Elena lo miró intrigada, pero al notar que Iván lo conocía, a pesar de no estar feliz con su presencia, se tranquilizó.—Amor, ¿crees que es prudente? —le dijo Betsaida.Elena pudo entender que aquel hombre no solo vivía con ella, era alguien importante. Se percató que su amiga y su amor cruzaban miradas cómplices entre sí y luego la veían a ella.—Imbécil, ¿sabes todo lo que he pasado por tu culpa? ¿Acaso no conoces el uso del teléfono?Iván estaba débil, pero aún tenía fortaleza para retarlo.—No podía comunicarme, me buscan con insistencia. Cualquier movimiento me delataría. Además, he estado mal herido, aún me recupero de varias lesiones.—Maldita sea, pero tenía que haber alguna forma de que dieras señales de vida.—Por lo que veo, ahora el herido eres tú. Y por todo lo que he escuchado, te has mantenido muy activo.—¿Activo? ¿Te parece?Elena observaba muda cómo se desarrollaba la vida frente a ella. No esperaba conseguir al amor de su amiga en la casa, quién por lo visto era un
A la mañana siguiente, Elena se despertó al escuchar un quejido de Iván. Él se había girado en la cama y el movimiento le lastimó de forma inconsciente la herida.Se incorporó para evaluar su estado, tocándole la frente y el brazo tatuado. La temperatura se le había normalizado.Con precaución, para no despertarlo, se levantó y utilizó los servicios del baño. Finalmente se acomodó la cola en la que ataba sus cabellos dispuesta a salir de la habitación.Echó una mirada a la cama antes de llegar a la puerta. Él aún dormía, su torso desnudo exponía los ojos llameantes del dragón dibujado en su pecho, el animal parecía vigilarla y la invitaba a acercarse para ser devorada por su boca hambrienta.Se mordió el labio inferior sin apartar la vista de los diseños de su cuerpo, ni de sus músculos. A pesar de los temerarios tatuajes, la anatomía varonil llena de cicatrices y la dureza de su rostro, pudo notar cierta dulzura en sus facciones.Parecía un niño travieso que descansaba a gusto en su
La tarde llegó sin nuevos contratiempos. Iván aún permanecía en cama, se restablecía de la herida, y Elena aprovechó la ocasión para ayudar a Betsaida en la cocina y reparar la relación de amistad entre ellas.Prefirió olvidar, por el momento, la discusión con Antonio. Por una parte, porque él se mantenía alejado, encerrado en la habitación, y por otro lado, porque Iván estaba atento a cada paso que ella daba en la casa, dispuesto a levantarse en caso de considerarlo necesario. Eso dificultaba su recuperación.Dejar de lado por un par de horas los problemas e intentar vivir una vida normal no le haría daño. Antonio, sin embargo, se valió de la ocasión para reunirse con Iván. Ambos estaban interesados en acabar pronto con aquel conflicto.—Cuando escuché sobre los hombres torturados, los que fueron acribillados en una barriada, la doble invasión a la fábrica y las huidas de Elena en un flamante Camaro plata, me imaginé que podrías ser tú.Iván desvió la mirada del ventanal para sonreír
Al caer la noche, Elena se dirigió al balcón del departamento para apaciguar su impotencia.Iván le había informado que debían esperar la llegada del hermano de Antonio para planificar sus próximos pasos, quien venía desde Barquisimeto.Con la aparición de su amigo el conflicto podía empeorar, Lobato ya no intentaría secuestrarla para continuar la búsqueda de la carta, lo que haría sería duplicar los esfuerzos para eliminarlos a todos de una vez. Por eso, necesitaban refuerzos.A pesar de comprender la situación, no podía evitar sentirse ansiosa. Como un animal enjaulado se paseaba de un lado a otro, aferrada a sus codos.Se había enterado de que Iván y Antonio tuvieron una larga conversación unas horas atrás y aunque no sabía de qué hablaron, sospechaba que no fue algo positivo. Por lo menos, no para ella.Iván esquivaba sus preguntas y Antonio se escondía en la habitación con Betsaida para no darle la cara. El hecho de no hallar respuestas, ni algún medio para obtenerlas, la hacía s
