En la habitación del PríncipeRhys estaba sentado en la pequeña sala de su habitación, tamborileando con los dedos en su pierna mientras esperaba al médico. Su mente no dejaba de correr, buscando una solución a la encrucijada en la que se encontraba. Finalmente, el médico entró, una figura alta y delgada con una expresión de preocupación.—¿Me mandó llamar, mi príncipe? —preguntó el médico.—Sí, necesito que hagas un examen médico a la princesa Gisal —dijo Rhys, su voz firme—. Necesitamos pruebas concluyentes sobre ciertas acusaciones.El médico asintió, entendiendo la gravedad de la situación.—Haré lo que me pida, mi príncipe, solo dígame que tipo de examen será y cuando desea que proceda.—Inmediatamente —respondió Rhys—. Esto no puede esperar. Pero lo más importante, te pediré absoluta discreción. Esto no puede salir de estas paredes, ¿entendido?El médico asintió y antes de salir de allí, el príncipe le informo sobre el examen que le tendrá que realizar a la princesa. Rhys sabía
Rhys observó en silencio cómo el consejo se retiraba lentamente de la habitación, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión y traición. No había esperado esta sorpresiva declaración ni que la guardia en la que había depositado su confianza estuviera detrás de semejante acusación.Cuando los consejeros salieron, su mirada se dirigió a Gisal, quien permanecía en silencio, fingiendo compasión con una expresión de serena satisfacción. Rhys sabía que aquello era una fachada; Gisal estaba disfrutando la escena, deleitándose en su tormento.Aquella noche fue larga y amarga para Rhys. En la soledad de su habitación, sus pensamientos revoloteaban entre el dolor y la frustración. Había actuado precipitadamente al acercarse a Gisal en busca de respuestas, y ahora esa decisión le estaba costando caro. Sabía que no podía permitir que Anastasia pagara las consecuencias de este embrollo, pero, ¿cómo podría protegerla cuando todos parecían estar en su contra?Al amanecer, la noticia recorr
La conversación con Mara y Lisa se había intensificado, y Anastasia, mientras hablaba de sus miedos y decepciones, comenzó a recoger sus pocas pertenencias. Las palabras de sus amigas eran reconfortantes, pero no podían apagar la sensación de vacío y traición que latía en su pecho. Sabía que quedarse en el palacio era seguir bajo la sombra de la incertidumbre. Desde hacía tiempo había notado que las miradas de algunos empleados, antes llenas de respeto, ahora parecían juzgarla en silencio.Lisa, con un semblante decidido, la observaba en silencio. Sin embargo, Mara, visiblemente preocupada, intentó detenerla.—Anastasia, por favor, piénsalo mejor. No puedes marcharte así, sin hablar con él, sin aclarar lo que realmente está pasando. Tal vez todo esto sea un malentendido, tal vez solo necesitas darle tiempo. —Su voz era suave, tratando de hacerle entrar en razón.Anastasia se detuvo, con la mano en la puerta de su armario, mirando la única prenda sencilla que consideraba propia: un v
New York—Lo sentimos, pero sus servicios en el museo han terminado a partir de hoy.—¿Qué? ¿Pero por qué? —exclamó Anastasia, sumamente preocupada.—Ya no requerimos de sus servicios, cómo se le ha dicho anteriormente, cambiaremos de personal de guía —le dijo el supervisor del edificio.—Eso no es una explicación razonable, deben darme un motivo claro. No pueden reemplazarme así nomás.—No podemos ayudarla en nada. Nos haría el favor de abandonar el edificio ya.Ella quiso seguir preguntando pero los guardias de seguridad la echaron.Se encontraba muy molesta pero a la vez confundida.«¿Por qué sucedió eso?»Anastasia le había dedicado mucho tiempo a su trabajo, nunca tuvieron quejas de ella, ningún reporte o problema alguno, y sin embargo, la estaban echando sin darle una buena explicación.El abrupto final de tres años de dedicación en ese museo no significaba nada para ellos. Sus esfuerzos y su pasión por el arte fueron desechados con frialdad en unos minutos. La despedida fue sil
Cardiff, Gales El avión descendió en Cardiff, revelando un paisaje verde que abarcaba la zona de la isla y otra parte salpicada de ríos, creando un panorama hermoso. Las jóvenes dirigieron sus miradas hacia las ventanas, maravillándose con las vistas.Al tocar tierra en el aeropuerto de Cardiff, una mezcla de emoción y anticipación se apoderó de Anastasia. Se sentía nerviosa pero ansiosa por explorar la ciudad. La brisa fresca de Gales les dio una cálida bienvenida, mientras cruzaban el pasillo hacia la sala de espera de la terminal. Lisa sugirió algo que tenía en mente.—¿Qué tal si por la noche nos dedicamos a visitar clubes nocturnos? No perdamos el tiempo y desde hoy hay que ir al primero.Mientras esperaban por sus maletas en la zona de equipajes.—No estoy del todo de acuerdo, no deberíamos salir a ese tipo de sitios tan pronto. —A Mara no le agradaba mucho la idea de ir a clubes —Yo creo que visitar museos, te animaría más —Se dirigió a Anastasia.—¿Estás hablando en serio?
