—Señorita Norato, es un placer recibir tan exquisita visita.Ariana sonrió ante la mirada sádica de Roberto Lobato, un hombre alto, corpulento y con una barba descuidada que lo hacía parecer un sucio pirata.Pero a pesar de la apariencia de su rostro, el sujeto siempre estaba muy bien vestido, portaba trajes costosos, brillantes cadenas y anillos de oro con piedras preciosas incrustadas. Era un hombre rico y poderoso y le fascinaba mostrarlo con sus pertenencias.Con mano callosa él tomó el delicado brazo de Ariana y lo giró para besarle con seducción la parte interna de la muñeca. Ariana sintió repulsión por lo que iba a hacer, pero lo disimuló con su bien ensayada sonrisa.—¿Por qué razón fui bendecido con su presencia?—Vengo enviada por Jacinto Castañeda, para reafirmar la amistad y el compromiso que estableció con usted.Roberto sonrió, ya Jacinto se había comunicado con él y le adelantó parte de la intención de Ariana. La miró con lujuria y caminó a su alrededor para evaluar con
—¿A dónde vamos?Iván y Elena se encontraban en el Camaro rumbo a San Mateo, una ciudad ubicada a veintidós kilómetros de Maracay.—Un desvió. Lobato está dispuesto a llevarte como sea y yo a protegerte como sea. Necesito el armamento indicado.—¿Comprarás armas? —le preguntó sorprendida.—No. Voy a surtirme con un amigo.Elena lo observó intrigada. Ansiaba conocer todo la historia que lo rodeaba.—Eres un asesino a sueldo, ¿cierto?Iván mostró una media sonrisa exenta de satisfacción.—Soy una especie de mensajero —confesó.—¿Mensajero?—Sí, de esos que llevan advertencias y amenazas haciendo uso de cierta… rudeza.—¡¿Eres un torturador?!Los ojos de Elena volvieron a mostrar asombro. Iván la observó un instante con pesar.—No torturo niños, mujeres o inocentes. A todos los que he agredido han sido asesinos, delincuentes o mal nacidos sin alma.Ella no podía apartar su atención impactada de él.—Eso explica tu actitud en la fábrica y esa loca manera de enfrentar un problema.Él le di
Betsaida finalizó la llamada telefónica y se giró hacia Antonio, para encararlo, mientras él observaba con el ceño fruncido un complejo adorno de plumas y tela colgado en la pared. Quería parecer desinteresado.—¿En qué piensas? —le preguntó ella, aunque sabía qué era lo que le molestaba.—No termino de confiar en ese hombre.—Al igual que nosotros, Zambrano está interesado en que todo esto termine pronto.—¿Y por qué no ayuda a la chica? —formuló con irritación. Antonio estaba harto, pero no tenía otra alternativa.La policía era el mejor apoyo con el que contaba y la única fuente de información que lo mantenía al tanto de todo lo que sucedía con Elena, Castañeda y Lobato.—Si actúan diferente, Jacinto se dará cuenta y le informará a Lobato que la policía está mezclada entre su gente de confianza y le sigue los pasos. Además, la ayuda. Ha movido a varios de sus efectivos para que eviten que intercepten el Camaro plata donde viajan Elena y ese alocado inspector.Antonio se frotó el ro
—¿Entraremos allí?—Tranquila, mientras permanezcas a mi lado nada te sucederá.Iván estacionó el auto a un costado de un viejo edificio de piedra gris desgastado por el avance y la crueldad del tiempo.Sus cuatro pisos estaban tan deteriorados en el exterior que Elena pensaba que un fuerte viento sería capaz de destruir toda la obra. La edificación parecía tener cien años de construida, y de seguro, albergaba residentes de muy escasos recursos.En la planta baja estaba ubicado un local que parecía ser un restaurante o un bar de mala muerte, cuya entrada consistía en una reja que daba paso a un pasillo estrecho y lúgubre que se perdía entre las sombras.Sobre la reja unas letras lumínicas, que en esa ocasión estaban apagadas, anunciaban que habían llegado a: El Paraíso.—¿Entraremos en el edificio o en El Paraíso?Iván sonrió.—En El Paraíso, pero no por esa puerta, sino por la de servicio.Los ojos de Elena se agrandaron. Si la puerta principal del local era tan pavorosa, no quería i
