Capítulo 2: El contrato

Dante:

La proposición ha tomado por sorpresa a Lory, puedo notarlo por la manera en que sus labios se entreabren y cierran repetidamente sin saber que responder, agregando que sus ojos grisáceos se han abierto grandes y sus pupilas se han dilatado.

—P-p-pero señor. —tartamudea. —¿No es usted gay?

Esa m****a de nuevo. Me lo preguntan en los en vivo que hago a través de mis redes sociales, me lo preguntan en las firmas de libro, y ahora me lo vuelven a remarcar.

—Primero que nada, dejemos esa m****a de formalidades… Llámame Dante, me haces sentir viejo cuando me dices señor. En segunda, no soy gay, me encantan las mujeres y se lo puedo demostrar. —aquellas últimas palabras la hacen sonrojar. —Por último, justamente por eso necesito concretar este matrimonio, todo el mundo cree que soy homosexual y créame que no.

La camarera se acerca con nuestras bebidas, agradezco por su servicio y se marcha.

Lory toma su taza de café entre ambas manos y se la lleva a los labios. Observo cada movimiento que hace, desde como entreabre los labios con sutileza y los cierne sobre la taza para beber de ella.

Tiene unos labios carnosos que despiertan una llama en mi interior. La quiero poseer, pero no emocionalmente, quiero su cuerpo.

—No entiendo, hay muchos buenos prospectos, ¿Por qué yo? Soy insignificante. —declara con las mejillas volviendo a tomar ese color rojizo.

—Justamente por eso. Eres el prototipo de mujer que he estado buscando; en el preciso momento que escuché tu voz lo comprendí. Pareces una mujer delicada, cariñosa y femenina, y eso es justo lo que necesito.

—¿En qué me beneficiaría este matrimonio? —cuestiona enarcando una de sus perfiladas cejas.

—Podemos reunirnos el día de mañana para mostrarte el contrato. Puedes repasarlo y negociar tus términos. —indico.

Tomo la taza de café y la llevo a mis labios, ella observa mis movimientos embobada. No despego mi vista de aquella chica, cuando lo nota, sacude la cabeza y baja la mirada nuevamente.

¡Joder! Es justo lo que necesito.

—Está bien, mañana quiero ver ese contrato. Si no me convence lo suficiente, no aceptaré. —sentencia.

—Muy bien. —paso mi vista disimuladamente por su escote. —Eres hermosa, debo admitirlo.

—Muchas gracias, Dante. —responde con timidez.

Eso ha bastado para que la tensión entre mis pantalones se dispare. La manera en que dice mi nombre me provoca un estado de éxtasis inimaginable. ¿Qué carajo con esta chica?

Charlamos un poco más sobre cosas triviales y cuando hemos terminado nuestras bebidas, nos marchamos. La acompaño hasta su casa, ya que está a unas calles de donde nos encontramos.

Cuando hemos llegado, observo el edificio en el que vive, las condiciones de ese lugar son precarias, eso podría ser una ventaja para mí, para que acepte firmar. Podría llegarle por el lado económico si se niega.

—¿En qué piso vives? —cuestiono, observando el deteriorado edificio.

—En el quinto piso, por lo que tengo que subir todas esas escaleras. —bufa. —Bien, Dante, lo veo mañana.

—Puntual a las 9:00 am, por favor. En la misma cafetería de hoy.

—Excelente, ahí estaré. —menea la mano en un adiós y comienza a caminar hacia las escaleras.

Observo su diminuto cuerpo. Tiene unas curvas peligrosas y un trasero divino.

Saco mi móvil del bolsillo de mi pantalón y llamo a Lucas para que venga por mi y me deje en mi casa.

Después de 15 minutos, el auto de mi mánager está frente a mí. Me monto en la parte trasera y emprende el camino hacia mi departamento.

—¿En qué carajo estabas pensando, saliendo con una fan? —me reprende como si fuese un niño. —La gente hablará.

—Las personas ya hablan. —respondo, restándole importancia. —Primero soy gay, ¿Qué dirán ahora, que me acuesto con mis lectoras? —una risa burlona se me escapa. —Imagina lo que van a especular cuando se enteren que me casare con una.

La vista de aquel hombre recae sobre mí a través del espejo retrovisor.

—¿Qué carajo estás diciendo? —cuestiona sorprendido.

—Me voy a casar pronto con esa chica. Un matrimonio por contrato. —explico.

—¿Ella accedió?

—Aún no, mañana revisaremos el contrato y si se niega, encontraré la manera de que reconsidere su respuesta. —respondo con tranquilidad. —Pero ella será mi esposa.

Niega con la cabeza, pero no dice nada más.

Una vez llegando a mi departamento, me despido de él y le pido que pase por mí el día de mañana a las 8:30 am. Accede y se marcha no sin antes despedirse.

