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Capítulo 04. Lo que se ve detrás de los párpados

   Cuando Stefan regresó a la habitación, Victoria no estaba en la cama, nervioso sin motivo porque no puede escapar de un avión entendió que estaba en el baño.

   Trató de tranquilizarse y esperó.

   Victoria salió unos minutos después y se veía muy mal.

   Sudada, se agarraba el abdomen, pálida y temblando.

   Se acostó en la cama en posición fetal ignorando a Stefan por completo.

   —Quisiera hablar contigo, necesito que me prestes atención —dictaminó Stefan con autoridad.

   —Mátame de una vez —susurró Victoria—, ¿qué sentido tiene que lo hagas ahora o después?, prefiero evitar el dolor de la abstinencia.

   Stefan se sentó a su lado y la sintió huir instintivamente de él arrimándose.

   Ella le temía y eso le gustaba a Stefan, le hacía más fácil controlarla.

   — ¿Dónde quedó la chica que solo quiere vivir? —Preguntó él con ironía.

   Victoria arrugó la sábana de seda en sus manos contra su nariz y ojos, llorando deprimida.

   —Soy una estúpida, no me hagas caso, ¿para qué quiero vivir?

   Stefan se levantó de la cama y levantó su mentón de forma intimidatoria.

   —Ahora no es una opción, porque disfrutaste poniéndome entre la espada y la pared y debo llevarte con mi familia.

   — ¿Qué me importa a mí lo que piense tu familia? Ese es tu problema. Déjame en paz o mejor mátame para no sufrir más.

   —Conseguiste una oportunidad, te sugiero que la aproveches.

   — ¿Una oportunidad para qué?

   Stefan de nuevo se sentó a su lado.

   — ¿Con qué te has rehabilitado anteriormente?

   —Metadona, terapia. meditación…

   Stefan sonrió de lado.

   —No te llevaré con mi familia luciendo así. Tienes dos opciones, mueres o te rehabilitas; pero esta vez con algo definitivo.

   — ¿A qué te refieres?

   —Tengo una clínica de Ibogaina en New York ¿Has escuchado que es eso?

   Victoria se sentó en la cama y lo miró atenta.

   —Es una sustancia controlada —Victoria rio irónica—. Bueno, supongo que tu especialidad son las sustancias prohibidas.

   —Me lucro de lo prohibido, donde está la diversión si no.

   —La verdad creo que son cuentos de hadas, la adicción a los opiáceos no puede curarse como por arte de magia.

   —Pues averiguarás si es en realidad efectivo.

   

   A Victoria la llevaron a una habitación cómoda, no parecía una clínica, tenía una ventana que daba a un bello jardín, sábanas color melón y todas las comodidades de un hotel, lo único que lo delataba como clínica eran los aparatos y parafernalia médica.

   Victoria desconfiada quería escapar, pero sabía que era imposible.

   Adriana no estaba, su padre se la había llevado, con Victoria solo estaba Estefan que al llegar al lugar todos trataban con respeto como el jefe Franco Slashdot.

   — ¡Slashdot! —lo llamó Victoria y él sonrió—. Prefiero que me metas un balazo a que me pongas la inyección letal.

   El doctor que le indicó a Victoria acostarse en la cama se echó a reír y Stefan no lo hizo.

   —Señorita, olvídese de las agujas, eso quedará por completo en su pasado, solo le daré una pastilla, es todo y su recuperación habrá comenzado.

   Victoria fue a la cama y tomó la pastilla de ibogaina bajo la atenta mirada de Stefan.

   —Supongo que no quieren ensuciar la lencería con mi sangre —murmuró Victoria irónica.

   —Ahora viene lo divertido —dijo Stefan con los brazos cruzados.

   La Ibogaina es un alcaloide con efecto alucinógeno que estimula el sistema nervioso central y reduce el deseo de consumir drogas. 

   En las siguientes horas Victoria tuvo el viaje más extraordinario que hubiera experimentado, lleno de colores y cosas que no existen.

      Su mente volvió en el tiempo y de nuevo fue una niña que miraba la espalda de sus padres al salir de casa dejándola al cuidado del servicio.

