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Capítulo 01. ¿Por qué estoy contigo?

  —Te lo suplico ayúdame a salir de aquí —rogó Victoria muerta de miedo, su visión es muy borrosa y todo le da vueltas, poco a poco va cayendo en cuenta que muy pronto será más difícil.

   Una vez más le tocará luchar contra la abstinencia.

   El hombre se echó atrás y Victoria casi se cae.

   —Luciano te inyectó una buena dosis, aun teniendo ojos oscuros puedo ver como tus pupilas están muy dilatadas.

   —Yo estaba sobria, no es justo…

   —Sí, sí… Pobrecita… Quizás por eso no moriste; estás acostumbrada a meter grandes cantidades de porquería a tu cuerpo.

   —Pero yo me quiero recuperar —rezongó Victoria.

   —Ya cállate…

    El hombre la tomó de la mano y la haló fuera de su escondite, Victoria se cayó en la entrada de la cueva.

   —Espera, déjame quitarme esta sandalia —pidió Victoria tratando de mantenerse estable sin mucho éxito.

   El hombre se arrodilló y tomó su pantorrilla, ella se sostuvo se sus hombros.

   Cuando Victoria sintió la boca de él rozando el dorso de su rodilla los vellos de su cuerpo quedaron erizados, él soltaba el nudo con los dientes.

   Victoria mordió sus labios para disimular.

  «Es el efecto de la droga, estoy hiperquinetica»

   Victoria sonrió con el pensamiento.

   Había alguien que le decía hiperquinetica, y no como ofensa, como muestra de cariño y broma privada.

  «Un falso cariño»

   —Ahora sí, muévete mujer, no me hagas perder más tiempo.

   La orden del hombre la sacó de sus pensamientos dispersos.

   Victoria dejó la sandalia en la arena y siguió descalza.

    Caminaron por la orilla de la ensenada un buen trecho hasta que subieron a la carretera.

   Victoria  hasta ese momento no cuestionó dejarse llevar por el hombre desconocido, pero poco a poco pudo ir pensando mejor y no se pudo explicar porque siguió a este hombre que le demostró ser un bárbaro y cruel delincuente.

   —Ya no puedo seguir, debemos encontrar a alguien que nos ayude —expresó Victoria tratando de encontrar una manera de separarse de este extraño hombre.

   —Puede encontrarnos gente de Halcón.

   Halcón era el nombre que usaba el exnovio de su amiga Rebeka, Luciano De Luca, que resultó ser un psicópata mafioso, él era un hombre cruel y vengativo, Victoria estaba segura que había sido Luciano quien la secuestró, el resto no lo podía recordar claramente.

   —Luciano es el desgraciado Halcón y dices que no es tu jefe, pero… ¿es amigo tuyo?

   —No, no lo es —respondió el hombre en voz baja.

   — ¿Por qué estoy contigo entonces? ¿Qué tienes tú que ver en mi secuestro?

   —Haz silencio —ordenó el hombre con apremio.

   Una patrulla de policía pasó y él no permitió que fueran vistos manteniéndose detrás de la vegetación de la orilla de la carretera.

   —Si dejas que vaya con la policía, no te delataré, diré que salí sola del mar, nadie sabrá nada de ti —ofreció Victoria una salida a cambio de su libertad.

   —Sigue caminando —ordenó el hombre en ese tono autoritario que Victoria jamás ha tolerado en su vida.

   — ¡No! ¿Quién crees que eres? Yo no soy tu mucama —dictaminó Victoria y plantó los pies—. Gritaré, te atraparán…

   —Y a ti te matarán…

   —Puede ser, pero a ti también… 

  —Escúchame bien niña atolondrada, ahora mismo soy tu mejor apuesta y tú la mía, contigo en mi poder puedo negociar. Te entregaré a tu familia, pero no grites y mantente conmigo.

   — ¿Cómo sé que hablas en serio?

   — ¡No lo sabes! ¿Cómo vas a saberlo? Te toca confiar en mi palabra

   —La gente miente.

   El hombre la sostuvo con fuerza haciéndola chillar. La soltó un instante para quitarse un anillo y se lo mostró a Victoria.

   —Te daré este anillo como garantía, es muy importante para mí, me lo devolverás cuando te entregue a tu familia.

   Victoria lo observó a los ojos y le agradó lo que vio, le creyó, tomó el anillo que él le ofrecía y se lo puso en el pulgar, incluso allí le quedaba flojo, caminó junto a él confiando en su palabra.

   Horas después el sol ya estaba saliendo en el horizonte, cuando llegaron al primer indicio de civilización, un lujoso hotel cerca del mar.

   El hombre con la actitud de un rey caminó por el lobby tomado de la mano de Victoria, quienes estaban en el lobby se les quedaron viendo por su terrible apariencia.

   Sobre todo Victoria, con su traje de fantasía vuelto un asco, roto, ella con un terrible dolor de cabeza y punzadas en el cuerpo, se ve como lo que es, una adicta después de un mal viaje. 

   De hecho, no era la primera vez que llegaba a un hotel en condiciones similares.

   El hombre llegó al mostrador y tocó la campanilla.

   Una mujer bien vestida los observó.

   Ambos sucios, arrugados, ella descalza y ahora sí con el maquillaje corrido.

   —Quiero una suite, señorita… la más lujosa que tenga —le indicó el hombre muy serio.

