La desesperación invadía a Anastasia; se sentía acorralada y sin una vía de escape en esa habitación que le asignaron, la cual era la adecuada para la princesa y futura esposa del príncipe Rhys.El rey tuvo que dar la orden de que su hijo se había comprometido, ocultando el matrimonio espontáneo que habían cometido sin anuncio. Eso no estaría bien visto, ni para el parlamento, y mucho menos para la nación; el pueblo se iría encima de ellos exigiendo explicaciones. Por lo tanto, las cosas se tenían que hacer de la forma correcta. Lo primero era presentar el compromiso y después anunciar la fecha de la boda.Anastasia estaba informada de los últimos detalle, cosa que no le tomo interés. Ella seguía sumergida en su problema, en salir de ese lugar.—Esto puede ser muy bonito, pero eso no quita que sea una enorme jaula en la que me han encerrado —murmuró para sí misma, observando la lujosa y opresiva habitación que la rodeaba.Todavía no se hacía a la idea de que estaba casada con ese chic
—No saldré de esta habitación —replicó.No quería ser grosera con la joven, la única persona culpable de que ella estuviera allí era del príncipe y de nadie más, si tenía que soltar su furia, sería sobre él, pero por ahora estaba tratando aclarar su mente para así preparar todo lo que le iba a decir en ese momento, nomas tuviera la oportunidad.La sirvienta pareció sorprendida por la negativa de Anastasia, pero mantuvo su compostura y respondió con calma.—Entiendo, alteza. Pero el príncipe ha insistido en que su presencia es requerida en el comedor esta mañana.Anastasia frunció el ceño, sintiendo una mezcla de irritación y nerviosismo. Definitivamente, no estaba acostumbrada, y mucho menos le agradaba que se dirigieran de ese modo a ella. Incluso, tampoco creía que algún día llegaría a acostumbrarse.Estaba dispuesta a enfrentar al príncipe Rhys en cualquier momento, a pesar de que todavía no asimilaba todo lo ocurrido. No le tenía miedo y suponía que una vez lo tuviera enfrente,
Rhys tuvo que contener la ira que comenzaba a surgir en su interior. No estaba acostumbrado a que alguien se le enfrentara de esa manera, mucho menos que una mujer que acababa de convertirse en princesa consorte se atreviera a desafiarlo.«¿Quién se cree que es?», pensó, sintiendo la sangre hervir en sus venas. Pero por mucho que quisiera sacar esa furia contra Anastasia, se obligó a respirar profundamente y a mantener la compostura.—Entiendo que esto pudo haberte tomado por sorpresa, no solo a ti te pasó —dijo, tratando de sonar calmado. La necesitaba, él lo sabía bien, y por eso estaba luchando para mantenerse sereno, sin apartar esa seriedad de su rostro—. Su majestad no está bien de salud, si le damos un disgusto, podría llevarlo pronto a la tumba…Rhys tuvo que guardar silencio antes de revelar más cosas, como el sentimiento de perder a su padre. No podía mostrarse frágil delante de ella, le daría armas para atacarlo, eso suponía él. Ella se giró hacia él, con los ojos llenos de
Anastasia observó a Rhys con incredulidad, horrorizada por lo que acababa de escuchar. Su convicción se fortaleció en ese instante, y sintió cómo la furia burbujeaba dentro de ella.—¡No puedes obligarme a eso! ¡Mucho menos puedes tratar de controlar mi cuerpo y mi vida de esa manera! —exclamó alto, su voz temblorosa pero firme.Rhys frunció el ceño, sus ojos llenos de indignación y frustración. No estaba acostumbrado a que alguien se le resistiera y lo desafiara de esa manera, mucho menos la mujer que se había convertido en su esposa. ¿Qué tenía de malo acostarse con él? Rhys sabía que era demasiado atractivo, nunca antes ninguna mujer se le había resistido, incluso ella tampoco lo había hecho. Tal vez no tenía el recuerdo claro de esa noche que pasaron juntos; sin embargo, ella ya había sido suya y no entendía por qué se negaba a estar con él otra vez.—Es mi deber como príncipe y como heredero de esta dinastía asegurarme de que haya un heredero legítimo. Y es tu responsabilidad com
