Casada con mi escritor favorito
Casada con mi escritor favorito
Por: DarkLove
Capítulo 1: El evento

Dante:

Soy un escritor destacado que ha logrado sobresalir por las obras más azucaradas que he podido inventar.

La verdad es que, no soy un hombre romántico, no soy una persona que se enamore. No creo en tal cosa como el amor, pero es lo que más vende, por lo tanto, he tenido que adaptarme a la temática más aclamada por el público.

¿Cómo he logrado ser un escritor tan aclamado? Bueno, solo me siento en mi escritorio y comienzo a escribir los diálogos y escenas más clichés, azucaradas y nauseabundas que se me puedan ocurrir. Juro que si pudiera, vomitaría arcoíris.

Mi libro más vendido ha sido “El amor como un árbol de cerezo.” Es mi más reciente obra y fue lo mejor que pude haber escrito. Las mujeres se vuelven locas al leer como un hombre se arrastra por la mujer que aman; algo que jamás pasa en la vida real, por eso les encanta ese cliché.

El día de hoy tengo una firma de libros importante en una librería de gran prestigio, por lo que, necesito dar lo mejor de mí.

Los medios comienzan a creer que soy gay porque nunca han visto a una mujer a mi lado y a pesar de tener 30 años no estoy casado. No soy homosexual, me encantan las mujeres, pero no deseo amar a ninguna. Estoy considerando la idea de un matrimonio por contrato, pero no he encontrado el prospecto de mujer que se adapte a mí.

Me encuentro sentado en mi lugar, al frente de una gran multitud de chicas y una minoría de varones. Las mujeres chillan de emoción mientras sujetan con fuerza las ediciones especiales del libro.

Joder, me comienza a dar jaqueca tanto escándalo. Mis oídos comienzan a zumbar con intensidad y el nerviosismo me corroe.

Las personas creen que es fácil estar frente a un gran público cuando tienes fama, lo que no saben es que nunca te terminas de acostumbrar y los nervios se sienten igual que la primera vez.

Lucas, mi mánager, posa una mano sobre mi hombro y ejerce algo de fuerza.

—Tranquilo. Repasa lo que hemos trabajado anteriormente. Respira hondo y exhala por la boca. —menciona con la suficiente claridad para poder escucharlo entre tanto caos.

—Sé lo que tengo que hacer, no tienes que repetírmelo. —sentencio.

—Tan simpático como siempre. —dice sarcásticamente.

El bullicio comienza a ponerme de malhumor, lo peor es que tengo que disfrazarlo en el momento en que me pasen el micrófono para iniciar la firma de libros.

Cierro los ojos con fuerza, intentando imaginar que estoy en un cubo blanco, donde no hay sonido, ni personas, solo yo, mi escritorio y mi laptop en la que me dedico a escribir. Una sonrisa genuina se dibuja en mi rostro.

Aunque el romance es de lo más trivial para mí, escribir me ha mantenido al margen del abismo. La escritura es mi manera de redimirme, necesito estarlo haciendo constantemente, me hace sentir que tengo un propósito en esta vida y puedo trasmitir parte de ese propósito a quienes me leen.

Abro los ojos y observo como la librería se va llenando cada vez más, formando así una larga línea que se extiende hasta las afueras del lugar.

Lucas me entrega el micrófono y es hora de empezar esta m****a.

Me pongo de pie ante la mesa frente a la cual me encontraba sentado. Los gritos que acribillan mis oídos son molestos, pero evito cualquier muestra de ello.

—¡Bienvenidos sean todos! —finjo una sonrisa. —Muchas gracias por estar aquí esta tarde. Es un gran honor para mí tener de frente a todos aquellos que han hecho posible mi carrera; sin ustedes no soy nadie.

Las risitas de las chicas se hacen presentes, acompañadas de chillidos y algunos gritos de fanáticas diciendo lo mucho que me aman.

Amar… Una palabra tan corta, pero de gran impacto.

—Espero poder interactuar un poco con todos ustedes mientras firmo sus libros. Quizá haga algunas preguntas, no tienen que responder si no quieren. —declaro.

Por mí, me quedo callado y con un rostro de amargado todo el maldito evento.

Las correas que separaban al publico de la mesa, son abiertas y comienzan a avanzar de uno en uno.

Firmo los primeros libros, mientras pregunto sus nombres, edad, pasatiempos, libro favorito, entre otras cosas más. La mayoría de mis lectores son menores de edad, por lo que trato de ser amable y de mis libros solo hay 2 con contenido erótico.

En la firma de libros de esas dos historias, me encargué de poner un límite de edad, por lo que en la entrada pidieron identificaciones y si no la mostraban, no tenían acceso.

Esta vez, el evento es para todo publico al igual que esa obra.

Conforme pasa el tiempo me olvido de sus nombres y toda la información que me habían dado. Mi mano comienza a doler y la situación se empieza a sentir tediosa.

—¿Cómo te llamas? —disimulo la frustración en mi voz.

—Lory Steel. —responde una voz dulce y suave.

Alzo la vista para observar a su portadora. Una joven con las mejillas sonrojando su blanca piel y aquellos ojos grisáceos iluminados; me observa atenta mientras espera que firme.

Carraspeo la garganta y bajo la vista, empuñando con fuerza el bolígrafo y plasmando las letras de su nombre.