—Ese problema es mío, dame las armas y me iré enseguida —ordenó Iván.—¿Estás loco? Maldita sea, tienes a media organización detrás de ti por defenderla y te niegas a contarme lo que sucede. ¿Quién es ésta chica y por qué es tan importante para Lobato? Ofrecen hasta al cielo por recuperarla.—Fui contratado para hacer un trabajo, ella se atravesó en el camino y puede llevarme a mi meta. ¿Qué piensas que debería hacer? ¿Dejarla para que ellos la tomen y perder mi mejor pista?Una punzada de decepción atravesó el corazón de Elena. Eso era lo que ella representaba para él: su mejor pista.—Te van a destruir por haberte metido en el camino de Lobato, se la van a llevar tarde o temprano. Mejor dime lo que sucede. Si el golpe es tan grande yo también quiero formar parte del juego, tú solo no podrás contra todos ellos.—Olvídalo, te dije que es mi problema y sabes muy bien que sé resolver solo mis asuntos.—Te siguen, no tendrás escapatoria. La quieren a ella y la tomaran.—Tendrán que pasar
Recostada en el respaldo de una amplia cama de sábanas costosas, Ariana analizaba su suerte.Nunca en su vida había amado tanto a un hombre como amó a Leandro. Todos sus sueños y esperanzas volaron en torno a él y se extendieron a medida que se extendió su pasión por ese hombre; pero toda la solidez de su vida se desmoronó el día en que Leandro apareció muerto.El odio y la desesperanza le cegaron los instintos. Ahora solo pensaba y actuaba en relación a su venganza. Su arruinada alma encontraría consuelo cuando viera a sus enemigos caídos, con la vida demolida como la de ella.Primero a Jacinto, por haber presionado a su amado hasta llevarlo al borde de su paciencia; luego a Elena, la maldita que se lo arrancó de los brazos.Fue fácil para ella armar una coraza de odio en torno a sus sentimientos y reprimir el asco, la vergüenza, el rencor y el dolor mientras permitía que Lobato poseyera su cuerpo hasta quedar saciado, y convencido de que valía la pena sacrificar ciertos negocios por
Elena lo miró intrigada, pero al notar que Iván lo conocía, a pesar de no estar feliz con su presencia, se tranquilizó.—Amor, ¿crees que es prudente? —le dijo Betsaida.Elena pudo entender que aquel hombre no solo vivía con ella, era alguien importante. Se percató que su amiga y su amor cruzaban miradas cómplices entre sí y luego la veían a ella.—Imbécil, ¿sabes todo lo que he pasado por tu culpa? ¿Acaso no conoces el uso del teléfono?Iván estaba débil, pero aún tenía fortaleza para retarlo.—No podía comunicarme, me buscan con insistencia. Cualquier movimiento me delataría. Además, he estado mal herido, aún me recupero de varias lesiones.—Maldita sea, pero tenía que haber alguna forma de que dieras señales de vida.—Por lo que veo, ahora el herido eres tú. Y por todo lo que he escuchado, te has mantenido muy activo.—¿Activo? ¿Te parece?Elena observaba muda cómo se desarrollaba la vida frente a ella. No esperaba conseguir al amor de su amiga en la casa, quién por lo visto era un
A la mañana siguiente, Elena se despertó al escuchar un quejido de Iván. Él se había girado en la cama y el movimiento le lastimó de forma inconsciente la herida.Se incorporó para evaluar su estado, tocándole la frente y el brazo tatuado. La temperatura se le había normalizado.Con precaución, para no despertarlo, se levantó y utilizó los servicios del baño. Finalmente se acomodó la cola en la que ataba sus cabellos dispuesta a salir de la habitación.Echó una mirada a la cama antes de llegar a la puerta. Él aún dormía, su torso desnudo exponía los ojos llameantes del dragón dibujado en su pecho, el animal parecía vigilarla y la invitaba a acercarse para ser devorada por su boca hambrienta.Se mordió el labio inferior sin apartar la vista de los diseños de su cuerpo, ni de sus músculos. A pesar de los temerarios tatuajes, la anatomía varonil llena de cicatrices y la dureza de su rostro, pudo notar cierta dulzura en sus facciones.Parecía un niño travieso que descansaba a gusto en su