Cardiff, Gales
Club nocturnoMientras tanto ese mismo día, pero en la noche, Rhys ingresó al exclusivo club, escoltado por algunos miembros de la guardia real.Su deseo era pasar desapercibido, anhelando una noche para ahogar sus problemas en el alcohol y apartado de todo lo que implicaba deberes.Aunque rodeado de seguridad, la multitud bailaba ajena a su presencia real. Decidió adoptar un casi disfraz, con una gabardina oscura hasta las rodillas, gafas del mismo tono y un sombrero tipo Fedora.Mientras Rhys se abría paso entre la multitud, acompañado por dos hombres de la guardia, desinteresado de su entorno, inmenso en sus problemas que le calcomanía la mente, tropezó con una joven que corría apresurada hacia los baños.Ella, sin percatarse de la figura importante que bloqueaba su camino, colisionó con Rhys, desatando algo caótico.La sacudida del impacto y la velocidad con la que iba la jóven, culminaron en un desastroso desenlace: la camisa del príncipe adornada con los estragos de su vómito.Rhys, inicialmente quedó en estado de shock, paralizado ante esa situación inesperada. Una oleada de molestia lo invadió cuando finalmente asimiló la realidad.Su mirada, antes serena, se tornó enojada al posarse sobre la joven que tenía un aspecto terrible.Ella, en un intento por disculparse, balbuceó entre titubeos, pues sintió otra oleada brusca de malestar. No consiguió pronunciar mi una frase coherente.El viaje le había hecho que se enfermara un poco, su estómago estaba sensible y ella no conseguía sentirás bien, hasta que vómito encima del joven, que para ella era un desconocido.—Yo… lo… —dijo apenada, pero la amenaza de una arcada causo que no dijera nada más.Rhys, frunciendo el ceño, la ignoró con una frialdad inusual.—Deberías tener más cuidado — espetó, antes de quitarse el abrigo y tirarlo a la basura.La joven, sintiéndose agraviada, lo miró con indignación, pero Rhys, ya se había encaminado hacia su reservado, no le prestó más atención.Sí, lo había vomitado, sí, sin embargo él fue muy grosero, y sin saber los motivos.El desconocido con el que chocó resultó ser un grosero, no entendía cómo podía haber gente tan insensible.¿Qué hizo mal el abrigo?Le contó a sus amigas de él, y ellas para que su amiga no continuara pensando en ese momento desagradable, la llevaron a bailar a la pista.Minutos más tarde, ya se sentía relajada, había olvidado lo de antes y se dedicó a divertirse, incluso el malestar había desaparecido.Aunque permanecía atenta a sus pasos para evitar tropezar nuevamente con algún desconocido desagradable.Un par de minutos después, un hombre se acercó por detrás y comenzó a molestarla.—Baila conmigo, lindura —le exigió el sujeto, con una voz cargada de alcohol.—No, gracias, estoy bien así —le contestó ella.—¿Solita? —Se acercó más y Anastasia comenzó a inquietarse. —Mejor deja que te haga compañía.Incómoda, pensó rápidamente en algo para escabullirse de ese hombre. Él insistió en acompañarla a donde fuera, mientras ella se alejaba.Se movió para volver a lado de sus amigas, apenas logró salir de la pista entre la multitud cuando el hombre que la acosaba la sujetó del brazo con violencia, y la pegó a su cuerpo.—¡Déjame en paz! —dijo ella. Nadie se daba cuenta de lo que pasaba, o nadie le prestaba atención, todos estaban distraídos en sus asuntos. —Te lo advierto, sé defenderme —lo amenazó, tenía algo de conocimientos en artes marciales, lo básico de defensa personal.El hombre se puso furioso y la arrastró lejos de allí, la llevó a un pasillo y la empujó contra una pared, inmovilizándola e impidiendo que ella pudiera defenderse.El miedo la invadió de inmediato, ya que no sabía qué más hacer para protegerse.De la nada, apareció otro hombre pero ella no podía mirarlo bien, pues el cuerpo enorme de su atacante no le permitía observar más allá que su pecho sudoriento.