   Su madre con su perfecta apariencia, su padre siempre en su propia realidad, sus intereses muy lejos de su responsabilidad como padre.

   Victoria estaba sorprendida de que cada olor pudiera percibirlo, lo vivía todo de nuevo, también cada miedo y dolor.

   Los pellizcos de su instructora y profesora, la peste a cigarrillo del chofer que cada vez que podía metía la mano debajo de su falda.

   Acariciaba su muslo mientras se tocaba a sí mismo, con la amenaza de que si decía algo no se conformaría con solo sentir su piel con las palmas.

   Victoria tenía 13 años entonces y estaba sola en una casa a merced de empleados y nadie en quien confiar.

   A sus 15 años comenzaron las pasarelas y su madre la llevó a un médico que le recetó anticonceptivos.

   «La vida es de quien la alcance, si te quedas dormida se te va de las manos»

   La voz de la madre de Victoria en ese momento se repitió en su cabeza como si la escuchara de nuevo.

   Las cosas para Victoria mejoraron cuando conoció a Rebeka Larsson, su amiga la había aceptado en su casa a menudo, compartiendo a su madre con ella y brindándole una especie de familia sustituta, o al menos Rebeka y su madre.

   Ella quería a Rebeka como a una hermana.

   —Rebeka, no, cuidado con Luciano, no quiero que te haga daño.

   Luego nombró a Michael.

   Stefan prestó atención a lo que decía entonces, su intención era encontrar algo que lo llevara a aniquilar al reciente activo en la organización de Halcón.

   Michael era el único que podía destruir sus planes y es que debía reconocer que era un talentoso hacker.

   Sin embargo, lo que la alucinación de Victoria le reveló de nada le podía servir.

   Victoria amaba a Michael y lo repetía, dijo su nombre más que el de cualquiera, lloró por él y sufrió su abandono de nuevo.

   — ¿Por qué me dejas Michael? —Preguntó una y otra vez entre murmullos lastimeros, porque estaba afónica—. No lo hagas por favor, solo contigo he sido feliz, yo te amo...

   Stefan abrió la puerta de la habitación para irse, pues realmente le pareció ridículo el sufrimiento de ella por Michael, pero entonces ella cayó en la cama temblando y agitándose con convulsiones.

   El médico de inmediato comenzó a tratarla con un enfermero que la sostiene.

   Stefan paró sin poder salir de la habitación.

   — ¿Qué es lo que pasa? —Inquirió Stefan.

   —Un efecto secundario —contestó el médico.

   Stefan pasó las manos por su cabello y se sorprendió al sentir su corazón acelerado, se descubre rogando porque ella supere esto y da un paso atrás impresionado por su sentimiento.

   «Vamos Slashdot, te conviene que muera, no seas imbécil»

   Las convulsiones pasaron, pero ella seguía dentro de la fase de alucinación.

   El médico tomó nota de su ritmo cardiaco.

    — ¿Por qué le pasó esto? —Preguntó Stefan con rabia hacia sí mismo por la ansiedad que le generaba Victoria.

   —Es algo posible, esperemos que no tenga un infarto —contestó el médico.

   — ¿Un infarto?, pero ella es joven y fuerte.

   El médico subió los hombros.

   —La mayoría tolera el tratamiento de la ibogaina sin problemas, pero ella debe estar pasando por algo muy doloroso dentro de su alucinación.

   Stefan miró a Victoria.

   Ella estiraba las manos llorando y le suplicaba a Michael no alejarse porque no podía vivir sin él.

   — ¿Qué le ves a ese don nadie imbécil? —Le recriminó Stefan sin poder evitarlo, pero Victoria no era consciente si no de su propia realidad dentro de la alucinación.

   —Lo siento señor —objetó el médico—, quizás sea mejor que se retire, esta parte puede ser dolorosa también para quien la quiere.

   Stefan lo miró alzando las cejas y rio irónico.

   —Limítate a hacer tu trabajo, me iré cuando despierte, ella es un activo que me da ventaja y beneficio, no alguien que me importe.

   —Te amo Michael, lo haré siempre, aunque no me quieras yo siempre te querré —murmuraba Victoria llorando de pena.

