Luciana se despertó temprano, sintiéndose nauseabunda. La sensación de malestar en su estómago era constante, como si una ola de incomodidad la envolviera. Con esfuerzo, se incorporó en la cama, y al mirar a su alrededor, notó que la luz del sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, creando un ambiente tenue y casi irreal. Su mamá se acercó a ella, el rostro lleno de preocupación. En su mano llevaba una pequeña caja de cartón, que le entregó con un gesto serio. —Mamá, yo no estoy embarazada —replicó Luciana, intentando que su voz sonara firme, aunque en el fondo se sentía insegura. —Luciana, hazte la prueba. Esto es serio —dijo su madre, la preocupación evidente en su tono. Luciana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de su madre resonaban en su mente, haciendo eco de sus propios temores. Mientras miraba la caja, su corazón latía con fuerza. —¿Y si sí lo estoy? —preguntó, su voz temblando ligeramente, mientras una mezcla de ansiedad y mie
Christopher se encontraba en su oficina, sentado cómodamente en su escritorio, mientras Gala se acomodaba en la silla frente a él. La conversación fluía con aparente naturalidad, aunque el ambiente parecía cargado de algo más. Christopher no tardó en contarle lo que estaba en su mente.—Voy a firmar con Kemal —dijo Christopher con una sonrisa que denotaba seguridad—. No me importa lo que piense Santiago, esto es lo mejor para mí y para la empresa.Gala asintió rápidamente, mostrándole todo su apoyo, aunque en el fondo había más interés que comprensión.—Estoy de acuerdo contigo, Chris. Hacer lo que es mejor para ti es lo más importante, y si Santiago no lo entiende, es su problema —respondió con voz suave, inclinándose un poco hacia él para captar toda su atención.Christopher la miró un segundo, y aunque asintió, había algo en su expresión que Gala notó enseguida. Se inclinó un poco más, preocupada, y le preguntó, fingiendo interés genuino:—¿Te pasa algo? Estás raro hoy...Christoph
Luciana se encontraba en una cafetería, sentada junto a una ventana, mientras observaba distraídamente cómo la lluvia fina cubría las calles. Esperaba a Gala, y no lograba entender cómo había aceptado ver a esa mujer. Su supuesta mejor amiga, quien se había encargado de arruinarle la vida y robarle al amor de su vida. Cuando finalmente vio a Gala entrar, sintió un nudo en el estómago. Respiró hondo para mantenerse calmada. —Al fin llegas —Luciana rodó los ojos al verla acercarse, su tono cargado de ironía. Gala, siempre con esa actitud altiva, sonrió con un toque de disculpa, pero en sus ojos había algo calculador. Luciana lo notaba, pero no podía identificarlo del todo. —Había mucho tráfico... —dijo Gala con voz melosa, mientras se acercaba a la mesa—. ¿Ya has pedido tu bebida? —Sí, pedí un té —respondió Luciana, con una frialdad controlada. Gala lanzó una mirada rápida a la mesera que las atendía, una mirada que Luciana no notó del todo, pero que era suficiente para que la mes
Luciana no entendía en lo más mínimo la actitud de Gala el día anterior, pero decidió no prestarle demasiada atención. Sabía que tenía que enfocarse en su futuro y en su hijo. Ahora se encontraba en la oficina de Santiago, quien le había pedido hablar con ella de manera urgente. Al entrar, notó que él se veía raro, demasiado raro.—Gracias por venir, Lu —dijo Santiago, su voz algo apagada, mientras cerraba la puerta detrás de ella.Luciana lo observó con una ligera sensación de inquietud. Santiago siempre había sido una figura constante y confiable en su vida, pero hoy algo en él parecía estar fuera de lugar.—De nada... —respondió ella, sentándose lentamente en una de las sillas frente al escritorio—. ¿Todo está bien, Santi? Te ves... preocupado.Santiago suspiró, pasándose una mano por el cabello con evidente nerviosismo. Caminó de un lado a otro de la habitación, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Finalmente, se detuvo y la miró con una expresión que mezclaba preocu
Luciana se abrazaba a su madre con fuerza, sus lágrimas empapaban el suéter de Ximena, quien la rodeaba con sus brazos, intentando calmar su angustia. El rostro de Luciana estaba desencajado, pálido y sus ojos reflejaban un dolor profundo, casi insoportable. Se sentía destrozada, traicionada, con el alma rota por lo que Christhopher le había hecho. Ximena, a su lado, estaba llena de desconcierto y dolor. No lograba entender cómo alguien podía lastimar tanto a su hija. La desesperación de ver a Luciana así la consumía. —Jamás debí decirte que hables con ese tipo, perdón, amor... —se disculpó Ximena, su voz entrecortada, casi ahogada por la culpa. Sus dedos acariciaban el cabello de Luciana, intentando consolarla, aunque sabía que nada podría aliviar el sufrimiento de su hija en ese momento. Luciana negó suavemente, sin despegarse del abrazo de su madre, sintiendo cómo el peso de la tristeza la hundía cada vez más. —No es tu culpa, mamá —respondió con un hilo de voz, temblando—.
