42. Luna de miel

Christopher

Los viajes largos suelen sacar lo peor de mi condición. Me generan ansiedad y la ansiedad hace que mi humor sea más voluble de lo normal.

En casa, antes de salir, debo admitir que el beso sorpresivo que me dio la llorona consiguió aligerar un poco mi mierda, pero luego, el que ella me dijera tan tranquilamente que a mi me gustaba besarla, hizo que me sintiera expuesto. Débil.

Y si hay algo que un Dimas no puede permitirse, eso es debilidad. Ahora, mientras estamos sentados juntos en el avión, debo aceptar que ella lo está intentando y por razones que aún no comprendo bien, yo también lo estoy haciendo.

—Señores Dimas, el aterrizaje está próximo a suceder, por favor mantengan puestos sus cinturones de seguridad.

La voz de la azafata se escucha por el intercomunicador y de inmediato veo como la llorona se agarra con fuerza al asiento.

—Todo estará bien— le digo y hasta yo me sorprendo de lo amable y tranquilas que han salido mis palabras.

Ella me da una mirada y una sonris
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