Cardiff, Gales
El avión descendió en Cardiff, revelando un paisaje verde que abarcaba la zona de la isla y otra parte salpicada de ríos, creando un panorama hermoso.Las jóvenes dirigieron sus miradas hacia las ventanas, maravillándose con las vistas.Al tocar tierra en el aeropuerto de Cardiff, una mezcla de emoción y anticipación se apoderó de Anastasia.Se sentía nerviosa pero ansiosa por explorar la ciudad.La brisa fresca de Gales les dio una cálida bienvenida, mientras cruzaban el pasillo hacia la sala de espera de la terminal. Lisa sugirió algo que tenía en mente.—¿Qué tal si por la noche nos dedicamos a visitar clubes nocturnos? No perdamos el tiempo y desde hoy hay que ir al primero.Mientras esperaban por sus maletas en la zona de equipajes.—No estoy del todo de acuerdo, no deberíamos salir a ese tipo de sitios tan pronto. —A Mara no le agradaba mucho la idea de ir a clubes —Yo creo que visitar museos, te animaría más —Se dirigió a Anastasia.—¿Estás hablando en serio? —exclamó Lisa. —Ver museos y castillos antiguos, es lo más aburrido del mundo. —Se volvió hacia Anastasia y la miró fijamente. —¡Este lugar es increíble para pasear por las calles en la noche! No desaproveches esta oportunidad, hay que disfrutar. Y la mejor manera, es irnos de fiesta.Anastasia consideró las dos opiniones de sus amigas, pero se inclinó por la parte aventura y fiestera. Pues pensaba que necesitaba más eso ahora que cualquier otra cosa.*****Cardiff, Gales.Palacio Bevanog—Lo siento…Rhys abrió los ojos de par en par al escuchar claramente las palabras del médico que les informaba sobre el estado de salud de su padre, el rey Arthur Bevanog.Una enfermedad incurable había asentado su sombra sobre el rey, y todos los médicos que lo habían revisado daban el mismo dictamen. No auguraban más de tres meses de vida, quizás, a lo sumo, un mes.Un tumor había extendido sus raíces por casi todo su cuerpo, devorándolo lentamente. Ya no quedaba mucho del hombre que alguna vez fue, solo una figura enfermiza y casi moribunda, que reposaba en una inmensa cama.Los médicos abandonaron la estancia después de difundir la noticia a su reina, la esposa del rey, y al único heredero, el príncipe Rhys. Les restaba solo el tiempo efímero que compartían con él.Ambos, resignados, aceptaron el designio de la vida, aunque el príncipe Rhys aún no asimilaba por completo la realidad de la enfermedad.Se preguntaba cómo un hombre tan fuerte como su padre había terminado de esa manera.Siempre cumplió con sus revisiones médicas mensuales, una regla fundamental tanto para él como para todos en la realeza.El rey Arthur solía decir que un monarca debía velar primero por su nación, y lo primero era mantenerse sano y fuerte para su gente.Esta era una de las normas que él mismo se imponía, y muy pronto sería heredada por su sucesor, el príncipe, una vez que ascendiera al trono.Era un pilar fundamental en su monarquía, algo que el propio rey había instituido y que el parlamento tenía presente como ley.Mientras su padre se sumía en la casi agonía, luchando por respirar y hablar, le impuso a su hijo una promesa.El príncipe Rhys Bevanog se vio obligado a conseguir cumplirla, no solo por él mismo, sino por la nación y por el deber que le incumbía como futuro rey de Gales.—Hi… hijo… necesitas… casarte con una princesa… lo más pronto posible…Él sabía que esta acción le garantizaría el título y la dirección de la monarquía, permitiéndole convertirse finalmente en el rey de Gales.Pero ahora Rhys se hallaba más preocupado por el estado de su padre que por la promesa que le había hecho realizar.—Padre…Él comprendía cuál era la única vía para ascender al trono por ser el progenitor de un rey.Por ello, rechazaba cualquier opción que involucrara su vida sentimental.Sabía que no podía enamorarse y casarse, era casarse y cumplí, así solamente funcionaba.Solo que todavía no estaba preparado para despedirse de su rey, no en ese momento…—No hables más, padre —le dijo, tomando la mano de su rey. —Necesitas descansar; mañana será un día mejor.—No habrá muchas mañanas para mí ya, — pronunció el hombre con dificultad, aunque su hijo le escuchó claramente. —Necesito que me prometas lo que te he pedido, es ahora, Rhys.El príncipe se encontraba en un dilema.—Pero padre…—P... Pro… prométeme…—Se lo prometo, mi majestad,— afirmó el príncipe con determinación, esforzándose para que su padre no percibiera vacilación en sus palabras.Estaba dispuesto a hacer todo lo necesario para cumplir con ese último deseo, aunque desconocía los desafíos que le aguardaban en su compromiso con la promesa hecha a su enfermo padre.*****A varias habitaciones de distancia de dónde se encontraba el rey y su hijo, conversando, la reina se estaba sumamente preocupada en su alcoba.