Christopher estaba de pie frente a su familia, con Gala a su lado. La tensión en el ambiente era evidente; sus padres intercambiaban miradas de desaprobación. Aunque Chris era un adulto y, por lo tanto, tenía el derecho de tomar sus propias decisiones, la idea de su inminente boda no era algo que pudieran aceptar con facilidad. —La boda será dentro de un mes —anunció Chris, su voz firme, pero una ligera ansiedad se podía notar en sus ojos. —Definitivamente tú estás loco —dijo Mariana, su tono lleno de incredulidad. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, como si intentara protegerse de lo que estaba a punto de escuchar. —¿Por qué no pueden apoyarme en esto? —respondió Chris, un poco frustrado, sin poder entender la resistencia de su familia. —Gala es la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida. Elizabeth, preocupada, frunció el ceño. —Chris, no se trata de que no apoyemos tu decisión, es solo que… —comenzó, su voz suave, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
Christhopher se encontraba en los puertos con Serkan, observando cómo los barcos con la mercancía se alejaban lentamente, dejando una estela en el agua. La brisa marina acariciaba su rostro, pero no podía evitar sentir una mezcla de satisfacción y ansiedad. Sabía que este acuerdo era solo el comienzo de algo más grande.—Me encantó hacer negocios contigo, este solo fue el primero... —comentó Serkan, con una sonrisa astuta que reflejaba su confianza.Christhopher asintió, manteniendo una expresión seria mientras miraba el horizonte. Había algo en la forma en que Serkan hablaba que le hacía sentir incómodo, como si el turco tuviera un plan oculto tras esa fachada amistosa.—Sí, es un buen inicio —respondió Christhopher, tratando de sonar entusiasta, pero su mente estaba en otra parte. Los problemas con su familia y la situación con Luciana le pesaban en el corazón.Serkan, sin embargo, parecía leer sus pensamientos.—Te veo pensativo, amigo. No deberías dejar que asuntos personales inte
Chris estaba completamente enojado. Sin dudarlo, llamó a Raúl para reunirse con él. Al llegar al lugar acordado, se habría abalanzado sobre su padre, pero en ese momento lo detuvieron los hombres de Raúl, formando un círculo a su alrededor. —Dime dónde está Luciana —exigió Chris, la rabia vibrando en su voz—. Dímelo, miserable. Raúl soltó una risa burlona, disfrutando del desespero de su hijo. —Me encanta verte así, hijo, suplicando —respondió con desdén—. Pero yo no tengo nada que ver con el secuestro de tu amorcito. —Eres un mentiroso. Me manipulaste, me usaste desde que era un niño —dijo Chris, apretando los puños, su voz cargada de impotencia. —Yo te hice fuerte, Christhopher —replicó Raúl, cruzándose de brazos—. Desde que eras un bebé y te cargué entre mis brazos, te elegí para ser mi heredero. Debes aprender que en este mundo, o aplastas a otros o te aplastan. Chris sintió una oleada de ira recorrerlo. —Es cierto todo lo que has hecho: mataste a mi tío Ricardo y in