4. En una suite de un hotel

El día siguiente. En una habitación de hotel muy lujosa, Anastasia despertó, desconcertada y mareada.

Al abrir los ojos, se percató de que no estaba en la habitación que compartía con sus amigas; esta era una suite lujosa y descomunalmente diferente.

La perplejidad la impulsó a incorporarse, y al sentarse en la cama, su cabeza daba vueltas descontroladamente.

Desesperada, se llevó las manos a la cabeza en un intento por calmar el dolor, sin embargo eso no iba a sanar su malestar.

La realidad la rodeó drásticamente cuando sus ojos se dirigieron a sus manos; un resplandor en su mano izquierda, la llevó a descubrir un deslumbrante anillo de diamantes.

La preocupación la invadió y un quejido de sorpresa escapó de sus labios.

Un movimiento repentino detrás de ella provocó que la cama temblara, incitándola a ponerse de pie con un brinco y girar hacia la fuente del movimiento.

La sorpresa se transformó en alarma al descubrir un cuerpo desnudo bajo las sábanas.

Las preguntas sobre la noche anterior comenzaron a retumbar en su mente mientras el hombre se movía de nuevo.

—¿Qué hice? ¿Qué pasó anoche? —Murmuró, tratando de asimilar la situación.

Al ver el rostro del hombre, reconoció al joven del club, aquel que había vomitado. La incredulidad se apoderó de ella.

«¿Cómo terminé así con él?» se cuestionó.

Luego de haber recobrado la compostura, la urgencia la impulsó a buscar su ropa, la cuál estaba esparcida por toda la habitación.

Cada prenda que encontraba, se la iba colocando, con el fin de escapar pronto de allí.

Se vistió con premura, desesperada por salir de esa suite, ni siquiera quería averiguar qué había pasado, ya no le importaba eso, ahora lo único que quería era correr lejos.

Una vez vestida, tomó sus zapatos en mano, se alejó de puntillas, abrió y cerró la puerta con cautela.

Fuera de la habitación, hizo lo quería hacer, corrió hacia el ascensor, ansiosa por abandonar aquel edificio y dejar atrás lo que sea que haya ocurrido.

Aunque no habían quedado recuerdos de la noche anterior, con lo que vio en esa habitación, era más que suficiente para que su mente quedará atrapada en la incertidumbre.

*****

Le llevó largos minutos dar con el hotel en el que se hospedaba. Ingresó al edificio rápido, sintiendo como si alguien la persiguiera; sin embargo, nadie lo hacía.

Cuando llegó a su habitación, se dio cuenta de que no traía su bolso consigo, es más no recordaba si lo dejó en el club o si se lo había entregado a una de sus amigas, su mente estaba completamente bloqueada.

Así que llamó a la puerta varias veces.

Cuando su amiga abrió, Anastasia pasó sin dar ni una explicación, incluso dejó a su amiga sorprendida, apenas con las palabras en la boca.

Al cruzar la habitación, entró al cuarto de baño y allí se encerró por lo que pareció casi una eternidad para sus dos amigas que la esperaban afuera.

Luego de ducharse y sentirse un poco relajada, salió de allí. Sin embargo, si mente seguía dándole vueltas a lo que pasó.

—Anastasia, ¿dónde estuviste? —preguntó Lisa. —Nos tenías preocupadas, anoche desapareciste de repente y ya no supimos nada de ti.

—¿Estás bien? —indagó su otra amiga, preocupada.

Anastasia no tenía respuestas, sabía dónde había dormido, pues al despertar a lado de un desconocido lo comprobó, pero no sabía cómo había llegado hasta allí.

Las ignoró a ambas y se dirigió a su maleta para sacar un cambio de ropa limpio. Mientras buscaba que ponerse, Lisa miró sus manos y notó que algo brillaba en su dedo.

—¡Por Dios! ¿Qué es eso? —dijo mientras se acercaba y tomó su mano, la levantó y la miró más de cerca. Sus ojos se abrieron por completo cuando se fijó en la piedra brillante. —Oh, demonios. ¿Es verdad lo que estoy viendo? ¿Ese es un diamante?

Anastasia se soltó bruscamente de su agarre y metió su mano de bajo de su bata de baño.

—Es falso —mintió ella. En realidad ella no sabía si lo era o no, pero prefería que así lo fuera, pues no quería meterse en ningún lío o algo que la culparán por un robo.

Había pensado quitárselo antes de salir de la ducha, pero su mente estaba obstruida con todas esas dudas que tenía, así que se le olvidó el anillo, ahora no sabía qué pensar o hacer, ¿y si mejor lo tiraba a la basura? Qué importa si era un diamante o no, se desharía del problema una vez lo botará.

—Me lo encontré por allí y lo levanté, pero ahora —dijo, se dirigió al bote de basura y se sacó el anillo, lo lanzó y se volvió a su maleta para terminar de vestirse.

—¡¿Qué?! ¡Estás loca! —gritó su amiga y corrió a sacar el anillo del bote de basura. —Si no lo quieres tú, me lo quedaré yo.

—Como quieras —le respondió ella.

Una hora más tarde, Anastasia y sus amigas salieron para ir a comer al restaurante del hotel. Una empleada del lugar, alcanzó a Anastasia en la puerta y preguntó por ella.

La mujer le pidió que la acompañara a recepción ya que se ocupaba de una información que faltaba en los datos que le dieron. Anastasia amablemente la siguió, se quedó con sus amigas de alcanzarlas en cuanto terminó.

Cuando llegó a recepción, se dio cuenta que estaba cerrada la entrada del hotel y que había muchos hombres vestidos con la misma vestimenta, traje oscuro con corbata.

No entendía qué estaba ocurriendo. En el instante que se movió para buscar a la empleada que la trajo hasta allí, dos hombres de esos, altos y serios la rodearon, evitando que diera un paso más.

Se quedó congelada observando a los uniformados, mientras planeaba en su mente como salir de esa situación.

—Señora, necesitamos que nos acompañe —dijo uno de ellos.

Anastasia seguía sin entender nada, ¿por qué se dirigían a ella y por qué le pedían algo como eso?

—¿Qué? —pronunció incrédula.

—Tiene que venir con nosotros —comunicó el mismo hombre. —Si se opone, terminará yéndose con nosotros de todas formas.

—¿Quiénes son ustedes?

—Muy pronto lo sabrá —El hombre cortó el espacio para sujetar a la joven del brazo, cosa que no logró ya que ella se zafó antes de tiempo y dio un paso hacia atrás, pero chocó contra otro hombre enorme. —Lo siento, pero si se niega, la llevaremos a la fuerza.

—¿Qué? ¿Me van a secuestrar? —soltó alterada.

Trató de escapar entre los dos hombres altos, pero ellos eran más, y más fuertes, así que con solo un brazo, uno de ellos la alcanzó y la alzó para subirla en su hombro y llevarla fuera del edificio.

Anastasia gritaba y pataleaba, luchando para que no la llevarán con ellos.

—¡Déjenme, auxilio! ¡Me secuestran!

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