Gisal vaciló un instante. Jeston, sin embargo, mantuvo su posición, aunque era evidente que la mención de pruebas tangibles había sembrado una duda en su mente, pues tenían miedo de que Rhys cumpliera su amenaza y quedara como una loca mentirosa.—Ahora si recuerdas a tu esposa —soltó una risa amarga Gisal. —Cuando estuviste conmigo, ni pensaste en ella, solo éramos tú y yo.—¡Suficiente! —grito el príncipe, tomándose el pelo con ambas manos y dando pasos cortos en círculos en su espacio. Volvió su mirada a su prima. —Deja de mentir, tú y yo no tuvimos nada, díselo a tu hermano —señaló furioso.El príncipe se detuvo abruptamente, respirando con dificultad mientras la ira lo consumía. Su mirada atravesaba a Gisal, quien mantenía su expresión de falsa vulnerabilidad. Jeston observaba la escena con una mezcla de triunfo y cautela, consciente de que su plan podría desmoronarse en cualquier momento si Rhys lograba presentar pruebas contundentes.—Rhys, por favor —dijo Gisal, con un tono qu
Rhys se marchó sin decir una palabra más. Su figura se desvaneció en el pasillo, dejando tras de sí una estela de tensión y promesas no cumplidas. Gisal y Jeston permanecieron en la habitación, contemplando el desastre que habían creado y sintiendo la urgencia de idear un nuevo plan.—No podemos dejar esto así —dijo Gisal, su voz temblorosa—. Nos estamos quedando sin opciones, Jeston. Si Rhys consigue esas pruebas, estamos perdidos.Jeston y Gisal habían urdido un plan tan bien ejecutado que cualquier defensa parecería una excusa débil. Sin embargo, aun así sentían que su plan por el que habían trabajado durante un tiempo, peligrara y todo terminará acabado para los hermanos.—Si tú no quieres hacerte un estudio, él no puede obligarte —respondió Jeston, frunciendo el ceño mientras se paseaba de un lado a otro—. Pero sí necesitamos algo más contundente. Algo que lo deje sin ninguna posibilidad de defenderse. Tenemos que ser más astutos.Gisal se mordió el labio, pensando rápidamente. L
En la habitación del PríncipeRhys estaba sentado en la pequeña sala de su habitación, tamborileando con los dedos en su pierna mientras esperaba al médico. Su mente no dejaba de correr, buscando una solución a la encrucijada en la que se encontraba. Finalmente, el médico entró, una figura alta y delgada con una expresión de preocupación.—¿Me mandó llamar, mi príncipe? —preguntó el médico.—Sí, necesito que hagas un examen médico a la princesa Gisal —dijo Rhys, su voz firme—. Necesitamos pruebas concluyentes sobre ciertas acusaciones.El médico asintió, entendiendo la gravedad de la situación.—Haré lo que me pida, mi príncipe, solo dígame que tipo de examen será y cuando desea que proceda.—Inmediatamente —respondió Rhys—. Esto no puede esperar. Pero lo más importante, te pediré absoluta discreción. Esto no puede salir de estas paredes, ¿entendido?El médico asintió y antes de salir de allí, el príncipe le informo sobre el examen que le tendrá que realizar a la princesa. Rhys sabía
Rhys observó en silencio cómo el consejo se retiraba lentamente de la habitación, dejando tras de sí una atmósfera cargada de tensión y traición. No había esperado esta sorpresiva declaración ni que la guardia en la que había depositado su confianza estuviera detrás de semejante acusación.Cuando los consejeros salieron, su mirada se dirigió a Gisal, quien permanecía en silencio, fingiendo compasión con una expresión de serena satisfacción. Rhys sabía que aquello era una fachada; Gisal estaba disfrutando la escena, deleitándose en su tormento.Aquella noche fue larga y amarga para Rhys. En la soledad de su habitación, sus pensamientos revoloteaban entre el dolor y la frustración. Había actuado precipitadamente al acercarse a Gisal en busca de respuestas, y ahora esa decisión le estaba costando caro. Sabía que no podía permitir que Anastasia pagara las consecuencias de este embrollo, pero, ¿cómo podría protegerla cuando todos parecían estar en su contra?Al amanecer, la noticia recorr