   Había que admirar que la recepcionista mantuvo una expresión neutra.

   —Señor, ¿está usted seguro? Los precios aquí…

   —No le pregunté el precio, de hecho mi novia y yo queremos tranquilidad después de esta experiencia, tomaré todas las habitaciones de un piso  —el hombre sacó su billetera mojada y de ella una tarjeta de crédito negra—. Pruebe con esto —indicó él con una sonrisa—. De seguro no es frecuente que turistas lleguen después de un accidente en yate, tuvimos que darnos un chapuzón y caminar un buen tramo.

   La mujer pasó la tarjeta y con la aprobación de la misma se pintó una sonrisa en su rostro.

   —No se preocupe ¿Están ustedes bien?

   —Nada que un baño, un copioso desayuno y un par de horas de sueño no pueda reparar.

   La chica hizo lo necesario en la computadora.

   —Bienvenido al Palazzo Boutique Hotel, tenemos tiendas de ropa disponibles y podemos atenderle directamente en su suite.

   —Muchas gracias…

   — ¿La señorita está bien? —Inquirió la mujer mirando el aspecto de Victoria y ella afirmó con la cabeza.

   Minutos después Victoria estaba en el baño de la hermosa suite.

   Una ducha no le bastaba, sus pies estaban destrozados, rotos y llenos de llagas después de haber caminado tanto. 

  Se metió en la bañera y se relajó entre la espuma, escuchó la puerta de la suite, el hombre agradeció por la comida que ya había llegado.

   A Victoria le hubiera gustado relajarse en la tina con el adorable olor, pero el hambre era demasiada.

   Salió con una mullida bata de baño, el hombre hablaba con el muchacho que llevó la comida, le pedía más cosas, una laptop, un teléfono celular desechable, ropa para ambos y le ofrecía una absurda cantidad de dinero  por ir a un cajero y traer efectivo.

   El joven mostró una gran sonrisa con este peculiar huésped.

   Victoria ni siquiera los miró, el aroma de las salchichas italianas horneadas con huevos y tostadas la llamaron como un encantamiento.

   Se sentó frente al manjar en la mesa y no se detuvo a tomar tenedor, con angurria y desesperación tomó una salchicha quemándose los dedos y masticó soplando para no quemarse la lengua.

   El hombre la observó y negó con la cabeza, a ella no le interesó que la criticara por su falta de modales, continuó con unos espectaculares cannolis rellenos de crema.

   —No se supone que eres modelo —inquirió él con ironía.

   Victoria con la boca llena lo miró y sin dejar de masticar habló con las manos llenas de comida.

   —Yo como de todo, no hago dieta nunca y ahora tengo mucha hambre, échale la culpa al desgraciado Luciano que me drogó sabe Dios con qué.

   Él sonrió divertido y le permitió hartarse, cuando ella suspiró y saciada el hambre buscaba una servilleta para limpiar sus manos él se la acercó, pero cuando ella estiró la mano para tomarla él capturó su muñeca y levantó la mano con dedos llenos de crema de cannoli.

   El hombre la miró a los ojos y Victoria pudo detallar en la luz sus ojos azules.

   Su primer pensamiento es que no era un azul bonito, él tenía los ojos de un azul muy claro, parecían celestes.

   «Azul desteñido»

    —Te comiste todos los cannolis —la acusó él.

   —Puedes pedir más servicio a la habitación —Victoria quiso soltar su mano y él no lo permitió.

   —Eres una caprichosa acostumbrada a resolver todo solo pidiéndolo.

   —Tú no me conoces —espetó Victoria halando la mano y él apretó, ella disimuló el dolor.

   El hombre sin dejar de mirarla trajo su mano a sus labios y chupó su dedo índice lleno de crema.

   Victoria estaba muy asustada de estar sola con este bárbaro.

   —Yo no soy un pelele que te obedezca, debes aprender a ser considerada conmigo, debiste dejarme cannolis.

   Victoria quiso discutir, pero él con su otra mano pasó el pulgar por la comisura de sus labios limpiando crema del cannoli y obligándola a mantenerse en silencio. Lo metió en su boca y murmuró apreciativo.

   Elevó las cejas sin dejar de mirarla.

   —Delicioso…, entiende que si no me das algo, simplemente lo tomo, no lo olvides....

   Tocaron una vez más a la puerta, de nuevo era el botones que traía unas bolsas. 

   El hombre despidió al botones rápidamente y lo primero que sacó de las bolsas fue la caja del celular desechable, marcó un número que se sabe de memoria.

   En segundos comienza a hablar en un idioma que Victoria no conoce. Las noticias que recibe no parecen buenas, pues enfureció. Luego marcó otro número y esta vez habló en italiano.

   —Se llama Michael Herrera, es un maldito hacker

      Victoria sintió su estómago cerrarse al escuchar el nombre del hombre que ama.

   Ya no sentía hambre, por el contrario el miedo le hizo sentir náuseas, ahora el hombre reía a carcajadas y continuó al telefono.

   —Déjalo que me busque —el hombre observó a Victoria—. No nos encontrará jamás; a ese idiota novato le advertí que esto eran las grandes ligas, Franco Slashdot, es mucho para él.    

   «Michael, ¿en qué problemas te metiste?» Pensó Victoria asustada.

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