—Lo advertí en repetidas ocasiones —se lamentaba la reina, anticipando los eventos venideros—. ¿De dónde sacaremos ahora una princesa? No es como si cayeran del cielo.Su dama de compañía, que también era su confidente, escuchaba con mucha atención.—Trina —la llamó la reina—, ¿de dónde cree el rey que surgirá esa princesa? No tenemos opciones.Mientras la reina se sumía en la preocupación, su dama reflexionaba sobre el problema.La reina ya había hablado con su esposo y llegaron a un acuerdo, pero no habían muchas princesas disponibles en todo Europa. Pensar en una prometida para su príncipe, la dejaba demasiado inquieta.—Su majestad —exclamó la dama—, ¿qué hay de la princesa Gisal?La reina se enderezó en su asiento, mirándola con asombro y espanto, para luego negar con la cabeza.—No sería correcto; son parientes. Los herederos comparten un lazo de sangre.—Es un lazo muy delgado, tal vez nada visible, los separa como cinco generaciones. Aparentemente son parientes muy lejanos.—Pero al final son primos.La reina dudaba, observándola con inquietud.Aunque la sugerencia parecía descabellada, no podía descartarla. ¿Se verían envueltos en un conflicto con el parlamento si forjaban una unión entre esos príncipes?Los tildarían de incorrectos. Debía discutirlo primero con ellos para disipar sus dudas. No obstante, en el fondo, reconocía que era una elección acertada.La princesa Gisal y Rhys se conocían desde la infancia; si su hijo lograba casarse con ella, no habría necesidad de comprometerlo con una desconocida.—Trina, avisa para que organicen de inmediato una escolta personal, que traigan a la princesa Gisal al palacio y que vayan a buscar a Rhys donde se metió.... Además, tengo una tarea importante para ti...La reina le pidió a la mujer que se acercara a ella y le susurró... una órden.Cardiff, GalesClub nocturno Mientras tanto ese mismo día, pero en la noche, Rhys ingresó al exclusivo club, escoltado por algunos miembros de la guardia real. Su deseo era pasar desapercibido, anhelando una noche para ahogar sus problemas en el alcohol y apartado de todo lo que implicaba deberes. Aunque rodeado de seguridad, la multitud bailaba ajena a su presencia real. Decidió adoptar un casi disfraz, con una gabardina oscura hasta las rodillas, gafas del mismo tono y un sombrero tipo Fedora.Mientras Rhys se abría paso entre la multitud, acompañado por dos hombres de la guardia, desinteresado de su entorno, inmenso en sus problemas que le calcomanía la mente, tropezó con una joven que corría apresurada hacia los baños.Ella, sin percatarse de la figura importante que bloqueaba su camino, colisionó con Rhys, desatando algo caótico. La sacudida del impacto y la velocidad con la que iba la jóven, culminaron en un desastroso desenlace: la camisa del príncipe adornada con los estra
El día siguiente. En una habitación de hotel muy lujosa, Anastasia despertó, desconcertada y mareada. Al abrir los ojos, se percató de que no estaba en la habitación que compartía con sus amigas; esta era una suite lujosa y descomunalmente diferente. La perplejidad la impulsó a incorporarse, y al sentarse en la cama, su cabeza daba vueltas descontroladamente. Desesperada, se llevó las manos a la cabeza en un intento por calmar el dolor, sin embargo eso no iba a sanar su malestar.La realidad la rodeó drásticamente cuando sus ojos se dirigieron a sus manos; un resplandor en su mano izquierda, la llevó a descubrir un deslumbrante anillo de diamantes. La preocupación la invadió y un quejido de sorpresa escapó de sus labios. Un movimiento repentino detrás de ella provocó que la cama temblara, incitándola a ponerse de pie con un brinco y girar hacia la fuente del movimiento.La sorpresa se transformó en alarma al descubrir un cuerpo desnudo bajo las sábanas. Las preguntas sobre la noc
Anastasia sentía que su cabeza daba vueltas, pero solo experimentaba un dolor agudo. La habían puesto boca abajo y sacudido un poco; sumado a la mala noche que había pasado, eso fue lo que provocó su malestar.—¿A dónde me llevan? —continuó preguntando, sin haber permanecido callada desde que la sacaron del hotel. Tenía muchas dudas y no se quedaría en silencio, ni aunque la amenazaran para que lo hiciera. —Si saben que esto es secuestro, los demandaré por ello.Los hombres que viajaban con ella en la camioneta no dijeron nada, hicieron oídos sordos para no caer en sus provocaciones amenazadoras. De todas formas, nada de lo que dijera se podría cumplir; lo de demandar y decir que fue secuestrada nadie se lo creería, y si así fuera, la ley estaba a favor de la escolta real, cosa que ella todavía no sabía.—Si no me dicen a dónde me llevarán, juro que abriré esta puerta y me lanzaré, no me importa si me hago daño o muero en mi intento de escape —insistió ella.Los hombres en la camion
