Luciana se encontraba abrazada a los brazos de su padre, sintiendo la calidez de su presencia mientras las lágrimas brotaban sin parar de sus ojos. El dolor y la traición la asfixiaban, y no podía contener el sollozo que se escapaba de sus labios. Camilo, a su lado, intentaba consolarla con suaves caricias en la espalda, aunque sentía que la rabia lo invadía cada vez más. La impotencia se apoderaba de él, y deseaba poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el sufrimiento de su hija. —Yo mataré a esa Gala —dijo Ximena, su voz temblando de furia y decepción—. ¡Jamás debí confiar en ella! —No me importa ella, mamá. Es él el traidor —replicó Luciana, apartando la cabeza del pecho de su padre para mirar a su madre con desdén—. Yo no quiero volver a verlo. La desesperación en su voz era palpable, y Camilo sintió un nudo en el estómago. La imagen de su hija rota por el dolor era insoportable. —Luciana, cariño —intervino Ximena, suavizando el tono—. Tienes que entender que esto n
Ha pasado un mes desde que Luciana y Chris terminaron. En este momento, él se encuentra en el baño de su departamento, luchando contra el ardor en su garganta y la sensación de vacío en su estómago. Desde hace semanas, no ha logrado dejar de vomitar, y cada vez que lo hace, el alivio es momentáneo, como una sombra que se disipa.Cuando finalmente termina de vaciar su estómago, se levanta con esfuerzo, se enjuaga la boca y se ducha, sintiendo que el agua caliente alivia un poco la tensión en sus músculos. Sin embargo, el dolor emocional sigue latente, una punzada constante en su pecho que no puede ignorar. Al regresar a la habitación, se encuentra con Gala, que está recostada en la cama, con una expresión de preocupación en su rostro.—Te sientes mal, Chris —pregunta ella, con un tono suave que contrasta con su habitual energía.—No me siento pésimo —responde él, intentando mantener la compostura, pero la fatiga y el desánimo son evidentes en su voz. Se sienta en el borde de la cama, s
Santiago y Chris se encontraban en una reunión con varios empresarios, en un salón elegante y bien iluminado. La conversación giraba en torno a la nueva asociación que planeaban formar con un empresario influyente que, para Santiago, no inspiraba confianza. En cambio para Chris si porque Raúl lo recomendó. Debido a que las antiguas asociaciones las había manejado Rodrigo y Chris sabía que habían sido negocios sucios, pero si se lo decía a Santiago él jamás lo creería. —No sé, Chris —dijo Santiago, ajustándose la corbata mientras su mirada se mantenía fija en su hermano—. No me gusta su forma de actuar. Hay algo en él que me da mala espina. Chris, por otro lado, parecía completamente convencido y despreocupado. —Santi, no seas tan melodramático —respondió Chris con una sonrisa arrogante, desestimando la inquietud de su hermano—. Este tipo tiene conexiones que podrían catapultarnos a otro nivel. Si cierras esa boca y dejas de lado tus dudas, podríamos hacer historia. Santiago fr
Luciana se despertó completamente desconcertada. La noche anterior había sido un caos; su mente aún bullía con las conversaciones que había tenido con varios empresarios sobre las instrucciones que su padre le había dado. Tras esa noche tan intensa, Santiago la había acompañado de vuelta a su casa. Recordaba vívidamente al empresario turco que había intentado acercarse a ella. Al encender su celular recibió varios mensajes a sus redes sociales, invitándola a salir. Sin embargo, ella lo bloqueo; no tenía ganas de forjar una amistad con nadie más, y mucho menos con alguien a quien ni siquiera conocía. Cuando bajó a desayunar, se dio cuenta de que le habían llegado rosas y una joya. La nota decía que eran de parte de Kemal. "Luciana, No puedo dejar de pensar en ti desde nuestra primera conversación. Eres una mujer fascinante, y me encantaría tenerte a mi lado esta noche. La joya es solo un pequeño anticipo de lo que puedo ofrecerte. Te espero.Kemal" —¿Conociste a un hombre y te
