—Última oportunidad, Matos. Entrégame a la chica y evítale una incomodidad a tu amigo.—Mi amigo está asegurado, eso no me preocupa. Si quieren a la chica, creo que tendrán que ganársela.Felipe no podía resistirse a mostrar una gran sonrisa mientras traqueaba los huesos del cuello.—No saben cuánto ansiaba una diversión como esta —murmuró.Algunos hombres de Lobato sacaron navajas de sus bolsillos. Las pistolas las dejarían para después, primero deseaban distraerse un poco.Iván se aproximó a Elena para hablarle en susurros.—Al comenzar la pelea, corres y te encierras en el baño que está detrás de nosotros. No salgas de allí hasta que vaya a buscarte.—No quiero dejarte.Él la miró con severidad.—No puedo luchar contigo cerca. Haz lo que te digo.—¿Y si te hacen daño?—Te juro que voy a estar bien, saldremos pronto de esta situación. Juntos.Los hombres de Lobato comenzaron a apartar sillas y mesas con violencia para dirigirse hacia ella.El tipo con el que habían hablado quiso ret
—¡¿Cómo demonios pudieron fallar?!—La policía rodeó el lugar antes de que completaran la misión.—Tuvieron más de media hora en el sitio. Trabajos más difíciles los han terminado en menos tiempo. ¡¿Por qué les cuesta tanto agarrar a esa maldita mujer?!En su casa, Roberto Lobato se retorcía de la rabia al enterarse de un nuevo fracaso de sus hombres.El tiempo se le acababa, la policía lo acorralaba, los clientes le exigían, y él, no podía alcanzar la llave que lo sacaría de aquel atolladero.Intentó calmar la furia mientras bebía descontrolado su ron favorito. Esperaba que el licor le aplacara las ganas que tenía por degollar el cuello de algún desgraciado.—La policía tiene detenidos a cinco de nuestros hombres. El resto está en el hospital, rodeado de oficiales —le informó Dámaso con nerviosismo.—Maldita sea, eran doce contra cuatro. Tuvieron a la mujer en sus manos y un imbécil, desarmado y sin experiencia se las arranca en menos de cinco minutos.—No era un imbécil sin experien
Iván intentaba aplacar la violencia que le recorría las venas centrando su atención en el rostro de Elena, pero sus enrojecidos y llorosos ojos, su piel pálida y la sangre que le manchaba el labio inferior le reactivaron las ansias asesinas.Con delicadeza le separó los labios en busca de la herida.—La sangre no es mía. Uno de los hombres me tapó la boca para que no gritara. Tuve que morderlo con todas mis fuerzas para liberarme y avisarte.Iván le sonrió y la abrazó con fuerza. La acunó en su pecho de forma protectora. La lucha de Elena evitó su fracaso, estuvo a punto de perderla sin oportunidad a pelear por ella. No podía permitir que aquello sucediera de nuevo.El estacionamiento del centro comercial se había convertido en el escenario de un gigantesco espectáculo. Decenas de policías se agolparon, felices por el golpe que habían dado.Todos los hombres de Lobato eran delincuentes con amplios prontuarios, eso justificaría el trabajo de muchos efectivos.—Iván, tenemos que encontr
—Pensábamos que no llegarías nunca —expresó con burla Felipe al ver a Iván entrar en el garaje donde él preparaba las armas que usarían en la emboscada.—¿Cómo lo haces?—¿Qué?—Venir hasta Maracay y dejar a tu mujer y a tu hija solas, sin tu protección —preguntó Iván con recelo. El hecho de haberse apartado de Elena lo atormentaba.Felipe sonrió con melancolía.—No creas que las dejé desprotegidas, están muy bien acompañadas. Yo mismo me encargué de entrenar al personal de la finca para que supieran defenderlas en caso de algún problema.—¿Los entrenaste?—Claro, Iván. Aunque llevo cinco años alejado de los problemas, he pasado veinte años hundido en este lodazal. Yo sé que en algún momento los fantasmas del pasado me perseguirán para reclamar justicia, como lo hacen ahora, por eso prefiero estar prevenido. Le hicimos daño a mucha gente acostumbrada a perjudicar a otros, nunca sabremos cuándo querrán venir por nosotros.—El famoso círculo vicioso del que jamás podremos escapar —comen
