El conde y la condesa

Gale subió al caballo con la mujer a la que amaba, diciéndose que no podía dejarla sola y nadie logró convencerlo de lo contrario. Seguía caminando con dificultad, pero estaba arriba del caballo y hablar con Eva le resultaba lo mejor del mundo. El dolor disminuía con los días, la herida cicatrizaba rápidamente.

—Siempre quieres salirte con la tuya. —bromeó Eva, a pesar de sentir un poco de vergüenza de estar ahora tan juntos de nuevo. Se sentía impura, como si hubiera cometido una infidelidad a pesar de que con Astor su relación era dudosa e inestable.

—Es cierto, en todo sentido. —la abrazó más fuerte y apoyó su cabeza en sus hombros, para hacerle cosquillas. Ella no pudo contener una carcajada, era su punto débil. —Amo cuando te ríes.

—Bueno, que me espantas. Relájate un poco. —Eva lo miró haciendo una mueca sarcástica, no podía olvidar su encuentro tan cercano, su miembro tan dentro suyo, como casi lo habían hecho en su cuarto. Era muy seductor y estaba ganándole. Se preguntó porqu
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