Gala se encontraba en el departamento de Chris, rodeada de un silencio que le resultaba opresivo. La luz del sol entraba por las ventanas, iluminando el lugar, pero no lograba disipar la tensión en su pecho. Fue entonces cuando un golpe resonó en la puerta, sacándola de sus pensamientos. —Lárgate... —gritó, con la voz al borde de la desesperación, pensando que se trataba de Matt. quién habia venido un día antes. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Santiago. —Ahora la zorrita de mi hermano me echa del departamento... —dijo Santiago, con rabia visible en sus ojos oscuros. Su tono era mordaz, y su postura agresiva, lo que le dio a Gala la sensación de que estaba siendo atacada. —No me llames así. ¿Qué quieres aquí? —respondió ella, con la mandíbula apretada y una chispa de desafío en su mirada. —Christhopher olvidó unos papeles, y es lo que eres, una zorrita, Gala. O como se le llama a una mujer que se mete en una relación. Ahora, ¿por qué lloras? —Santia
Luciana se despertó temprano, sintiéndose nauseabunda. La sensación de malestar en su estómago era constante, como si una ola de incomodidad la envolviera. Con esfuerzo, se incorporó en la cama, y al mirar a su alrededor, notó que la luz del sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, creando un ambiente tenue y casi irreal. Su mamá se acercó a ella, el rostro lleno de preocupación. En su mano llevaba una pequeña caja de cartón, que le entregó con un gesto serio. —Mamá, yo no estoy embarazada —replicó Luciana, intentando que su voz sonara firme, aunque en el fondo se sentía insegura. —Luciana, hazte la prueba. Esto es serio —dijo su madre, la preocupación evidente en su tono. Luciana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de su madre resonaban en su mente, haciendo eco de sus propios temores. Mientras miraba la caja, su corazón latía con fuerza. —¿Y si sí lo estoy? —preguntó, su voz temblando ligeramente, mientras una mezcla de ansiedad y mie
Christopher se encontraba en su oficina, sentado cómodamente en su escritorio, mientras Gala se acomodaba en la silla frente a él. La conversación fluía con aparente naturalidad, aunque el ambiente parecía cargado de algo más. Christopher no tardó en contarle lo que estaba en su mente.—Voy a firmar con Kemal —dijo Christopher con una sonrisa que denotaba seguridad—. No me importa lo que piense Santiago, esto es lo mejor para mí y para la empresa.Gala asintió rápidamente, mostrándole todo su apoyo, aunque en el fondo había más interés que comprensión.—Estoy de acuerdo contigo, Chris. Hacer lo que es mejor para ti es lo más importante, y si Santiago no lo entiende, es su problema —respondió con voz suave, inclinándose un poco hacia él para captar toda su atención.Christopher la miró un segundo, y aunque asintió, había algo en su expresión que Gala notó enseguida. Se inclinó un poco más, preocupada, y le preguntó, fingiendo interés genuino:—¿Te pasa algo? Estás raro hoy...Christoph
Luciana se encontraba en una cafetería, sentada junto a una ventana, mientras observaba distraídamente cómo la lluvia fina cubría las calles. Esperaba a Gala, y no lograba entender cómo había aceptado ver a esa mujer. Su supuesta mejor amiga, quien se había encargado de arruinarle la vida y robarle al amor de su vida. Cuando finalmente vio a Gala entrar, sintió un nudo en el estómago. Respiró hondo para mantenerse calmada. —Al fin llegas —Luciana rodó los ojos al verla acercarse, su tono cargado de ironía. Gala, siempre con esa actitud altiva, sonrió con un toque de disculpa, pero en sus ojos había algo calculador. Luciana lo notaba, pero no podía identificarlo del todo. —Había mucho tráfico... —dijo Gala con voz melosa, mientras se acercaba a la mesa—. ¿Ya has pedido tu bebida? —Sí, pedí un té —respondió Luciana, con una frialdad controlada. Gala lanzó una mirada rápida a la mesera que las atendía, una mirada que Luciana no notó del todo, pero que era suficiente para que la mes