Luciana se despertó completamente desconcertada. La noche anterior había sido un caos; su mente aún bullía con las conversaciones que había tenido con varios empresarios sobre las instrucciones que su padre le había dado. Tras esa noche tan intensa, Santiago la había acompañado de vuelta a su casa. Recordaba vívidamente al empresario turco que había intentado acercarse a ella. Al encender su celular recibió varios mensajes a sus redes sociales, invitándola a salir. Sin embargo, ella lo bloqueo; no tenía ganas de forjar una amistad con nadie más, y mucho menos con alguien a quien ni siquiera conocía. Cuando bajó a desayunar, se dio cuenta de que le habían llegado rosas y una joya. La nota decía que eran de parte de Kemal. "Luciana, No puedo dejar de pensar en ti desde nuestra primera conversación. Eres una mujer fascinante, y me encantaría tenerte a mi lado esta noche. La joya es solo un pequeño anticipo de lo que puedo ofrecerte. Te espero.Kemal" —¿Conociste a un hombre y te
Gala se encontraba en el departamento de Chris, rodeada de un silencio que le resultaba opresivo. La luz del sol entraba por las ventanas, iluminando el lugar, pero no lograba disipar la tensión en su pecho. Fue entonces cuando un golpe resonó en la puerta, sacándola de sus pensamientos. —Lárgate... —gritó, con la voz al borde de la desesperación, pensando que se trataba de Matt. quién habia venido un día antes. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró cara a cara con Santiago. —Ahora la zorrita de mi hermano me echa del departamento... —dijo Santiago, con rabia visible en sus ojos oscuros. Su tono era mordaz, y su postura agresiva, lo que le dio a Gala la sensación de que estaba siendo atacada. —No me llames así. ¿Qué quieres aquí? —respondió ella, con la mandíbula apretada y una chispa de desafío en su mirada. —Christhopher olvidó unos papeles, y es lo que eres, una zorrita, Gala. O como se le llama a una mujer que se mete en una relación. Ahora, ¿por qué lloras? —Santia
Luciana se despertó temprano, sintiéndose nauseabunda. La sensación de malestar en su estómago era constante, como si una ola de incomodidad la envolviera. Con esfuerzo, se incorporó en la cama, y al mirar a su alrededor, notó que la luz del sol apenas comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, creando un ambiente tenue y casi irreal. Su mamá se acercó a ella, el rostro lleno de preocupación. En su mano llevaba una pequeña caja de cartón, que le entregó con un gesto serio. —Mamá, yo no estoy embarazada —replicó Luciana, intentando que su voz sonara firme, aunque en el fondo se sentía insegura. —Luciana, hazte la prueba. Esto es serio —dijo su madre, la preocupación evidente en su tono. Luciana sintió un escalofrío recorrer su espalda. Las palabras de su madre resonaban en su mente, haciendo eco de sus propios temores. Mientras miraba la caja, su corazón latía con fuerza. —¿Y si sí lo estoy? —preguntó, su voz temblando ligeramente, mientras una mezcla de ansiedad y mie
Christopher se encontraba en su oficina, sentado cómodamente en su escritorio, mientras Gala se acomodaba en la silla frente a él. La conversación fluía con aparente naturalidad, aunque el ambiente parecía cargado de algo más. Christopher no tardó en contarle lo que estaba en su mente.—Voy a firmar con Kemal —dijo Christopher con una sonrisa que denotaba seguridad—. No me importa lo que piense Santiago, esto es lo mejor para mí y para la empresa.Gala asintió rápidamente, mostrándole todo su apoyo, aunque en el fondo había más interés que comprensión.—Estoy de acuerdo contigo, Chris. Hacer lo que es mejor para ti es lo más importante, y si Santiago no lo entiende, es su problema —respondió con voz suave, inclinándose un poco hacia él para captar toda su atención.Christopher la miró un segundo, y aunque asintió, había algo en su expresión que Gala notó enseguida. Se inclinó un poco más, preocupada, y le preguntó, fingiendo interés genuino:—¿Te pasa algo? Estás raro hoy...Christoph
