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Capítulo 6: Provocaciones

Dante:

Observando la reacción de Lory, caigo en cuenta de que esperaba cualquier cosa menos ese comentario. Estoy siendo totalmente honesto con ella, y así ha sido desde un inicio; incluso antes de nuestra boda le advertí y aún así asumió el riesgo.

Debo admitir que me he comportado como un completo cretino, pero aún así, ella me sigue tratando de manera cortés, exceptuando sus constantes gritos de madre regañona. Ha seguido las reglas al pie de la letra, pero sigue interrumpiéndome de una u otra forma cuando estoy escribiendo.

Observo a la mujer ante mí, contemplando sus ruborizadas mejillas y el brillo peculiar en sus ojos.

¿Qué pasará por su mente? Creo que nunca lo sabré, pero si sé lo que pasa por la mía y son pensamientos demasiado candentes para su gusto.

—¿C-castigarme? —tartamudea.

—Así es, Lory.

Aprecio su pequeño y delgado cuerpo vibrar cuando la nombro. Justo ese mismo efecto tengo yo cuando ella dice mi nombre.

—¿Castigarme de qué manera? —cuestiona con inocencia.

¿En serio no puede hacerse una idea? No creo que sea tan inocente como parece; a simple vista tiene la fachada de ser una mujer frágil y sumisa, pero es todo lo contrario, entonces ¿realmente es tan ingenua como aparenta?

—¿Por qué no te inclinas sobre mis piernas y te muestro?

Abre los ojos grandes, ante la incredulidad de mis palabras. Es verdad, no tengo filtros al expresarme, digo lo que pienso y lo que quiero tal cual es.

Se aleja unos cuantos pasos y una risa burlona se me escapa. Pobre chica, al final, en el aspecto sexual si que una mojigata.

—Eres un idiota, Dante. —murmura.

—Lo soy, y lo seré hoy, mañana, y siempre. —declaro, sin apartar la vista de ella. —Así que acostúmbrate.

—Increíble. —la ironía en su voz es notable. —Menuda m****a.

—Cuida esa boquita, bonita. Puede que después te arrepientas. —advierto. —Ahora, déjame solo. Necesito avanzar y solo me estás quitando tiempo.

Su mirada se endurece, pero no dice nada más. Sale de la habitación, cerrando de un portazo.

Niña malcriada y arrogante. Tengo que enseñarle modales, porque parece que no los aprendió muy bien.

Me paso las manos por el rostro, en señal de frustración. No sé como pude caer solo por una cara bonita; las malditas apariencias engañan y esta chica tenía muy bien oculta su verdadera personalidad. Aunque no la culpo, también yo estoy sacando a relucir al verdadero Dante.

Abro mi laptop y observo el último párrafo que escribí. No termina de convencerme, quizá deba reescribirlo. Tengo 3 malditos meses para entregar mi boceto y no he podido pasar de 20 páginas en Word. ¿Qué estoy haciendo mal?

Después de reescribir una y otra vez el mismo párrafo, me doy por vencido y termino apartándome de mi laptop. Quizá deba despejar la mente.

Salgo de la habitación y camino por los pasillos hasta llegar a la cocina. Observo a Lory de espaldas, con sus audífonos de cabecera, bailando al son de la música que escucha.

Contemplo sus caderas menearse en un vaivén, y por un momento me olvido de que es una malcriada. Esos movimientos son ligeros y parece estar divertida, puesto que no se percata de mi presencia.

Recargo mi cuerpo en el umbral y me cruzo de brazos, sin apartar la vista. Esta chica no tiene ni idea de todo lo que pasa por mi mente ahora mismo.

Aprecio como su vestido olea de un lado a otro al ritmo de sus caderas, teniendo así, mayor apreciación de sus piernas.

Gira en un movimiento lento y se sobresalta al notar mi existencia. El rojo comienza a teñir sus mejillas y se deshace de sus audífonos.

—¡Maldición, casi me matas de un susto! —se lleva la mano al pecho.

—Bailas demasiado bien. —admito, sin apartar la vista.

—¿Qué haces aquí? Todavía no está la cena lista. —evade mi cumplido.

Ella usualmente toca a mi puerta cuando la comida está servida, pero ahora, no creo que sea necesario, puesto que la inspiración se me ha escurrido entre los dedos y no encuentro manera de avanzar en mi obra.

—Buscaba una manera de distraerme y la encontré. —respondo con suma sinceridad.

Rueda los ojos y me da la espalda.

