Besos en la oficina

Elizabeth Romano

Ayer, cuando bailé, me sentí en el cielo. Era libre y feliz como nunca antes. Definitivamente, bailar es lo que más amo hacer en el mundo. La sensación de libertad que me da no tiene comparación.

Esta mañana, después de darle un beso a mis gemelos y cumplir con mi rutina de duchas, vestirme y maquillarme, me dirigí a la oficina. Era un día más, una rutina más, pero lo que me esperaba allí hizo que todo se tornara amargo.

Al llegar a la empresa, me encontré con una sorpresa desagradable: Lila, la abogaducha. Siempre intento ser amable y no dejarme llevar por las primeras impresiones, pero ella tiene algo que me desagrada profundamente. La detesto.

—¡Buenos días, Elizabeth! —saludó Lila con un tono que me hizo querer vomitar.

—¿Qué haces en mi empresa? Creí que ya habíamos hablado de esto —respondí, tratando de mantener la calma.

—Tengo entendido que también es de Ro y vine a verlo a él —dijo, con una sonrisa que no me gustó nada.

Rodrigo llegó en ese momento, mostrand
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