto del recuerdo de los besos de Iván.Debía reconocer que sentía una fuerte atracción hacia el hombre, un encanto que tenía que aprender a manejar.Si se dejaba llevar por sus hormonas, caería irremediablemente en sus brazos y estaba segura que de allí no tendría escapatoria.El cuerpo se le avivaba con solo recordar su hipnótica mirada, su sonrisa pícara, el calor de su piel y sus deliciosos besos.A medida que la imagen del chico rebelde se le delineaba en la memoria el corazón le vibraba con mayor ímpetu, los pezones se le endurecían y una enardecida necesidad le estallaba en el vientre, hasta sensibilizarle sus partes íntimas.Al escuchar que la puerta de la habitación se abría, pegó un respingo. El deseo se le aglomeró en el pecho para transformarse en temor.La figura imponente de Iván apareció y se adueñó del espacio. El dominio que emanaba era intimidante.—Llegue, m
Elena estaba furiosa por la actitud de Iván, tenía que encontrar alguna manera de escarmentarlo y demostrarle que ella no era tan débil como él pensaba.Se cambió de ropa por una más sexy y cómoda, dispuesta a seguirle el juego y provocarlo también.Se enfundó unos cortos pantalones de dormir que mostraban sus firmes piernas y una blusa ajustada sin mangas que le hacía resaltar la redondez y prominencia de los senos.Se dejó sueltos los cabellos y los despeinó un poco, aprovechando que aún estaban húmedos por el baño. Finalmente se acostó boca abajo en la cama, y se apoyó en los codos para leer la guía de programación que dejaron sobre el televisor.Intentaba parecer despreocupada, pero en realidad, esperaba ansiosa a que Iván terminara de bañarse, entrara en la habitación y mirara su pose descarada.De seguro, le saldría con alguna frase mordaz y ella estaba preparada para responderle con la misma astucia, sin dejarse vencer.Debía aplicar toda su fortaleza para soportar sus burlas,
El rostro de Elena dejó de mostrar parte del dolor que la invadía. Con dulzura ella pasó una mano por la cabeza rapada de él, sintiendo como la pinchaban los cortos cabellos.A Iván le encantó la caricia, pero lo conmovía aún más su mirada vulnerable.Elena lo abrazó apretándose a su cuello. Junto a él se sentía segura y protegida. Iván la comprendía, respetaba sus decisiones y la alentaba a actuar, no a ser una simple espectadora.Pero sobre todo, la hacía sentirse feliz, algo que en muy pocas ocasiones había sentido. Y eso le gustó.—Elena.—¿Qué?—Aún estoy desnudo.—Oh… disculpa.Con una amplia sonrisa en el rostro ella se alejó de Iván. Esta vez, él no se sentía miserable, frustrado quizás, pero no miserable.Le acarició el rostro antes de regresar al baño para vestirse, manteniendo la sonrisa por un buen rato.Era la primera vez que se sentía bien consigo mismo, que había dejado de lado sus necesidades para hacer algo positivo por otra persona.Aunque no por cualquier persona, s
—A que aparentáramos una relación. —La voz le tembló. No quería confesarle a Iván el desagradable encuentro que había tenido con Leandro y la llevó a asesinarlo, pero sabía que él necesitaba información y no la dejaría en paz hasta conseguirla. Había sido testigo de sus insistentes maniobras y de lo que era capaz para obtener respuestas—. Su padre desconfiaba de sus capacidades financieras y él sentía a Jacinto cada vez más entrometido en su vida. Debía casarse para manejar su herencia y al conocer mis necesidades se atrevió a proponerme un matrimonio fugaz a cambio de dinero. Por supuesto, yo no acepte, prefería morirme de hambre antes que tener algún tipo de relación con él, pero Raúl se metió en problemas y para liberarlo, debía aceptar su propuesta.—¿Qué problemas? —Iván no apartaba su mirada inquisidora de ella. No solo analizaba sus respuestas, sino cada una de sus reacciones.—Leandro utilizaba la fábrica para distribuir de forma ilícita unas medicinas, que al parecer contenía
A la mañana siguiente, Iván se despertó con los primeros rayos del alba, sobresaltado por el ruido de su teléfono al recibir un mensaje de texto. Enseguida se incorporó en la cama para leerlo:«Tenemos que hablar. Urgente y en privado». Era de Alfredo. Con rapidez se calzó los zapatos para salir de la habitación.—¿Qué sucede? —preguntó Elena al despertarse por el movimiento de la cama.—Nada, muñeca. Voy a salir un momento. ¿Qué te provoca para desayunar?—¿Desayunar? ¿Qué hora es?Iván se levantó y se giró para mirarla. Quedó maravillado con la imagen despeinada y adormilada de Elena. «¡Dios santo, es hermosa!», pensó.Aunque estaba fascinado, le preocupaba el camino que tomaban sus sentimientos. No era lo mismo desear a una mujer que amar cada rasgo de ella, incluso, cuando estaba recién levantada.Lo que sentía por Elena amenazaba con convertirse en una forma de dominio y él no estaba habituado a que alguien dirigiera sus acciones.Sacudió la cabeza para quitarse el aturdimiento.
Pensativo, fue a comprar el desayuno, luego regresó a la habitación.Nunca había tenido tanto interés en aclarar una situación como en ese momento, deseaba terminar de una vez por todas con el asunto de la carta para centrarse en su próxima batalla: la que seguramente tendría que luchar para ganarse a la única mujer que había sido capaz de sacudirle la existencia.No solo la deseaba con fervor, su atracción hacia ella iba acompañada de cierto sentido de pertenencia y ternura que nunca antes había experimentado.Pero si Elena, por una burla del destino, tenía algo que ver con Vicente Arcadia, se vería en medio de una encrucijada.Al entrar en la habitación la encontró caminando de un lado a otro como un león enjaulado. Ya se había levantado de la cama y aseado, y parecía esperarlo con ansiedad.—¿Qué sucede? —le preguntó.—Eso es lo que quiero saber. Saliste hace rato como alma que lleva el diablo y sin dar explicaciones.—¿Explicaciones? ¿Desde cuándo debo dar explicaciones de lo que
—Señorita Norato, es un placer recibir tan exquisita visita.Ariana sonrió ante la mirada sádica de Roberto Lobato, un hombre alto, corpulento y con una barba descuidada que lo hacía parecer un sucio pirata.Pero a pesar de la apariencia de su rostro, el sujeto siempre estaba muy bien vestido, portaba trajes costosos, brillantes cadenas y anillos de oro con piedras preciosas incrustadas. Era un hombre rico y poderoso y le fascinaba mostrarlo con sus pertenencias.Con mano callosa él tomó el delicado brazo de Ariana y lo giró para besarle con seducción la parte interna de la muñeca. Ariana sintió repulsión por lo que iba a hacer, pero lo disimuló con su bien ensayada sonrisa.—¿Por qué razón fui bendecido con su presencia?—Vengo enviada por Jacinto Castañeda, para reafirmar la amistad y el compromiso que estableció con usted.Roberto sonrió, ya Jacinto se había comunicado con él y le adelantó parte de la intención de Ariana. La miró con lujuria y caminó a su alrededor para evaluar con