¿Por qué le había dicho eso? Tampoco le importaba si fuera un buen rey. Rhys la miró con los ojos entrecerrados, suspirando profundamente. Por un momento, pareció dudar de sus palabras. Aunque afirmó que no le interesaba, su expresión sugería lo contrario, y por un instante, Rhys percibió algo diferente en ella. Sin embargo, se aferró a lo último que ella dijo; entonces, su gesto fruncido y su enojo regresaron.—No porque te creas valiente, creerás que puedes hablarme de esa manera. —Volvió a acercarse a ella y clavó sus ojos en los suyos. —No porque seas una princesa ahora, eso te garantiza salvarte de mi tiranía —dijo él, con voz fría y despiadada. —¿Sabes? —susurró, acercando su boca a la de ella como si fuera a besarla, pero eso no sucedió. —Puedo encerrarte, y no en un lugar como este al que has llamado celda. Puedo ser despiadado, Anastasia. Puedo encerrarte en un calabozo frío y oscuro, y dejarte allí durante días, semanas, o hasta que cambies ese carácter desafiante que tienes
La reina no podía creer lo que escuchaba. ¿Su príncipe casado? ¿En qué momento ocurrió?, eso se preguntó. Se suponía que las cosas iban a hacer hechas a su manera, así lo tenía ella planeado; sin embargo, no lo fue.Mientras tanto, el príncipe Rhys explicaba por qué su esposa se tardaba en llegar a su primer desayuno con su familia real. Dijo que Anastasia estaba nerviosa y algo cansada, dando varias excusas para que el rey tuviera compasión por ella.Después de todo, Rhys no era tan cruel como Anastasia pensaba. Sin embargo, sobre todo lo hacía por su padre, para no causarle disgustos y así mantener en secreto el comportamiento rebelde de su esposa, ya que no encajaba con su monarquía.Sabía que Anastasia no iba a bajar y reunirse con ellos en el comedor. Eso había quedado muy claro después de esa tensa conversación con ella. Rhys salió furioso de allí, incluso más enojado de lo que entró. Anastasia tampoco se veía bien cuando él mencionó el tema de tener un heredero y pasar las noch
El rey no podía levantarse de su silla de ruedas, deseaba hacerlo para acercarse a su hijo; sin embargo, su estado débil no le impedía hacerlo, así que presionó el mando automático que tenía en las posas brazos y se acercó al príncipe. Colocó una de sus débiles manos en su hombro y presionó suavemente mientras lo miraba.—Rhys, escucha bien mis palabras —dijo con voz serena pero firme—. No importa lo que diga el parlamento o tu madre. Eres un príncipe valiente y noble, y has demostrado tu capacidad para gobernar. No permitas que las opiniones de los demás te hagan dudar de ti mismo o de este matrimonio que has elegido con esa joven.Rhys asintió, pero aún se sentía preocupado. Sabía que la reacción de la corte sería difícil de manejar, especialmente considerando el linaje ilegítimo de Anastasia. Temía que su dinastía fuera juzgada y no solo eso, también que les afectara, que las bases sólidas que había construido su rey, se desmoronaran por su culpa.—Entiendo tu preocupación, hijo —c
—No es culpa tuya—, le dijo la reina a Gisal.La princesa Gisal había llegado al palacio al día siguiente, muy temprano por orden de la reina. De manera discreta, la reina le pidió que llegara como cuando iba a visitarla. Aunque para la mayoría de las personas que trabajaban y vivían allí, verla en ese lugar después de tanto tiempo les pareció extraño.—Claro que es culpa mía—, se quejó ella. —Me tardé en llegar a ese club, si no me hubiera distraído antes…—Los ‘hubieras’ no existen, querida— respondió la reina. —Aquí los incompetentes fueron los empleados. La reina seguía molesta con ese asunto.—Ha sido mala suerte que se haya cruzado con otra, —opinó Gisal. —Nunca pensé que eso ocurriría.—Nadie consideró algo así— indicó su majestad. —Esa mujer se le puso en el camino y se le metió por los ojos, incluso estoy segura de que ella lo planeó.—Pero entonces ella sabía quién es Rhys, si dice que fue de esa manera.La reina le echó una mirada fulminante. La princesa guardó silencio en