—¿Qué fue... eso? —mi voz tiembla mientras observo a Benjamin con horror. Estoy en una familia de monstruos, y ahora resulta que también son curanderos. Es absurdo, incluso si lo digo en voz alta suena como una locura —. Acabo de besarte y... no siento dolor, mi cuerpo está...—Nevaeh —Benjamin agarra mi muñeca y me detiene bruscamente —. No deberías haber hecho eso.—Por favor, escúchame...—¿Qué quieres que escuche? —avanza hacia mí, haciéndome tropezar con mis propios pasos —. No actúes impulsivamente, o habrá consecuencias.Me empuja hacia la cama, atrapando mi cuerpo bajo el suyo, y siento un suspiro escaparse de mis labios. Sujeta mis manos encima de mi cabeza aplastándolas contra el colchón. —¿Qué estás haciendo? —mi voz suena débil al tiempo que me asusto por ver el cambio de color en sus ojos otra vez.—A veces, debes dejar las cosas como están, Nevaeh —gruñe con los dientes apretados —. No siempre tengo la fuerza sobrehumana para controlarme.Mis ojos se abren de par en par
Casi suelto un grito de horror al presenciar con mis propios ojos cómo algo se mueve en ese estómago gigante. A pesar de que ella está sedada, el bebé se agita violentamente. Estoy segura de que esos movimientos bruscos en su vientre eran la causa de sus gritos de agonía. Es evidente que un bebé normal no se mueve así. Además, ¿me han estado mintiendo? Se supone que debería tener cinco meses, pero esa maldita barriga es demasiado grande.—Estas son las consecuencias de tu imprudencia —reprende el señor Charles a su hijo—. ¿Es esto lo que querías? ¿Crees que todo termina aquí? Ese bastardo en su vientre no servirá para nada, no permitiré que lo arruines, Benjamin.—¿Y qué piensas hacer al respecto? —la mirada infernal de Benjamin se clava en su padre como si fuera su peor enemigo—. No pretendas que sea como tú.—Eres igual que tu abuelo —espeta su padre fríamente—. Mira dónde lo ha llevado el amor. ¿Vas a seguir sus pasos? Conoces las consecuencias de tus actos.—¿Y crees que me import
POV. Benjamin Worsley.Cuando tenía siete años, solía escaparme de mi habitación en plena noche. Mis pasos siempre me llevaban al mismo lugar: esa imponente puerta de color miel. Cada vez que la atravesaba, me encontraba con los mismos cuadros de mujeres sonrientes en hermosos paisajes. Parecían tan bellas y llenas de vida. Al notar el espacio vacío en la pared, entre los otros retratos, sabía que allí estaría el siguiente cuadro de mi futura esposa. Desde niño lo supe, aunque no sentía orgullo por ello. Estas no eran obras de arte para presumir o atesorar, pues representaban muerte, nostalgia y agonía.Era mi abuelo quien me contaba el destino de "ellas", las Oracelias. Llegaban al castillo enamoradas, irradiando felicidad al quedar embarazadas, pero con el paso de los días, perdían ese brillo, esa vitalidad. El Umbríleo que crecía en su vientre consumía su energía vital.Cuando comenzaban a notar que algo no estaba bien con sus cuerpos, que sus embarazos no eran normales, o que sus
A los veinticinco años, experimenté de lleno el sufrimiento de una Oracelia al presenciar el destino de la esposa de mi tío Richard. Tal como predijo mi abuelo, llegó al castillo profundamente enamorada. Bélica Montemayor, así se llamaba la próxima incorporación a la galería de retratos.La observaba desde lejos, una belleza impresionante, mientras mi tío, a pesar de su naturaleza tímida y reservada, le mostraba afecto. Como mi padre antes que él, había aceptado su destino y estaba decidido a cumplir con el mandato de la profecía.Hubo momentos en los que sentí el impulso de revelarle toda la verdad a Bélica, pero sabía que hacerlo solo traería su muerte, ya sea porque huiría aterrorizada o porque enfrentaría un destino aún más cruel. Era mejor obedecer y evitar que la maldición se revelara violentamente.Bélica quedó embarazada poco después de casarse con mi tío, un motivo de alegría para la familia. Sin embargo, a los tres meses, notó un crecimiento anormal en su vientre y experimen