Me adentro al departamento, aflojo el nudo de mi corbata y lanzo el maletín hacia la mesita de centro. Ha sido un día demasiado largo.

Después de tomar una larga lucha con agua caliente, liberar la tensión que acumule y haber preparado el contrato y una copia; me dispongo a sentarme frente a mi laptop. Estoy inspirado a escribir, aquella chica me inspiró para escribir una historia erótica, en donde plasmare todas las posiciones en la que la quisiera poner.

No pierdo tiempo y comienzo a planificar mi próximo proyecto.

*******************************

Por la mañana, el despertador me taladra con violencia. Me levanto exaltado, y caigo en cuenta de que me quedé dormido sobre el escritorio. No recuerdo en qué momento caí rendido.

Observo la hora, 6:00 am. M****a, que cansancio cargo, pero debo seguir mi rutina.

Cada mañana me despierto a la misma hora para ejercitarme, ducharme, desayunar y empezar con todo lo que tengo pendiente. Hoy no sería la excepción.

Comienzo mi rutina a las 6:15. 30 minutos de cardio y 20 minutos con pesas y barras. Después, espero que mi cuerpo se enfrié para ducharme. 15 minutos después estoy listo para preparar el desayuno. Un omelet acompañado de tomate, pimientos, espinaca y queso; jugo de naranja natural y estoy listo.

Esta vez decidí vestirme formal, puesto que para mí, esto es como un negocio. Un traje negro, corbata perfectamente alisada y mi maletín donde resguardo el contrato.

Lucas me espera afuera, tomo mis cosas y salgo de casa. Me monto al auto en la parte trasera y saludo a mi mánager.

—Buenos días. Esta mañana pareces demasiado entusiasmado. —menciona, clavando sus ojos en mi por el espejo retrovisor.

—Estoy de buen humor. —respondo sin más.

—La editorial me ha contactado. Dicen que tienes un nuevo proyecto en mente, ¿A caso esa mujer es tu musa?

—Puede ser. —digo tranquilamente.

En el camino, pienso en como voy a iniciar mi obra, como seguiré el curso y que quiero transmitir con lo que plasmare.

8:55 am y he llegado a la cafetería. El lugar está un poco vacío, eso es mejor. Tomo asiento en la misma mesa que la noche anterior y espero.

Cada segundo que pasa se me hace eterno, reviso a cada rato mi Rolex, y solo avanza 1 minuto por cada vez que lo miro.

8:59 am y ella todavía no atraviesa la puerta.

¡Esta mujer! Espero no tener que ir a sacarla de su casa, sería demasiado vergonzoso para ella y frustrante para mí.

La campanilla de la puerta resuena en el lugar, alzo la vista y es aquella chica de cabello cobrizo. Viste de manera formal; un vestido largo negro que se ciñe a su cuerpo, con un escote ligeramente oculto, mangas que cubren sus codos y unas zapatillas negras.

El cabello recogido en una alta coleta y maquillaje natural.

La tensión entre mis pantalones se hace presente, mientras sus tacones resuenan con cada paso que da. Las miradas recaen en ella, no hay una sola persona que no este viendo como menea sus caderas al caminar.

Cuando llega a la mesa, se sienta delante de mí.

—Buenos días, Dante. —saluda.

Nuevamente, la manera en que menciona mi nombre despierta la llama en mi interior. Aflojo un poco el nudo de mi corbata, mientras ella sigue mi movimiento, expectante.

Coloco el maletín en la mesa y tomo los contratos. Le entrego el original y yo me quedo con la copia.

—Este es el contrato, léelo a detalle y si hay algo que desees negociar bajo tus propios términos, estoy abierto a escuchar. —declaro.

Ella asiente y posa su mirada sobre el papeleo que tiene en sus manos.

La mesera se acerca y ordenamos lo mismo que la noche anterior, pero esta vez agregando unos aperitivos como los brownies de chocolate.

Lory hojea el contrato, mientras va leyendo palabra por palabra. Observo como su ceño se frunce en repetidas ocasiones, y el sonrojo en su rostro se hace presente de vez en cuando.

Juego con el bolígrafo en mi mano, dándole vueltas una y otra vez.

Nuestras bebidas y aperitivos llegan y agradezco a la mesera.

Ella sigue leyendo, mientras toma la taza de café y bebe un sorbo. La concentración con la que sigue cada palabra en ese documento me provoca querer arrebatarlo y saborear esa dulce boca.

Tengo que mantener el enfoque, nada de eso importa ahora mismo.

Después de una hora, ha terminado de leer el contrato. Posa sus manos sobre este mismo y me observa fijamente.

—Quiero negociar mis términos. —dice con firmeza.

Una sonrisa ladina se asoma en mis labios.

—La escucho.

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