—Tu verdadero padre fue un tal Vicente Arcadia, un asesino que aspiraba el control de la organización narcotraficante más grande del país. Era cruel y despiadado, y pretendía que su hermano manejara la zona de la capital más importante para la organización. Pero el padre de tu adorado Iván cometió un grave error que casi destruye sus aspiraciones, por eso Vicente Arcadia se vio obligado a asesinarlo, a él y a su novia embarazada, que resultó ser la hermana de Matos. Ese asesinato lo realizó frente a ellos, cuando solo eran unos niños. Ellos fueron los únicos testigos del crimen.Elena quedó petrificada. Esa fue la misma historia que le había contado Iván sobre la muerte de su padre, pero no sabía que el asesino había sido el propio padre de ella.—Arcadia no quería testigos, así que cazó a los niños hasta dar con ellos en un orfanato, pretendía asesinarlos. Pero los chicos fueron más inteligentes, estaban preparados y mataron a palos a Vicente y a su hermano, o sea… a tu papá y a tu t
En la habitación, Elena aún se encontraba parada frente a la cama, con la mirada perdida. Las lágrimas secas en las mejillas la hacían parecer derrotada. Su cuerpo laxo solo tenía fortaleza para mantenerse en pie.Toda su vida pasaba por su mente: antiguos recuerdos de su verdadera madre, su llegada a la casa de los Norato, su feliz infancia, la muerte del único padre que había conocido, la locura de su madre adoptiva y su lucha por sobrevivir al lado de su hermano.Nada de Vicente Arcadia, quizás por eso había sido tan fácil que todos la engañaran.Siempre pensó que su existencia era tan normal como cualquier otra, con alzas y bajas, alegrías y tristezas, éxitos y decepciones.Jamás imaginó que detrás de aquella pantalla se ocultaba una verdad tan retorcida, que le arrancaba el único futuro que vislumbraba desde su tormentoso presente.Su primer amor, la única vía que le quedaba para escapar del sufrimiento y de la soledad, ahora se transformaba en su condena.Su verdadero padre no s
—Iván, necesitamos hablar.Alfredo estaba hecho un manojo de ansiedad, quería descargar con urgencia toda la tensión acumulada, pero veía a su amigo más tenso que él, con la rabia atrapada bajo su piel y determinado a llegar a dónde sea por alcanzar su meta. —La policía descubrió que Jacinto busca información sobre Ismael Lozano. Antonio teme que se haya comunicado con él y le contara la historia a su manera. Si Ismael envía a sus hombres, esta misión carece de sentido. Todo se complicará.Iván procuraba controlar la furia que se arremolinaba en su pecho mientras guardaba el equipo para el asalto a la mansión de Lobato en el auto que le fue asignado.—No creo que Jacinto se comunique hoy con Ismael —gruñó—. Es un cobarde. De seguro, busca esa información para tener algo con qué defenderse en un futuro. Ahora me voy a concentrar en Lobato. Con los hombres de Ismael cerca o no, igual acabaré con él. Luego me ocuparé de lo demás.—¿Y si no lo logramos? La policía sospecha, después de lo
Elena salió de la oficina que tan malos recuerdos le traía y se dirigió al final del galpón para reunirse en el estacionamiento con Lobato.Miró con pesar la fábrica donde todo había comenzado, esperaba que ese lugar fuera el escenario donde esa amarga historia llegara a su fin.Escuchó que el hombre entraba a pie por la calle lateral. Sabía que no vendría solo, pero no tenía más opciones. Debía lograr un acuerdo con él antes de que Iván pudiera ubicarla.—Querida Elena, ¿estás por aquí?Al escuchar su saludo abrió el portón y salió para encontrarse con él. Aún tenía escondida tras la espalda el arma que Iván le había entregado. Era su única herramienta de defensa.—Aquí estoy.Lobato se dirigió hacia ella con una sonrisa torcida. La miraba de pies a cabeza, con el deseo reflejado en las pupilas. Elena aspiró todo el aire que pudo para llenarse de valentía.—Llegaste a tiempo —dijo ella, al tiempo que asumía una pose soberbia.—Y tú cumpliste tu tarea a tiempo. Cada día me sorprendes