—Suéltala —exigió, dirigiéndose al atacante.Observó al joven, era alto y fuerte, de aproximadamente 1.90, tenía una expresión de enojo en su cara.A pesar de ser musculoso, se sintió intimidado por este hombre. Sin embargo, este no se alejó de la joven, la seguía sujetando.—No te metas en esto, encárgate de tus asuntos —respondió el acosador de mala gana.—Te lo advierto, si continúas tocándola, no habrá un mañana para ti; haré que te encierren en una celda de por vida —amenazó el chico, su voz sonaba joven y severa, pero también increíblemente sexy para los oídos de Anastasia.El acosador se quedó callado y volvió a verlo con un gesto fruncido en su cara.—¿Quién te crees que eres? —inquirió molesto.Anastasia, aún confundida y preocupada, logró moverse de nuevo.Se sentía asqueada por el olor que desprendía el acosador: alcohol, sudor, humo y una mezcla rara que prefería no identificar.No escuchó claramente el resto de la conversación entre ellos.De repente, el acosador se alejó y la soltó, dejándola confundida.Se fue sin decir una palabra más, y Anastasia, perpleja, ajena a lo ocurrido, se giró para encontrarse con su salvador.Sus ojos entrecerrados trataban de reconocer ese rostro que le resultaba poco conocido.Abrió la boca al percatarse de que era el mismo chico con el que tropezó hace unas horas, el rubio sexy y grosero.La pena la invadió, y lo único que deseaba en ese instante era ser tragada por el suelo y desaparecer.—¿Estás bien? —preguntó él, ya que ella no podía articular ni una palabra.Asintió con la cabeza como un muñequito.—Gracias —pronunció apenas.—No fue nada —contestó cortésmente. Ya no había rastro del chico grosero; parecía un gemelo o una versión mejorada.—Lo… lo siento…Ella sentía que le debía, no una, sino dos, y como no habían empezado bien, Anastasia quería reparar su error, de haberle vomitado encima, aunque no fue a propósito.—¿Qué dijiste?Se sentía en deuda con el chico.Tal vez él ni la recordaba, y pueda que eso era lo mejor, eso creía ella, pero eso no la detendría para devolverle el favor.—Nada…Se quedó observándolo y se dio cuenta de que era mucho más atractivo de lo que recordaba; ya no traía rastros de vómito, se había cambiado de camisa.—¿Te gustaría bailar o beber algo? —preguntó ella. Suponía que así iba a recompensar algo de lo que sucedió, pues tampoco sabía cómo pagarle. Podía él también rechazarla y volver a lo suyo, creyó Anastasia. —Ahora te debo dos —señaló ella. —Una muy grande por lo de este momento, y la otra por lo del vómito.Las cejas del chico se levantaron, sorprendido como si hubiese escuchado una gran revelación.—¿Eres tú? —Finalmente recordó, nadie sabía que el príncipe en realidad tenía prosopagnosia.—Es que acabo de llegar a este país, viaje en avión por muchas horas y me duele el estómago,—explicó—, no soy una mujer borracha de verdad, lo siento mucho…La chica cruzó las manos y se disculpó sinceramente, lo que hizo que el príncipe sintiera que sería inapropiado volver a enfadarse, aparte deseaba tener una noche al menos calmada, después de todo lo ocurrido.—Bueno, acepto tu invitación.El día siguiente. En una habitación de hotel muy lujosa, Anastasia despertó, desconcertada y mareada. Al abrir los ojos, se percató de que no estaba en la habitación que compartía con sus amigas; esta era una suite lujosa y descomunalmente diferente. La perplejidad la impulsó a incorporarse, y al sentarse en la cama, su cabeza daba vueltas descontroladamente. Desesperada, se llevó las manos a la cabeza en un intento por calmar el dolor, sin embargo eso no iba a sanar su malestar.La realidad la rodeó drásticamente cuando sus ojos se dirigieron a sus manos; un resplandor en su mano izquierda, la llevó a descubrir un deslumbrante anillo de diamantes. La preocupación la invadió y un quejido de sorpresa escapó de sus labios. Un movimiento repentino detrás de ella provocó que la cama temblara, incitándola a ponerse de pie con un brinco y girar hacia la fuente del movimiento.La sorpresa se transformó en alarma al descubrir un cuerpo desnudo bajo las sábanas. Las preguntas sobre la noc
