13. ¿Amenazas?

¿Por qué le había dicho eso? Tampoco le importaba si fuera un buen rey. Rhys la miró con los ojos entrecerrados, suspirando profundamente. Por un momento, pareció dudar de sus palabras. Aunque afirmó que no le interesaba, su expresión sugería lo contrario, y por un instante, Rhys percibió algo diferente en ella. Sin embargo, se aferró a lo último que ella dijo; entonces, su gesto fruncido y su enojo regresaron.

—No porque te creas valiente, creerás que puedes hablarme de esa manera. —Volvió a acercarse a ella y clavó sus ojos en los suyos. —No porque seas una princesa ahora, eso te garantiza salvarte de mi tiranía —dijo él, con voz fría y despiadada. —¿Sabes? —susurró, acercando su boca a la de ella como si fuera a besarla, pero eso no sucedió. —Puedo encerrarte, y no en un lugar como este al que has llamado celda. Puedo ser despiadado, Anastasia. Puedo encerrarte en un calabozo frío y oscuro, y dejarte allí durante días, semanas, o hasta que cambies ese carácter desafiante que tienes
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