Cardiff, GalesClub nocturno Mientras tanto ese mismo día, pero en la noche, Rhys ingresó al exclusivo club, escoltado por algunos miembros de la guardia real. Su deseo era pasar desapercibido, anhelando una noche para ahogar sus problemas en el alcohol y apartado de todo lo que implicaba deberes. Aunque rodeado de seguridad, la multitud bailaba ajena a su presencia real. Decidió adoptar un casi disfraz, con una gabardina oscura hasta las rodillas, gafas del mismo tono y un sombrero tipo Fedora.Mientras Rhys se abría paso entre la multitud, acompañado por dos hombres de la guardia, desinteresado de su entorno, inmenso en sus problemas que le calcomanía la mente, tropezó con una joven que corría apresurada hacia los baños.Ella, sin percatarse de la figura importante que bloqueaba su camino, colisionó con Rhys, desatando algo caótico. La sacudida del impacto y la velocidad con la que iba la jóven, culminaron en un desastroso desenlace: la camisa del príncipe adornada con los estra
El día siguiente. En una habitación de hotel muy lujosa, Anastasia despertó, desconcertada y mareada. Al abrir los ojos, se percató de que no estaba en la habitación que compartía con sus amigas; esta era una suite lujosa y descomunalmente diferente. La perplejidad la impulsó a incorporarse, y al sentarse en la cama, su cabeza daba vueltas descontroladamente. Desesperada, se llevó las manos a la cabeza en un intento por calmar el dolor, sin embargo eso no iba a sanar su malestar.La realidad la rodeó drásticamente cuando sus ojos se dirigieron a sus manos; un resplandor en su mano izquierda, la llevó a descubrir un deslumbrante anillo de diamantes. La preocupación la invadió y un quejido de sorpresa escapó de sus labios. Un movimiento repentino detrás de ella provocó que la cama temblara, incitándola a ponerse de pie con un brinco y girar hacia la fuente del movimiento.La sorpresa se transformó en alarma al descubrir un cuerpo desnudo bajo las sábanas. Las preguntas sobre la noc
Anastasia sentía que su cabeza daba vueltas, pero solo experimentaba un dolor agudo. La habían puesto boca abajo y sacudido un poco; sumado a la mala noche que había pasado, eso fue lo que provocó su malestar.—¿A dónde me llevan? —continuó preguntando, sin haber permanecido callada desde que la sacaron del hotel. Tenía muchas dudas y no se quedaría en silencio, ni aunque la amenazaran para que lo hiciera. —Si saben que esto es secuestro, los demandaré por ello.Los hombres que viajaban con ella en la camioneta no dijeron nada, hicieron oídos sordos para no caer en sus provocaciones amenazadoras. De todas formas, nada de lo que dijera se podría cumplir; lo de demandar y decir que fue secuestrada nadie se lo creería, y si así fuera, la ley estaba a favor de la escolta real, cosa que ella todavía no sabía.—Si no me dicen a dónde me llevarán, juro que abriré esta puerta y me lanzaré, no me importa si me hago daño o muero en mi intento de escape —insistió ella.Los hombres en la camion