Luciana estaba sentada en la cafetería con una expresión tensa, removiendo distraídamente su café mientras Mariana la miraba, confundida. La incomodidad en el ambiente era palpable.—¿Qué es lo que ocurre, Lu? —indagó Mariana, finalmente rompiendo el silencio.—Christhopher está celoso de Alessio... —respondió Luciana, frustrada. Sus ojos brillaban de molestia mientras apretaba los labios. —Tienes que decirle, Mariana, que tú sales con él.Mariana abrió los ojos, sorprendida por la sugerencia.—¿Estás loca, Luciana? —dijo en voz baja, mirando alrededor para asegurarse de que nadie las escuchara. —Si le digo algo, él nos matará, o peor, podría despedirlo.Luciana suspiró con desesperación.—Mariana, por favor... —insistió, casi rogando. —No puedo seguir así, él está convencido de que hay algo entre Alessio y yo, y no importa lo que diga.Mariana se recostó en la silla, pensativa, antes de sacudir la cabeza.—Mira, Lu, creo que deberías intentar algo diferente. Dale unos besos y quítale
Los días pasaron rápidamente y Chris intentó calmarse. Finalmente, había llegado el día del cumpleaños de Alessio. Como todos los años, debido a que a Alessio no le gustaba celebrar, Elizabeth le organizó una fiesta en la mansión Montalbán. Ellie y Rodrigo se marcharon a pasar la noche en la casa de campo para dejarles la casa sola a los jóvenes. Por sugerencia de Gala, habían organizado una fiesta de disfraces e invitaron a varias personas de la empresa o mayormente amigos de Santiago o Mariana, porque Chris y Ale no eran muy sociables. Luciana se vistió de un bello ángel con su cabello al aire y Chris estaba vestido de un oscuro demonio, con un traje ajustado de color negro que acentuaba su figura atlética y una capa que caía con elegancia detrás de él. Las astas de plástico que llevaba en la cabeza completaban su atuendo, dándole un aire travieso y misterioso. Sin embargo, a pesar de la diversión y el bullicio que caracterizaban la fiesta, Chris no podía evitar sentir una mezcl
Luciana se despertó completamente desconcertada, sintiendo una fuerte punzada en la cabeza que la hizo fruncir el ceño. Recuerda haber subido al baño, pero luego todo se volvió borroso. Apenas podía entender cómo terminó en la habitación de Mariana, donde aparentemente se quedó completamente dormida. Al abrir los ojos, vio a Santiago, uno de los gemelos, acercándose a ella con una sonrisa en el rostro. —Buenos días, bella durmiente —dijo él con un tono divertido, mientras se sentaba en el borde de la cama. Luciana, aún aturdida, se llevó una mano a la frente intentando mitigar el dolor. —¿Qué pasó, San? —preguntó, su voz ronca y llena de confusión. Santiago la miró con una expresión de ligera preocupación, pero mantuvo el tono despreocupado. —Anoche parecías agotada. No recuerdo haberte visto después de que subiste al baño. —respondió mientras jugaba con los mechones de su cabello desordenado—. ¿Estás bien? Pareces un poco pálida. Luciana trataba de juntar las piezas en su mente
Christopher, aún con la mente nublada por la rabia, salió furioso de la mansión y condujo a toda velocidad hasta el departamento de Alessio. El coraje latía en su pecho, cada pensamiento dirigido hacia lo que creía haber visto la noche anterior. Al llegar, golpeó la puerta con tal fuerza que los nudillos se le enrojecieron. Alessio, al abrir, no tuvo tiempo ni de reaccionar antes de recibir un puñetazo directo al rostro. Christopher lo empujó contra la pared con una fuerza brutal y lo agarró del cuello, sus ojos inyectados de furia.—¡¿Qué mierda te pasa?! —gruñó Alessio, intentando liberarse de la mano de Chris.—¡Te acostaste con mi mujer, miserable! —espetó Christopher, su respiración agitada mientras apretaba más su agarre, cegado por la ira.Gala, que había seguido a Chris, llegó corriendo al departamento, alarmada por la escena. Al ver la violencia, se lanzó hacia ellos, intentando separarlos.—¡Chris, por favor! —gritó Gala, con desesperación en la voz mientras tiraba de su bra