—Lárgate, Dante. —dice demandante. —No tengo tiempo para tus tonterías, tengo que terminar la cena a tiempo.

—Igual ya me iba. No eres para tanto. —miento.

—¡Eres un maldito cretino! —exclama.

Me lanza un gigante trozo de pan que cae justo directo en mi cara y después al suelo.

—¡Sal de aquí, maldito inútil! —grita, histérica.

Me alejo a paso rápido, antes de que decida lanzarme un sartén en la cabeza.

Que genio se carga esta chica, se nota que realmente no ha conocido una polla, y creo que necesita una con urgencia. Insoportable, insufrible, histérica; todo lo contrario a lo que aparenta ser.

¿En qué carajo nos hemos metido? Nuestro matrimonio no va a durar ni un mes sin que intentemos lincharnos. Sé que dije que tenemos que llevar la fiesta en paz, pero eso es imposible. Por alguna extraña razón, me gusta hacerla enfadar y parece que ella disfruta haciendo lo mismo conmigo. Un tira y afloja para saber quien prevalece de pie al final, y creo fielmente que no será ella quien gane.

Gracias a esto, se me ocurre una idea de como continuar con mi proyecto. Me apresuro a la habitación, para plasmar lo que deseo, ahora que la inspiración ha regresado.

Me siento frente a la laptop y comienzo a teclear palabra tras palabra sin detenerme. Cuando la inspiración me golpea, me es imposible parar hasta que he terminado de escribir todo lo que había pensado.

Después de un par de horas, pude avanzar un capítulo más del borrador y he quedado completamente satisfecho.

Releo un par de veces para asegurarme de no haberme saltado nada importante, y cierro la laptop cuando he terminado.

Escucho que tocan mi puerta, y es seguro que la cena está lista. Espero sea algo delicioso, creo que me lo merezco. En realidad, no me merezco una m****a, pero el sarcasmo es mi fuerte.

Me levanto y estiro los músculos, puesto que siento la tensión sobre los hombros. Salgo de la habitación y camino hacia el comedor. Cuando me adentro, observo mi plato servido y Lory sentada al otro extremo.

Me siento en el lugar que me ha asignado y evito cualquier tipo de comentario que la haga explotar en estos momentos. Solo quiero cenar y volver a mi trabajo.

Aprecio la avena que emana un aroma delicioso, pan francés a la par con arándanos y frambuesas, con un poco de miel. ¡Que delicia, joder!

Una probada a la avena es suficiente para desatar mi hambre por completo.

De vez en cuando, desvío mi atención hacia Lory, nuestras miradas chocan, pero no emitimos ni una sola palabra. Ella termina de comer, se levanta con su plato en mano y se retira.

Cuando termino de cenar, levanto mi plato y lo llevo a la cocina. Ahí encuentro a Lory, lavando trastes sucios; le hago entrega del mío y me mira sorprendida.

—Hasta que por fin haces lo que te pido, ¿era tan difícil? —cuestiona, apáticamente.

—Deberías de decir "gracias". —remarco la última palabra.

—Gracias, Dante. Fue un placer haberte alimentado con el pan que dejaste caer al suelo.

¡Hija de puta!

¿En serio se ha atrevido a hacerme eso? Cada vez me sorprende más esta chica, no puedo bajar la guardia, porque con cada ataque responde con un contraataque, y esa es una desventaja para mí. Capaz un día envenena mi comida.

—¿Qué pasa, Dante? ¿No dirás "gracias"? —se mofa en mi cara.

—Empiezas a irritarme, Lory. —advierto.

Un intenso brillo se instala en sus ojos, al momento que me reta con la mirada y una sonrisa ladina se asoma en sus labios.

Ese simple gesto hace que, inconscientemente, mi mente divague en diferentes escenarios donde la hago mía. Cada confrontación, me hace querer domarla para que entienda quien manda aquí.

—¿Empiezo a irritarte? ¿En serio? —ríe por lo bajo. —Dante, como escritor eres excelente, pero como persona eres una m****a.

Golpe bajo. Ha dado justo en el blanco.

No puedo defenderme ante la verdad, ni siquiera podría crear una excusa patética para descartar su punto, porque sé cómo soy y jamás he intentado justificarme con palabras vacías.

Ahora, solo la miro incrédulo, contemplando como goza de mi silencio.

—¿Lo estás disfrutando? —cuestiono entre dientes.

—Como nunca, querido Dante. —responde con voz suave.

—Veremos si lo disfrutas el día que tengas mi polla entre las piernas, por bocona. 

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