Estaba de vuelta a la vieja cabaña donde solía vivir con mis padres. Mamá estaba en la cocina picando verduras mientras yo contemplaba el fuego arder en la chimenea. Mi padre se encontraba afuera, cortaba leña; podía escuchar el estruendo del hacha golpeando contra la madera y el gruñido de esfuerzo que hacía. Mi pequeño cuerpo de seis años caminó hacia mi madre y levanté la cabeza para mirarla. Su rostro se veía borroso de nuevo, pero podía escucharla tararear una canción mientras picaba zanahorias.—Mamá —jalé el borde de su vestido y ella dejó de cortar.—¿Qué pasa, cariño? —bajó la mirada y ahí estaba, esa hermosa sonrisa afectuosa.—¿Estos son recuerdos? —pregunté.—Así es, pequeña —respondió, acariciando mi cabeza.—¿Y tú ya no estás?.—No, mamá y papá ya no están —tomó mi mano y me dirigió al sofá—. Estoy en tus recuerdos, en esos que has olvidado.—¿Que he olvidado? ¿Por qué?.—Tus traumas te han hecho olvidar lo más fundamental en tu vida, lo que mamá te ha enseñado —se sent
El sudor resbala por mi frente y mis sienes palpitan al abrir los ojos. Mis iris conectan con el techo y me incorporo instintivamente, como si la sábana bajo mi espalda quemara. Recorro el lugar con mis orbes temblorosos y me percato de que estoy en la cama de Benjamin. Recuerdo haberme quedado dormida mientras hablaba con Joel en el suelo. Él se había rendido en mi regazo.Nunca antes había dudado de mi propia existencia hasta ahora. No cabe duda de lo que me está sucediendo, de lo que he estado evitando todo este tiempo, de lo que me rodea. Pero ya no puedo seguir colocando frente a mis ojos esa misma tela oscura que me impide ver la realidad.Al intentar levantarme de la cama apresurada, algo ligero a mi lado me detiene. Me volteo y me doy cuenta de que no he estado durmiendo sola; Joel ha estado conmigo. Está aferrado a mí como un koala bebé que no quiere desprenderse de su madre.A pesar de verlo a mi lado como un pequeño ángel inocente, no me detengo en deslizarme fuera de la ca
—Mami —frunzo el ceño con molestia ante el llamado, más por la luz que ilumina mi rostro que por otra cosa—, ¿cuándo vas a despertar?.Una pequeña mano fría sostiene la mía, acariciándola y jugando con mis dedos. Abro lentamente los párpados, sintiendo como si estuvieran hechos de cemento, mientras mis ojos intentan adaptarse a la iluminación de la habitación.—¿Qué...? —gesticulo al sentir una punzada de dolor en mi cabeza, que amenaza con explotar.—¡Mami! —la voz de Joel chilla a mi lado, aferrándose a mí como un mono y abrazándome al levantarme—. ¿Estás bien, mami?.—Joel... —lo miro confundida, observando a mi alrededor, reconociendo la habitación de Benjamin por su característico olor impregnado en el ambiente—. Yo... ¿Qué me pasó?.—Estabas enferma, mami —entierra su cara en mi pecho y solloza—. Pensé que no volverías a despertar.—¿De qué estaba enferma? —pregunto desorientada, luchando por recordar lo que ha ocurrido.—Tenías fiebre alta y no despertabas—explica aferrándose a
—¿Qué fue... eso? —mi voz tiembla mientras observo a Benjamin con horror. Estoy en una familia de monstruos, y ahora resulta que también son curanderos. Es absurdo, incluso si lo digo en voz alta suena como una locura —. Acabo de besarte y... no siento dolor, mi cuerpo está...—Nevaeh —Benjamin agarra mi muñeca y me detiene bruscamente —. No deberías haber hecho eso.—Por favor, escúchame...—¿Qué quieres que escuche? —avanza hacia mí, haciéndome tropezar con mis propios pasos —. No actúes impulsivamente, o habrá consecuencias.Me empuja hacia la cama, atrapando mi cuerpo bajo el suyo, y siento un suspiro escaparse de mis labios. Sujeta mis manos encima de mi cabeza aplastándolas contra el colchón. —¿Qué estás haciendo? —mi voz suena débil al tiempo que me asusto por ver el cambio de color en sus ojos otra vez.—A veces, debes dejar las cosas como están, Nevaeh —gruñe con los dientes apretados —. No siempre tengo la fuerza sobrehumana para controlarme.Mis ojos se abren de par en par