Anastasia sentía que su cabeza daba vueltas, pero solo experimentaba un dolor agudo. La habían puesto boca abajo y sacudido un poco; sumado a la mala noche que había pasado, eso fue lo que provocó su malestar.—¿A dónde me llevan? —continuó preguntando, sin haber permanecido callada desde que la sacaron del hotel. Tenía muchas dudas y no se quedaría en silencio, ni aunque la amenazaran para que lo hiciera. —Si saben que esto es secuestro, los demandaré por ello.Los hombres que viajaban con ella en la camioneta no dijeron nada, hicieron oídos sordos para no caer en sus provocaciones amenazadoras. De todas formas, nada de lo que dijera se podría cumplir; lo de demandar y decir que fue secuestrada nadie se lo creería, y si así fuera, la ley estaba a favor de la escolta real, cosa que ella todavía no sabía.—Si no me dicen a dónde me llevarán, juro que abriré esta puerta y me lanzaré, no me importa si me hago daño o muero en mi intento de escape —insistió ella.Los hombres en la camion
Anastasia se sentó en una de las sillas, observando nerviosa la opulenta sala a su alrededor. No logró concentrarse en nada, ni siquiera ese sitio elegante y lleno de cultura le robaba los pensamientos, ya que estaba más preocupada pensando cómo intentar salir de allí. Las preguntas se agolpaban en su mente, pero antes de que pudiera articular alguna, no pasaron ni diez minutos cuando las puertas se abrieron con majestuosidad. Entró una figura imponente, vestida con ropas que resaltaban su estatus real y su porté elegante; Anastasia fijó sus ojos en esa dirección. El príncipe se acercó con un gesto serio en su rostro, sus ojos profundos y azules estaban de un tono oscuro. Su cabello rubio perfectamente bien peinado, le otorgaba un aire más formal y severo que definía su posición como alteza. Sin embargo, ella se encontraba a cierta distancia y no podía captar todos los detalles del joven, incluyendo su atractivo rostro que Anastasia ya conocía. Cada rasgo de su rostro estaba esculpid
Anastasia continuó buscando desesperadamente una salida, ignorando por completo al príncipe, quien la observaba con una expresión de fastidio en su rostro. Cada vez que intentaba acercarse a ella, Anastasia daba un paso atrás, alegando que no podía aceptar un matrimonio impuesto sin su consentimiento.—No puedo estar casada, ni siquiera te conozco —musitó ella, con la voz entrecortada—. Es inaceptable —repitió con voz firme y furiosa—. No puedes simplemente aparecer de la nada y raptarme para después pretender que me case contigo. No nos conocemos y ni hablar de si estoy enamorada. Esto no tiene sentido y no lo voy a tolerar.El príncipe apretó los puños, luchando contra su creciente enojo. No estaba acostumbrado a que alguien se le resistiera y mucho menos a que lo rechazaran de esa manera. Sin embargo, sabía que no podía mostrarse débil ni perder su compostura.—Este matrimonio es una cuestión de Estado, no es asunto tuyo decidir si lo aceptas o no. —respondió con rudeza—. Yo no te