   Stefan regresó a su silla y continuó escuchando el sufrimiento de Victoria y sintió algo que jamás antes había experimentado.

   Deseo de lo que otro tenía.

   Él quería que alguien lo quisiera a él de esa manera como expresaba Victoria querer a Michael, aunque no lo reconocía ni siquiera ante sí mismo.

   Contrariado por los extraños sentimientos que lo hacen sentir incómodo se levantó para irse de nuevo y Victoria le gritó:

   —Michael, no te vayas —las palpitaciones de Victoria subieron y el médico emitió una maldición preocupado por su paciente.

  Stefan ya no quería tolerar aquello.

   «Ella no es tu problema, que se muera de una vez»

   —Señor Slashdot, por favor —suplicó el médico—. Ella no es culpable de la alucinación, ayúdame a que se calme, ve en usted a alguien que quiere.

   — ¿Y qué diablos puedo hacer? Yo no soy médico ni a quien ella desea abrazar.

   —En este momento lo es… Acérquese a ella.

   Stefan no supo por qué lo hizo, porque su cerebro le ordenó salir de allí, pero caminó hacia ella, Victoria lo abrazó y su ritmo cardiaco empezó a bajar.

   —Gracias por venir Michael, nunca más te alejes de mí —musitó Victoria con voz tranquila y suspiró—. Contigo estoy en mi hogar.

   Victoria acercó su rostro y él se quedó muy quieto, Victoria rozó sus labios con los de ella y con picardía pasó la punta de su lengua en un acto lascivo lleno de promesa, causando que a Stefan se le ericen los vellos del cuerpo.

   Stefan se acomodó en la cama y ella con la mejilla en su pecho fue relajándose, el médico y su enfermero salieron.

  Stefan se fijó en el cabello de Victoria, el sol entraba parcialmente por la ventana y lo iluminaba haciéndolo parecer hebras de oro. Acarició un rizo admirando como el sol ahora cubría su piel, cuando ella suspiró apretando sus brazos en torno a él, Stefan se sintió complacido aunque sabía que no era quien ella creía.

   Mientras tanto en Sicilia, Michael está frente a las pantallas manejando desde su computadoras miles de pistas que quedaron referentes a Slashdot.

   Cada una dejada por Stefan como distracción.   

   Se levantó y lanzó un objeto pesado contra la pared donde marca una cronología, está desesperado por no saber nada de Victoria.

   Diego que es como su hermano mayor lo ve desde la puerta de su sala de computadoras.

   —Te resulta más fácil pegarle a un saco, o si quieres subimos al ring de entrenamiento y me das la paliza que merezco por no poder traer a tu mujer.

   Michael se sentó de nuevo en la silla y cubrió su rostro con las manos, siente como si hubieran vaciado el desierto en sus ojos.

   —Sacaron el vehículo del mar y no encontraron cuerpos —musitó Michael sin ver a su amigo.

   —Sabes que el hecho que hayan salido del vehículo no quiere decir que pudieran salir del mar.

   — ¡Ella está viva! —Gritó Michael—. Lo siento aquí —Michael puso su mano en el pecho—. Ya no soportaba estar lejos de ella sabiendo que me necesitaba.

   —Lo siento Michael, por mi culpa tuviste que entrar a la mafia.

   — ¡No! Yo sabía en qué me metía cuando acepté venir contigo —Michael no pudo reprimir el sollozo—. Pero creí que manteniendo a Victoria lejos de mí la protegía y mira lo que pasó.

   —Al menos descansa un poco para que puedas ser objetivo.

   Michael negó con la cabeza.

   —Cuando cierro mis ojos la veo detrás de mis párpados, no puedo descansar, seré objetivo cuando la tenga conmigo, porque esta vez no me alejaré de ella, no me importa nada, es mi mujer y es conmigo dónde puede estar segura.

   —Hermano, si Slashdot estuviera vivo…

   — ¡Ella tiene que estar viva! —Slashdot está jugando conmigo, nos hace dar vueltas en círculos, esto no es casualidad, cometerá un error y cuando lo haga me pagará con sangre por cada segundo que tiene a Victoria cautiva. 

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