—¿Qué edad tienes, Lory? —pregunto, mientras me dedico a escribir una nota.

—25 años. —responde tranquilamente.

—Cuéntame, ¿tienes novio? —cuestiono.

—Con todo respeto, señor, pero soy lectora de romance, ¿usted cree que me conformaría con un simple mortal?

Esa respuesta me hace reír. Es sin duda una chica bastante carismática, todo lo contrario a lo que soy.

Cierro el libro y se lo entrego.

—Lory, ¿me aceptaría un café después de la firma de libros? —alzo la vista.

La sorpresa en su rostro me demuestra que esperaba de todo menos eso. La entiendo, las posibilidades de que tu autor favorito te invite a un café son una entre un millón.

Esta chica es el prospecto ideal para concretar un matrimonio por contrato, parece ser tan ingenua, inocente y sumisa. Justo lo que necesito.

—¡Claro! —exclama emocionada. —Esperaré por usted.

La observo avanzar hacia el extremo contrario por el cual entró. Vuelvo mi vista al frente y continúo mi trabajo.

Perdí la cuenta de la cantidad de libros que he firmado esta tarde. Este ha sido uno de los eventos más grandes que he tenido, y estoy exhausto.

Cuando por fin tomo mis cosas para largarme, ya que el establecimiento quedó medio vacío en cuanto el evento terminó; observo en un rincón a aquella joven, sumida en la lectura de mi libro. Me pregunto cuantas veces se lo ha leído.

Contemplo como cruza las piernas y moja sus dedos para pasar página. Tentador.

Me acerco a ella, no nota mi presencia, por lo que carraspeo la garganta para llamar su atención. Se sobresalta cuando me escucha, alza la vista rápidamente y una sonrisa se forma en sus labios. Cierra el libro y se pone de pie.

—¿Te apetece ir a la cafetería que está cruzando la calle? —cuestiono.

Encoge sus hombros restándole importancia. La guío hacía la puerta y la abro para que salga primero.

En el exterior, el frío viento me golpea. El cabello cobrizo de la chica revolotea por su rostro y su vestido largo, floreado, vuela hacía los lados.

Caminamos en silencio hasta el cruce peatonal y nos detenemos en la espera de que el semáforo se ponga en rojo para cruzar.

No quiero mencionar nada en estos momentos, puesto que deseo estar en un lugar cómodo antes de proponerle este trato tan descabellado.

Tengo un contrato preparado, pero no lo cargo a la mano, pues no esperaba encontrar a la mujer ideal para esto, por lo que, si ella accede, tendré que citarla otro día para negociar los términos con los que este en acuerdo y con los que no.

Cuando por fin los autos se detuvieron, cruzamos la calle. Llegamos al frente de la cafetería, la invito a pasar y entro detrás de ella.

En el lugar hay unas cuantas caras conocidas que se presentaron a la firma. No recuerdo sus nombres, pero si recuerdo lo mucho que se emocionaron con las notas que dejé en la página que firme.

Las miradas de curiosidad recaen sobre Lory, pero la chica parece no inmutarse.

La guío hacia una mesa que está del lado de la ventana. Toma asiento y hago lo mismo frente a ella.

Una mesera se acerca y toma nuestras órdenes; dos lates de dulce de leche.

—Bien, Lory. —comienzo. —Cuéntame de ti.

—Bueno, no hay mucho que contar. —se encoge de brazos. —Soy una simple chica que vive sola y se refugia en los libros de romance para llenar la ausencia del romanticismo en su vida.

No entiendo porque me gusta como se expresa. La mayoría de las mujeres que he conocido nunca dan respuestas tan creativas y divertidas.

—¿Trabajas? —cuestiono.

—Si, tengo dos trabajos de medio tiempo. —responde tímidamente. —Por las mañanas trabajo en una cafetería de mesera y por las tardes en una librería.

—¿Puedo saber por que trabajas tanto? —la curiosidad me gana.

—Mis padres me botaron de casa hace tiempo y tenía que sobrevivir de alguna manera. —baja la mirada. —Tengo que pagar el alquiler y los servicios, y por supuesto, seguir comprando cada libro que lanza.

Pobre chica, ¿Qué habrá hecho para que la dejarán a su suerte? Es tan amable y sumisa, no hace daño a nadie. Algún día sabré la razón de ello.

—¿Así que ha comprado todos mis libros? —cambio el tema.

—Cada uno de ellos, incluyendo las ediciones especiales. —responde con orgullo.

Me sorprende lo que acaba de decir. ¿Tanto me admira? Joder, nunca pensé que alguna fanática llegaría a tanto. Las ediciones especiales no son baratas.

—Dime, Lory. ¿Cuáles son tus metas?

—Tengo planeado retomar la universidad en algún momento; mi carrera en literatura se quedó estancada cuando me echaron de casa. Deseo graduarme y conseguir un empleo digno de mi formación académica. —responde con tristeza.

Esta chica es la elegida, sin duda. Con la poca información que he logrado obtener, estoy seguro de que aceptará sin siquiera dudarlo.

—¿Por qué me pregunta todo esto? —su semblante cambia y la duda se hace presente en su rostro.

—Quiero proponerte algo. —declaro.

—¿Ah, sí? ¿Qué cosa? —cuestiona curiosa.

—Un matrimonio por contrato.

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