Luciana se encontraba en una cafetería, sentada junto a una ventana, mientras observaba distraídamente cómo la lluvia fina cubría las calles. Esperaba a Gala, y no lograba entender cómo había aceptado ver a esa mujer. Su supuesta mejor amiga, quien se había encargado de arruinarle la vida y robarle al amor de su vida. Cuando finalmente vio a Gala entrar, sintió un nudo en el estómago. Respiró hondo para mantenerse calmada. —Al fin llegas —Luciana rodó los ojos al verla acercarse, su tono cargado de ironía. Gala, siempre con esa actitud altiva, sonrió con un toque de disculpa, pero en sus ojos había algo calculador. Luciana lo notaba, pero no podía identificarlo del todo. —Había mucho tráfico... —dijo Gala con voz melosa, mientras se acercaba a la mesa—. ¿Ya has pedido tu bebida? —Sí, pedí un té —respondió Luciana, con una frialdad controlada. Gala lanzó una mirada rápida a la mesera que las atendía, una mirada que Luciana no notó del todo, pero que era suficiente para que la mes
Luciana no entendía en lo más mínimo la actitud de Gala el día anterior, pero decidió no prestarle demasiada atención. Sabía que tenía que enfocarse en su futuro y en su hijo. Ahora se encontraba en la oficina de Santiago, quien le había pedido hablar con ella de manera urgente. Al entrar, notó que él se veía raro, demasiado raro.—Gracias por venir, Lu —dijo Santiago, su voz algo apagada, mientras cerraba la puerta detrás de ella.Luciana lo observó con una ligera sensación de inquietud. Santiago siempre había sido una figura constante y confiable en su vida, pero hoy algo en él parecía estar fuera de lugar.—De nada... —respondió ella, sentándose lentamente en una de las sillas frente al escritorio—. ¿Todo está bien, Santi? Te ves... preocupado.Santiago suspiró, pasándose una mano por el cabello con evidente nerviosismo. Caminó de un lado a otro de la habitación, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Finalmente, se detuvo y la miró con una expresión que mezclaba preocu
Luciana se abrazaba a su madre con fuerza, sus lágrimas empapaban el suéter de Ximena, quien la rodeaba con sus brazos, intentando calmar su angustia. El rostro de Luciana estaba desencajado, pálido y sus ojos reflejaban un dolor profundo, casi insoportable. Se sentía destrozada, traicionada, con el alma rota por lo que Christhopher le había hecho. Ximena, a su lado, estaba llena de desconcierto y dolor. No lograba entender cómo alguien podía lastimar tanto a su hija. La desesperación de ver a Luciana así la consumía. —Jamás debí decirte que hables con ese tipo, perdón, amor... —se disculpó Ximena, su voz entrecortada, casi ahogada por la culpa. Sus dedos acariciaban el cabello de Luciana, intentando consolarla, aunque sabía que nada podría aliviar el sufrimiento de su hija en ese momento. Luciana negó suavemente, sin despegarse del abrazo de su madre, sintiendo cómo el peso de la tristeza la hundía cada vez más. —No es tu culpa, mamá —respondió con un hilo de voz, temblando—.
Christopher estaba de pie frente a su familia, con Gala a su lado. La tensión en el ambiente era evidente; sus padres intercambiaban miradas de desaprobación. Aunque Chris era un adulto y, por lo tanto, tenía el derecho de tomar sus propias decisiones, la idea de su inminente boda no era algo que pudieran aceptar con facilidad. —La boda será dentro de un mes —anunció Chris, su voz firme, pero una ligera ansiedad se podía notar en sus ojos. —Definitivamente tú estás loco —dijo Mariana, su tono lleno de incredulidad. Sus brazos estaban cruzados sobre su pecho, como si intentara protegerse de lo que estaba a punto de escuchar. —¿Por qué no pueden apoyarme en esto? —respondió Chris, un poco frustrado, sin poder entender la resistencia de su familia. —Gala es la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida. Elizabeth, preocupada, frunció el ceño. —Chris, no se trata de que no apoyemos tu decisión, es solo que… —comenzó, su voz suave, tratando de encontrar las palabras adecuadas.