Anastasia se sentó en una de las sillas, observando nerviosa la opulenta sala a su alrededor. No logró concentrarse en nada, ni siquiera ese sitio elegante y lleno de cultura le robaba los pensamientos, ya que estaba más preocupada pensando cómo intentar salir de allí. Las preguntas se agolpaban en su mente, pero antes de que pudiera articular alguna, no pasaron ni diez minutos cuando las puertas se abrieron con majestuosidad. Entró una figura imponente, vestida con ropas que resaltaban su estatus real y su porté elegante; Anastasia fijó sus ojos en esa dirección. El príncipe se acercó con un gesto serio en su rostro, sus ojos profundos y azules estaban de un tono oscuro. Su cabello rubio perfectamente bien peinado, le otorgaba un aire más formal y severo que definía su posición como alteza. Sin embargo, ella se encontraba a cierta distancia y no podía captar todos los detalles del joven, incluyendo su atractivo rostro que Anastasia ya conocía. Cada rasgo de su rostro estaba esculpid
Anastasia continuó buscando desesperadamente una salida, ignorando por completo al príncipe, quien la observaba con una expresión de fastidio en su rostro. Cada vez que intentaba acercarse a ella, Anastasia daba un paso atrás, alegando que no podía aceptar un matrimonio impuesto sin su consentimiento.—No puedo estar casada, ni siquiera te conozco —musitó ella, con la voz entrecortada—. Es inaceptable —repitió con voz firme y furiosa—. No puedes simplemente aparecer de la nada y raptarme para después pretender que me case contigo. No nos conocemos y ni hablar de si estoy enamorada. Esto no tiene sentido y no lo voy a tolerar.El príncipe apretó los puños, luchando contra su creciente enojo. No estaba acostumbrado a que alguien se le resistiera y mucho menos a que lo rechazaran de esa manera. Sin embargo, sabía que no podía mostrarse débil ni perder su compostura.—Este matrimonio es una cuestión de Estado, no es asunto tuyo decidir si lo aceptas o no. —respondió con rudeza—. Yo no te
El joven se encontraba preocupado por su padre, usó una actitud muy distinta a la que había tratado a Anastasia anteriormente. Mientras ella miraba todo con atención y procesaba en su mente las palabras que había dicho el príncipe.Todavía no creía que había escuchado la palabra majestad. El rey ignoró el sermón de su hijo y volvió a ver a la jóven que seguía sentada en la silla, al fondo del salón.—¿Quién es la señorita que te acompaña, hijo? —preguntó con lleno de curiosidad.—Ella es Anastasia, majestad —la presentó, pero en ningún momento volvió a dirigir su mirada hacia ella, tenía sus ojos fijos en su padre. —Es mi esposa.Cuando soltó la noticia, el rey se sorprendió, tanto que comenzó a toser. Él quería eso, pero no esperaba que esa revelación llegará tan pronto.—Anastasia —pronunció el rey después de recuperarse, estaba tratando de recordar el nombre entre las conocidas princesas; sin embargo, no le llegó ninguna a la mente, entonces fue cuando se dio cuenta de que su hijo
La desesperación invadía a Anastasia; se sentía acorralada y sin una vía de escape en esa habitación que le asignaron, la cual era la adecuada para la princesa y futura esposa del príncipe Rhys.El rey tuvo que dar la orden de que su hijo se había comprometido, ocultando el matrimonio espontáneo que habían cometido sin anuncio. Eso no estaría bien visto, ni para el parlamento, y mucho menos para la nación; el pueblo se iría encima de ellos exigiendo explicaciones. Por lo tanto, las cosas se tenían que hacer de la forma correcta. Lo primero era presentar el compromiso y después anunciar la fecha de la boda.Anastasia estaba informada de los últimos detalle, cosa que no le tomo interés. Ella seguía sumergida en su problema, en salir de ese lugar.—Esto puede ser muy bonito, pero eso no quita que sea una enorme jaula en la que me han encerrado —murmuró para sí misma, observando la lujosa y opresiva habitación que la rodeaba.Todavía no se hacía a la idea de que estaba casada con ese chic
—No saldré de esta habitación —replicó.No quería ser grosera con la joven, la única persona culpable de que ella estuviera allí era del príncipe y de nadie más, si tenía que soltar su furia, sería sobre él, pero por ahora estaba tratando aclarar su mente para así preparar todo lo que le iba a decir en ese momento, nomas tuviera la oportunidad.La sirvienta pareció sorprendida por la negativa de Anastasia, pero mantuvo su compostura y respondió con calma.—Entiendo, alteza. Pero el príncipe ha insistido en que su presencia es requerida en el comedor esta mañana.Anastasia frunció el ceño, sintiendo una mezcla de irritación y nerviosismo. Definitivamente, no estaba acostumbrada, y mucho menos le agradaba que se dirigieran de ese modo a ella. Incluso, tampoco creía que algún día llegaría a acostumbrarse.Estaba dispuesta a enfrentar al príncipe Rhys en cualquier momento, a pesar de que todavía no asimilaba todo lo ocurrido. No le tenía miedo y suponía que una vez lo tuviera enfrente,