Casi suelto un grito de horror al presenciar con mis propios ojos cómo algo se mueve en ese estómago gigante. A pesar de que ella está sedada, el bebé se agita violentamente. Estoy segura de que esos movimientos bruscos en su vientre eran la causa de sus gritos de agonía. Es evidente que un bebé normal no se mueve así. Además, ¿me han estado mintiendo? Se supone que debería tener cinco meses, pero esa maldita barriga es demasiado grande.—Estas son las consecuencias de tu imprudencia —reprende el señor Charles a su hijo—. ¿Es esto lo que querías? ¿Crees que todo termina aquí? Ese bastardo en su vientre no servirá para nada, no permitiré que lo arruines, Benjamin.—¿Y qué piensas hacer al respecto? —la mirada infernal de Benjamin se clava en su padre como si fuera su peor enemigo—. No pretendas que sea como tú.—Eres igual que tu abuelo —espeta su padre fríamente—. Mira dónde lo ha llevado el amor. ¿Vas a seguir sus pasos? Conoces las consecuencias de tus actos.—¿Y crees que me import
POV. Benjamin Worsley.Cuando tenía siete años, solía escaparme de mi habitación en plena noche. Mis pasos siempre me llevaban al mismo lugar: esa imponente puerta de color miel. Cada vez que la atravesaba, me encontraba con los mismos cuadros de mujeres sonrientes en hermosos paisajes. Parecían tan bellas y llenas de vida. Al notar el espacio vacío en la pared, entre los otros retratos, sabía que allí estaría el siguiente cuadro de mi futura esposa. Desde niño lo supe, aunque no sentía orgullo por ello. Estas no eran obras de arte para presumir o atesorar, pues representaban muerte, nostalgia y agonía.Era mi abuelo quien me contaba el destino de "ellas", las Oracelias. Llegaban al castillo enamoradas, irradiando felicidad al quedar embarazadas, pero con el paso de los días, perdían ese brillo, esa vitalidad. El Umbríleo que crecía en su vientre consumía su energía vital.Cuando comenzaban a notar que algo no estaba bien con sus cuerpos, que sus embarazos no eran normales, o que sus
A los veinticinco años, experimenté de lleno el sufrimiento de una Oracelia al presenciar el destino de la esposa de mi tío Richard. Tal como predijo mi abuelo, llegó al castillo profundamente enamorada. Bélica Montemayor, así se llamaba la próxima incorporación a la galería de retratos.La observaba desde lejos, una belleza impresionante, mientras mi tío, a pesar de su naturaleza tímida y reservada, le mostraba afecto. Como mi padre antes que él, había aceptado su destino y estaba decidido a cumplir con el mandato de la profecía.Hubo momentos en los que sentí el impulso de revelarle toda la verdad a Bélica, pero sabía que hacerlo solo traería su muerte, ya sea porque huiría aterrorizada o porque enfrentaría un destino aún más cruel. Era mejor obedecer y evitar que la maldición se revelara violentamente.Bélica quedó embarazada poco después de casarse con mi tío, un motivo de alegría para la familia. Sin embargo, a los tres meses, notó un crecimiento anormal en su vientre y experimen
—¿Estás seguro? —mi abuelo me preguntó por quinta vez, tratando de asegurarse de que lo que le estaba diciendo no era una locura.—Nunca había estado tan seguro en mi vida —respondí con determinación, mientras llevaba el tabaco a mis labios y daba una calada.Estábamos en mi estudio, solo él y yo. Mi abuelo era la única persona a quien podía contarle todas mis angustias, quien podía entenderme a la perfección sin cuestionarme como lo hacía mi padre. Y aunque lo que le estaba diciendo en ese momento era una total locura, él simplemente mantuvo silencio y escuchó.—¿De verdad eres capaz de llegar tan lejos? —inquirió confundido. Quizás porque pensaba que ni siquiera su amor por su difunta esposa le había dado el valor de hacer lo que yo estaba dispuesto a hacer. Pero yo no era como ellos; yo entraría a las llamas del infierno para que la sonrisa en los labios de la mujer que amaba perdurara.—Lo soy, abuelo —afirmé, con la mirada perdida en el alba del jardín—. No tengo la menor duda, e