El joven se encontraba preocupado por su padre, usó una actitud muy distinta a la que había tratado a Anastasia anteriormente. Mientras ella miraba todo con atención y procesaba en su mente las palabras que había dicho el príncipe.Todavía no creía que había escuchado la palabra majestad. El rey ignoró el sermón de su hijo y volvió a ver a la jóven que seguía sentada en la silla, al fondo del salón.—¿Quién es la señorita que te acompaña, hijo? —preguntó con lleno de curiosidad.—Ella es Anastasia, majestad —la presentó, pero en ningún momento volvió a dirigir su mirada hacia ella, tenía sus ojos fijos en su padre. —Es mi esposa.Cuando soltó la noticia, el rey se sorprendió, tanto que comenzó a toser. Él quería eso, pero no esperaba que esa revelación llegará tan pronto.—Anastasia —pronunció el rey después de recuperarse, estaba tratando de recordar el nombre entre las conocidas princesas; sin embargo, no le llegó ninguna a la mente, entonces fue cuando se dio cuenta de que su hijo
La desesperación invadía a Anastasia; se sentía acorralada y sin una vía de escape en esa habitación que le asignaron, la cual era la adecuada para la princesa y futura esposa del príncipe Rhys.El rey tuvo que dar la orden de que su hijo se había comprometido, ocultando el matrimonio espontáneo que habían cometido sin anuncio. Eso no estaría bien visto, ni para el parlamento, y mucho menos para la nación; el pueblo se iría encima de ellos exigiendo explicaciones. Por lo tanto, las cosas se tenían que hacer de la forma correcta. Lo primero era presentar el compromiso y después anunciar la fecha de la boda.Anastasia estaba informada de los últimos detalle, cosa que no le tomo interés. Ella seguía sumergida en su problema, en salir de ese lugar.—Esto puede ser muy bonito, pero eso no quita que sea una enorme jaula en la que me han encerrado —murmuró para sí misma, observando la lujosa y opresiva habitación que la rodeaba.Todavía no se hacía a la idea de que estaba casada con ese chic
—No saldré de esta habitación —replicó.No quería ser grosera con la joven, la única persona culpable de que ella estuviera allí era del príncipe y de nadie más, si tenía que soltar su furia, sería sobre él, pero por ahora estaba tratando aclarar su mente para así preparar todo lo que le iba a decir en ese momento, nomas tuviera la oportunidad.La sirvienta pareció sorprendida por la negativa de Anastasia, pero mantuvo su compostura y respondió con calma.—Entiendo, alteza. Pero el príncipe ha insistido en que su presencia es requerida en el comedor esta mañana.Anastasia frunció el ceño, sintiendo una mezcla de irritación y nerviosismo. Definitivamente, no estaba acostumbrada, y mucho menos le agradaba que se dirigieran de ese modo a ella. Incluso, tampoco creía que algún día llegaría a acostumbrarse.Estaba dispuesta a enfrentar al príncipe Rhys en cualquier momento, a pesar de que todavía no asimilaba todo lo ocurrido. No le tenía miedo y suponía que una vez lo tuviera enfrente,
Rhys tuvo que contener la ira que comenzaba a surgir en su interior. No estaba acostumbrado a que alguien se le enfrentara de esa manera, mucho menos que una mujer que acababa de convertirse en princesa consorte se atreviera a desafiarlo.«¿Quién se cree que es?», pensó, sintiendo la sangre hervir en sus venas. Pero por mucho que quisiera sacar esa furia contra Anastasia, se obligó a respirar profundamente y a mantener la compostura.—Entiendo que esto pudo haberte tomado por sorpresa, no solo a ti te pasó —dijo, tratando de sonar calmado. La necesitaba, él lo sabía bien, y por eso estaba luchando para mantenerse sereno, sin apartar esa seriedad de su rostro—. Su majestad no está bien de salud, si le damos un disgusto, podría llevarlo pronto a la tumba…Rhys tuvo que guardar silencio antes de revelar más cosas, como el sentimiento de perder a su padre. No podía mostrarse frágil delante de ella, le daría armas para atacarlo, eso suponía él. Ella se giró hacia él, con los ojos llenos de