Luciana se encontraba abrazada a los brazos de su padre, sintiendo la calidez de su presencia mientras las lágrimas brotaban sin parar de sus ojos. El dolor y la traición la asfixiaban, y no podía contener el sollozo que se escapaba de sus labios. Camilo, a su lado, intentaba consolarla con suaves caricias en la espalda, aunque sentía que la rabia lo invadía cada vez más. La impotencia se apoderaba de él, y deseaba poder hacer algo, cualquier cosa, para aliviar el sufrimiento de su hija. —Yo mataré a esa Gala —dijo Ximena, su voz temblando de furia y decepción—. ¡Jamás debí confiar en ella! —No me importa ella, mamá. Es él el traidor —replicó Luciana, apartando la cabeza del pecho de su padre para mirar a su madre con desdén—. Yo no quiero volver a verlo. La desesperación en su voz era palpable, y Camilo sintió un nudo en el estómago. La imagen de su hija rota por el dolor era insoportable. —Luciana, cariño —intervino Ximena, suavizando el tono—. Tienes que entender que esto n
Ha pasado un mes desde que Luciana y Chris terminaron. En este momento, él se encuentra en el baño de su departamento, luchando contra el ardor en su garganta y la sensación de vacío en su estómago. Desde hace semanas, no ha logrado dejar de vomitar, y cada vez que lo hace, el alivio es momentáneo, como una sombra que se disipa.Cuando finalmente termina de vaciar su estómago, se levanta con esfuerzo, se enjuaga la boca y se ducha, sintiendo que el agua caliente alivia un poco la tensión en sus músculos. Sin embargo, el dolor emocional sigue latente, una punzada constante en su pecho que no puede ignorar. Al regresar a la habitación, se encuentra con Gala, que está recostada en la cama, con una expresión de preocupación en su rostro.—Te sientes mal, Chris —pregunta ella, con un tono suave que contrasta con su habitual energía.—No me siento pésimo —responde él, intentando mantener la compostura, pero la fatiga y el desánimo son evidentes en su voz. Se sienta en el borde de la cama, s
Santiago y Chris se encontraban en una reunión con varios empresarios, en un salón elegante y bien iluminado. La conversación giraba en torno a la nueva asociación que planeaban formar con un empresario influyente que, para Santiago, no inspiraba confianza. En cambio para Chris si porque Raúl lo recomendó. Debido a que las antiguas asociaciones las había manejado Rodrigo y Chris sabía que habían sido negocios sucios, pero si se lo decía a Santiago él jamás lo creería. —No sé, Chris —dijo Santiago, ajustándose la corbata mientras su mirada se mantenía fija en su hermano—. No me gusta su forma de actuar. Hay algo en él que me da mala espina. Chris, por otro lado, parecía completamente convencido y despreocupado. —Santi, no seas tan melodramático —respondió Chris con una sonrisa arrogante, desestimando la inquietud de su hermano—. Este tipo tiene conexiones que podrían catapultarnos a otro nivel. Si cierras esa boca y dejas de lado tus dudas, podríamos hacer historia. Santiago fr
Luciana se despertó completamente desconcertada. La noche anterior había sido un caos; su mente aún bullía con las conversaciones que había tenido con varios empresarios sobre las instrucciones que su padre le había dado. Tras esa noche tan intensa, Santiago la había acompañado de vuelta a su casa. Recordaba vívidamente al empresario turco que había intentado acercarse a ella. Al encender su celular recibió varios mensajes a sus redes sociales, invitándola a salir. Sin embargo, ella lo bloqueo; no tenía ganas de forjar una amistad con nadie más, y mucho menos con alguien a quien ni siquiera conocía. Cuando bajó a desayunar, se dio cuenta de que le habían llegado rosas y una joya. La nota decía que eran de parte de Kemal. "Luciana, No puedo dejar de pensar en ti desde nuestra primera conversación. Eres una mujer fascinante, y me encantaría tenerte a mi lado esta noche. La joya es solo un pequeño anticipo de lo que puedo ofrecerte. Te espero.Kemal" —¿Conociste a un hombre y te