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Capítulo 40. Destinos cruzados

La tarde llegó sin nuevos contratiempos. Iván aún permanecía en cama, se restablecía de la herida, y Elena aprovechó la ocasión para ayudar a Betsaida en la cocina y reparar la relación de amistad entre ellas.

Prefirió olvidar, por el momento, la discusión con Antonio. Por una parte, porque él se mantenía alejado, encerrado en la habitación, y por otro lado, porque Iván estaba atento a cada paso que ella daba en la casa, dispuesto a levantarse en caso de considerarlo necesario. Eso dificultaba su recuperación.

Dejar de lado por un par de horas los problemas e intentar vivir una vida normal no le haría daño. Antonio, sin embargo, se valió de la ocasión para reunirse con Iván. Ambos estaban interesados en acabar pronto con aquel conflicto.

—Cuando escuché sobre los hombres torturados, los que fueron acribillados en una barriada, la doble invasión a la fábrica y las huidas de Elena en un flamante Camaro plata, me imaginé que podrías ser tú.

Iván desvió la mirada del ventanal para sonreír
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