—¿Estás seguro? —mi abuelo me preguntó por quinta vez, tratando de asegurarse de que lo que le estaba diciendo no era una locura.—Nunca había estado tan seguro en mi vida —respondí con determinación, mientras llevaba el tabaco a mis labios y daba una calada.Estábamos en mi estudio, solo él y yo. Mi abuelo era la única persona a quien podía contarle todas mis angustias, quien podía entenderme a la perfección sin cuestionarme como lo hacía mi padre. Y aunque lo que le estaba diciendo en ese momento era una total locura, él simplemente mantuvo silencio y escuchó.—¿De verdad eres capaz de llegar tan lejos? —inquirió confundido. Quizás porque pensaba que ni siquiera su amor por su difunta esposa le había dado el valor de hacer lo que yo estaba dispuesto a hacer. Pero yo no era como ellos; yo entraría a las llamas del infierno para que la sonrisa en los labios de la mujer que amaba perdurara.—Lo soy, abuelo —afirmé, con la mirada perdida en el alba del jardín—. No tengo la menor duda, e
Empecé a tener problemas con el embarazo de Giselle. Nunca antes en la historia de la familia Worsley se había utilizado a una humana común para llevar en el vientre a un Umbríleo. Tal vez nadie se había atrevido debido a las altas consecuencias, optando siempre por el camino más seguro para evitar enfrentarlas.El vientre de Giselle crecía a un ritmo alarmante, algo que también notó ella, comenzando a sospechar. Me di cuenta de que el proceso de gestación no era igual que con una Oracelia. Ese bebé sería impuro, nacería antes de tiempo y consumiría la vida de la madre rápidamente, ya que Giselle era una humana común y corriente, no una Oracelia con sangre pura capaz de resistir hasta los seis meses para satisfacer completamente a la criatura.—¿¡Por qué demonios haces esto!? —me gritó mi padre esa misma noche en que llevé a Giselle al castillo. Mi tío también estaba presente; habíamos hablado antes, pero nunca le mencioné lo que haría. Solo mi abuelo estaba enterado—. ¿¡Embarazaste a
Nevaeh me sigue mirando como si estuviera loco. Lo que acabo de decirle parecería irracional para cualquiera, considerando cómo la he tratado, pero si alguien se pusiera en mis zapatos, entendería las razones detrás de mis acciones.—¿Qué... acabas de decir? —me empuja suavemente en el pecho, haciendo una mueca de dolor—. Tú no me amas, ¿por qué sufrirías?.—Escucha, eso no es importante ahora. Debemos consumar el matrimonio —insisto, pero ella frunce el ceño con molestia y confusión—. No hay tiempo, Nevaeh.—¿Te das cuenta de lo que me pides? —pregunta—. Es una locura, claro que no lo haré... —pausa un momento, reflexionando. De pronto, sus ojos reflejan un dolor aún mayor—. Dijiste que te resultaba repugnante, ¿por qué ahora quieres...? —no termina la frase cuando el dolor en su pecho la asalta nuevamente, robándole el aire.—Nevaeh, escúchame por ahora, ¿de acuerdo? Después te lo explicaré —la recuesto suavemente contra la corteza del árbol, acercándome lo más posible para aliviar
Saco mis dedos de su interior y ella chilla en protesta. Me pongo de rodillas entre sus piernas para desabrocharme el pantalón y quitarme el cinturón. Ella me mira desde abajo, pero yo no miro sus ojos ni su cara, solo contemplo la hermosa figura que ha estado escondida bajo su ropa todo este tiempo. Ni siquiera sé cómo tuve la fuerza para contenerme y no tomarla antes; quizás porque para mí su seguridad era más importante que mis deseos.Me quito la camisa y todo lo que traigo encima con la rapidez que puedo reunir. Me inclino hacia ella de nuevo, abriendo sus piernas por completo para poder entrar. Capturo sus labios para evitar que replique por lo rápido que voy. Ya no me importa dónde estamos, solo quiero sentirla, saciar esta necesidad, mantenerla con vida aunque sea de esta forma poco digna.—Agárrate de mí —le indico mientras levanto su pierna y la envuelvo en mi cadera—. Rodea mi cuello y sostente.Ella hace lo que digo, manteniendo sus ojos cerrados, quizás temerosa de que le