39. Ser el primero

Abigail

Besar a Christopher se ha convertido en uno de mis momentos preferidos y esta vez no es la excepción.

Sus manos se aferran a mi trasero y mis piernas se enredan de inmediato en su cintura, haciendo que sienta su parte más firme chocar contra la mía más blanda.

El gemido que sale de mí garganta es instantáneo y solo sirve para encender aún más a mi esposo, que, sin importarle que los guardaespaldas nos estén viendo, camina conmigo en peso hasta llevarnos a la camioneta.

Una vez dentro estoy a punto de bajarme de sus piernas, pero sus manos aferradas a mi cintura no me lo permiten. Solo entonces separa sus labios de los míos.

—No voy a soltarte, llorona.

Su voz es gruesa y arrastrada y Dios amado, no puedo negar que hace que me vuelva agua de solo escucharlo. Sin embargo, no olvido que no estamos solos en el auto.

—No estamos solos— le digo en un susurro, pero sé que él me ha escuchado, porque veo como una sonrisa engreída se forma en su rostro.

—Eso no va a ser un problema, ll
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