Luz de madre

Maya

—Ya te lo he dicho, es hora de que te retires para cuidar a nuestro bebé. —dijo mi esposo Seth, mirándome con suma severidad. Él no estaba dispuesto a correr ningún riesgo.

—Yo no estaré en peligro, esposo mío. Debo buscarla, ella me necesita. Es mi amiga, una hermana para mí y ahora es el momento de demostrarle que no la traicionaré nunca. —contesté con decisión.

No iba a perder el tiempo, cuando era de vital importancia llegar hacia Eva para ayudarla en este ataque crucial. Ella estaba escapando, lo sabíamos porque los hombres lo gritaban a los cuatro vientos. Todo aquel que la ocultara estaría muerto. Las órdenes eran claras.

Nosotros habíamos llegado hasta aquí en el momento justo por una razón, éramos una manada y por ello, debíamos cuidarnos los unos a los otros. Mi corazón me indicaba seguir, ya encontraría yo la fuerza necesaria.

—No. —empezó a decir Seth, obstinado.

—¿Vas a prohibirme hacer algo? Esa no es tu manera de ser. —entrecerré los ojos y lo besé en los labios. —
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