Mí amado

Astor observaba por la ventana como la ciudad restablecía su orden habitual, parecía como la paz regara las calles, sin saber cuanto tiempo perduraría. La gente empezaba a salir de vuelta a su rutina, luego de haber sufrido ese ataque sorpresivo. La causa de esa maniobra era lograr atrapar a los más importantes del grupo, ejecutar a Gale, el nuevo príncipe y a la condesa, a quien Lilia deseaba acabar con sus propias manos por haberla engañado. No sabían cuando volverían a sufrir otro ataque de esa magnitud, debían prepararse para lo peor. Al casarse, Lilia y Louis habían forjado una alianza insuperable, si reunían a sus dos ejércitos serían muy difíciles de enfrentar, casi imposible. Los dos también eran muy impulsivos, podían esperarse cualquier cosa de esa unión. Eva llevaba durmiendo casi dos días enteros desde que se recuperó, intuían que era para que repusiera por completo sus energías. Astor no pegaba un ojo por las noches, custodiándola como su fiel guardián.

—¿No ha despertado
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