La conversación con Mara y Lisa se había intensificado, y Anastasia, mientras hablaba de sus miedos y decepciones, comenzó a recoger sus pocas pertenencias. Las palabras de sus amigas eran reconfortantes, pero no podían apagar la sensación de vacío y traición que latía en su pecho. Sabía que quedarse en el palacio era seguir bajo la sombra de la incertidumbre. Desde hacía tiempo había notado que las miradas de algunos empleados, antes llenas de respeto, ahora parecían juzgarla en silencio.Lisa, con un semblante decidido, la observaba en silencio. Sin embargo, Mara, visiblemente preocupada, intentó detenerla.—Anastasia, por favor, piénsalo mejor. No puedes marcharte así, sin hablar con él, sin aclarar lo que realmente está pasando. Tal vez todo esto sea un malentendido, tal vez solo necesitas darle tiempo. —Su voz era suave, tratando de hacerle entrar en razón.Anastasia se detuvo, con la mano en la puerta de su armario, mirando la única prenda sencilla que consideraba propia: un v
New York—Lo sentimos, pero sus servicios en el museo han terminado a partir de hoy.—¿Qué? ¿Pero por qué? —exclamó Anastasia, sumamente preocupada.—Ya no requerimos de sus servicios, cómo se le ha dicho anteriormente, cambiaremos de personal de guía —le dijo el supervisor del edificio.—Eso no es una explicación razonable, deben darme un motivo claro. No pueden reemplazarme así nomás.—No podemos ayudarla en nada. Nos haría el favor de abandonar el edificio ya.Ella quiso seguir preguntando pero los guardias de seguridad la echaron.Se encontraba muy molesta pero a la vez confundida.«¿Por qué sucedió eso?»Anastasia le había dedicado mucho tiempo a su trabajo, nunca tuvieron quejas de ella, ningún reporte o problema alguno, y sin embargo, la estaban echando sin darle una buena explicación.El abrupto final de tres años de dedicación en ese museo no significaba nada para ellos. Sus esfuerzos y su pasión por el arte fueron desechados con frialdad en unos minutos. La despedida fue sil
Cardiff, Gales El avión descendió en Cardiff, revelando un paisaje verde que abarcaba la zona de la isla y otra parte salpicada de ríos, creando un panorama hermoso. Las jóvenes dirigieron sus miradas hacia las ventanas, maravillándose con las vistas.Al tocar tierra en el aeropuerto de Cardiff, una mezcla de emoción y anticipación se apoderó de Anastasia. Se sentía nerviosa pero ansiosa por explorar la ciudad. La brisa fresca de Gales les dio una cálida bienvenida, mientras cruzaban el pasillo hacia la sala de espera de la terminal. Lisa sugirió algo que tenía en mente.—¿Qué tal si por la noche nos dedicamos a visitar clubes nocturnos? No perdamos el tiempo y desde hoy hay que ir al primero.Mientras esperaban por sus maletas en la zona de equipajes.—No estoy del todo de acuerdo, no deberíamos salir a ese tipo de sitios tan pronto. —A Mara no le agradaba mucho la idea de ir a clubes —Yo creo que visitar museos, te animaría más —Se dirigió a Anastasia.—¿Estás hablando en serio?
Cardiff, GalesClub nocturno Mientras tanto ese mismo día, pero en la noche, Rhys ingresó al exclusivo club, escoltado por algunos miembros de la guardia real. Su deseo era pasar desapercibido, anhelando una noche para ahogar sus problemas en el alcohol y apartado de todo lo que implicaba deberes. Aunque rodeado de seguridad, la multitud bailaba ajena a su presencia real. Decidió adoptar un casi disfraz, con una gabardina oscura hasta las rodillas, gafas del mismo tono y un sombrero tipo Fedora.Mientras Rhys se abría paso entre la multitud, acompañado por dos hombres de la guardia, desinteresado de su entorno, inmenso en sus problemas que le calcomanía la mente, tropezó con una joven que corría apresurada hacia los baños.Ella, sin percatarse de la figura importante que bloqueaba su camino, colisionó con Rhys, desatando algo caótico. La sacudida del impacto y la velocidad con la que iba la jóven, culminaron en un desastroso desenlace: la camisa del príncipe adornada con los estra