Cansada de pensar en tonterías se levantó de la cama para hacer algo. No tenía sueño aún, a pesar de que la noche ya estaba instalada.Consideraba que lo mejor sería darse un baño y salir a conversar un rato con Betsaida, o mantenerse cerca de Antonio sin discutir.Entró en el baño y se quitó la camisa y el sujetador. El cansancio, la frustración y la intriga le tenían gastado y adolorido el cuerpo, el agua fría sería el mejor bálsamo para despertar los músculos y devolverles un poco de vida.Soltó la cola en la que siempre llevaba atados los cabellos y se masajeó con suavidad el cuero cabelludo.Pensó en dejarlos sueltos después del baño para que descansaran de la apretada goma, elección que estimuló una nueva arremetida de antiguos recuerdos.La última vez que se acicaló había sido para provocar a Iván cuando estuvieron en el hotel, pero con esa actitud no solo despertó su interés, sino también, su apetito carnal.Evocar aquella noche en la que estuvo a punto de caer en sus brazos p
Iván le besaba el cuello con toda la ternura que su ardiente deseo le permitía, ansiaba liberarla y aunque no podía descargar su frustración en el culpable de ese dolor, no iba a permitir que gobernara la vida de su ángel.Elena le pertenecía y él estaba decidido a desterrar todo el daño que alguna vez le hicieron.Con los labios reverenciaba cada tramo de piel y con el dorso de los dedos acariciaba el cuerpo de Elena, pero ella seguía inmóvil y nerviosa.—Elena… —le suplicó.—Tengo miedo.Iván la miró a los ojos. Notó el temor y el deseo mezclados en ellos.—No te haré daño, confía en mí.Elena distinguió en la mirada de Iván ternura y pasión. Ansiaba confiar en él, si alguna vez volvía a intentar mantener ese tipo de relaciones el más indicado era ese hombre, quién conocía su realidad y entendía su temor.Solo pudo asentir con dificultad. Los ojos los tenía inundados con cientos de lágrimas que no quería dejar escapar. El miedo la embargaba, pero el deseo era mayor a sus aprensiones
—¿Listo?—Sabes que siempre lo he estado y ahora más que nunca.Antonio sonrió ante la firme declaración de Iván. Ambos hombres comprendían que debían separarse, no podían mantenerse juntos en el departamento de Betsaida.Si Lobato los ubicaba, era capaz de entrar en el edificio con sus hombres y disparar a cada ser vivo hasta acabar con ellos.A primera hora de la mañana, sentados en la mesa de la cocina, se repartían las armas que Iván había obtenido en El Paraíso.—Alfredo y Felipe se quedarán en hoteles diferentes. Acordamos encontrarnos a las once de la mañana en el restaurante que te indiqué, así tendré oportunidad de comunicarme con Zambrano y restablecer los parámetros del convenio con la policía. Ahora que ustedes entran en el juego, las condiciones serán diferentes —informó Antonio, ansioso por el comienzo de la acción.Había pasado semanas encerrado mientras se recuperaba de las heridas. Anhelaba hacerse cargo de sus asuntos.—¿Confías en ese policía? —hurgó Iván.—No, pero
—Dámaso, ¿qué sucede?—Malas noticias, jefe.Roberto Lobato entró en su despacho seguido por su empleado y se dirigió al bar. Las malas noticias se pasaban mejor con una buena bebida.—Hubo movimiento en Barquisimeto, la plaza de Matos ahora está sola, su hermano desapareció justo cuando la policía allanó las casas de dos de sus mejores clientes. La situación no está bien por allá.—Maldita sea, no solo quieren acabar con los clientes de esta zona, piensan eliminar también a los del occidente. ¿En qué terreno me dejarán trabajar?—Dicen que hay posibilidades de que Alfredo Matos esté en Maracay con Antonio, y juntos trabajen para la policía.Con el rostro inexpresivo centrado en el colorido diseño de flores y árboles de un exquisito jarrón italiano de grandes y estilizadas asas doradas, Roberto pretendió controlar la creciente rabia que se agitaba en su interior.—No me extraña que estén juntos y se hayan reunido con el inspector. ¿Han sabido algo de ese mal nacido y del paradero de E