Una vez que Antón salió de la mansión, ella se levantó a preparar su desayuno, puesto que el que tenía en la mesa estaba salado como para una vaca.—¿No te han enseñado que la comida no se vota a la basura? —preguntó Gina con una sonrisa burlista. Alexa no dijo nada y continuó preparándose algo de comer. Al abrir la nevera, Gina sostuvo la puerta del refrigerador y le impidió abrirlo.—¿Me puedes dar permiso? —pidió Alexa con mucha educación y sensibilidad.—No lo haré. Acabas de botar tu desayuno y esperas sacar más del refri; no lo permitiré.—¿Sabes que estaba salado? Nadie podría comerlo —replicó Alexa con debilidad.—No me interesa. Tengo órdenes estrictas de no dejarte hacer lo que te dé la gana.Mientras discutía con Gina, por qué en realidad tenía hambre, los pasos de alguien se escucharon.—¿Qué está sucediendo? —preguntó Ana a la vez que acomodaba su cartera sobre el mostrador.—Señorita Ana, el joven Antón no se encuentra.—¿Y por eso abusas de su esposa? —gruñó Ana, muy en
Quiso llamar a su madre, pero desistió al imaginar lo preocupada que se quedaría si la escuchaba en ese estado. Inhaló y exhaló para poder apaciguar su triste corazón que no paraba de dolerle.Después de unas horas, bajó al jardín y aspiró el aroma de las flores. Una dulce voz le sacó de su confort.—Hola —murmuró Mikel.Ella se quedó inmóvil ante la repentina aparición del joven doctor.—¿Qué hace aquí? ¡Váyase! Me meterá en problemas.—Tranquila. Solo quiero hablar.La preocupación invadió a Alexa; miraba hacia un lado y a otro. Si Antón la veía junto a su amigo, seguro se enojaría.—Pues yo no quiero hablar con usted ni con nadie.Dicho eso, se encaminó hasta la habitación, puso seguro y ahí se quedó hasta que la noche cayó. Aunque ella trataba de evitar los problemas, estos siempre llegaban.Por la noche, cuando Antón llegó, la empleada no desaprovechó ni un instante para dar el chisme. Aquello hizo enfurecer a Antón, quien no esperó para reclamarle a Alexa.Ella acababa de salir
Por la tarde, cuando Antón pasó por su casa a recoger la maleta, se llevó una gran sorpresa: su madre había vuelto y lo encontró saliendo de casa con una maleta.—¿Dónde vas?—Me voy de viaje, asuntos de negocios.—Ya cumpliste con tu promesa. Han pasado dos semanas, en las cuales debiste intimar.—Madre, te dije que no hablaría de eso contigo.—Si te vas de viaje, te vas a ir con ella.—No, no me voy con ella. Me iré con Cleo; me está esperando en el aeropuerto.—No voy a permitir que cometas ese error. Debes ir con Alexa y punto —gruñó la mujer, enfadada.Antón se dejó caer sobre el asiento con gran decepción, agachó la cabeza entre sus piernas mientras sus manos rodaban por su cabeza hasta la nuca. Si estaba huyendo, era porque no quería estar cerca de ella, y ahora su madre la quería enviar con él de viaje.—Llámale a Cleo y dile que no vas a ir. Que se regrese a Barcelona porque tampoco puede quedarse en casa. Estoy tratando de alejar a Ana y ahora a Cleo.La respuesta de la anci
Mientras la sujetaba con fuerza y la llevaba a rastras, escuchó una frágil voz de una mujer gritar el nombre de él.—¡Antón! —detente —gritaba Cloe, que le había visto hace segundos atrás.—Te están llamando —le dijo por si no había escuchado.Él no dijo nada y siguió jalándole mientras la mujer tras ellos continuaba nombrándole. Cansada de su jaleo, Alexa se detuvo en seco, soltándose de su agarre.—¿Qué haces? —preguntó molesto a la vez que la volvía a agarrar.—Te están llamando, ¿por qué huyes? —le preguntó a la vez que se detenía y se volteaba a ver a la mujer de cabello corto que venía dando grandes zancadas para alcanzarlos.—¿Sabes cuántos Antón hay en este mundo? —replicó a la vez que volvía a caminar.—No lo sé. Al único que conozco es a ti —respondió ella mientras le seguía el paso.Una vez que el auto negro se parqueó delante de ellos, se introdujeron en él y se perdieron de los ojos de la mujer.—Buenas noches, señor Antón y señora —replicó el hombre vestido de negro.—Bu
Antón llegó al cuarto de hotel de Cleo. La joven estaba totalmente lastimada en su corazón; ella amaba a ese hombre con toda su alma. A diferencia de Ana, ella no sabía que ese matrimonio era solo por una venganza. Enterarse de que Antón estaba casado con una mujer mucho más joven que ella le golpeó duro en su orgullo.—¡Para de beber!—No quiero. Yo solo quiero que me digas que no amas a esa mujer. Quiero que te divorcies de ella y te cases conmigo.—No puedo —gruñó él.—¿No puedes o no quieres? —preguntó ella mientras se acercaba. El silencio perduró en él.Ella posó su bebida en el velador que estaba cerca de su cama y besó a Antón con mucha brusquedad.—Hazme tuya por última vez.Agarró las manos de él y las posó en sus nalgas mientras le besaba, ardiendo en deseo. Antón le dio cabida para que su lengua entrara. Cuando ya estaba por caer junto a ella sobre la cama, la imagen de Alexa apareció en su mente.Con sus dos manos, la presionó de los hombros y la apartó de él.—Lo siento,
En media hora estuvo lista; llevaba un vestido blanco transparente que dejaba a la vista el traje de baño que llevaba dentro. Antón la esperaba en la sala.Al verla, su corazón latió con fuerza. Carraspeó su garganta para apaciguar el sentimiento loco que se estaba desatando en su corazón. “¿Qué mierda me pasa?” —gruñó para sí mismo—. Vamos —bufó, tratando de sonar indiferente.Salieron en el auto; Alexa solo se dedicó a observar la belleza natural que rodeaba el archipiélago. En cuanto a Antón, no pudo detener esos latidos que resonaban con fuerza dentro de él.“Una vez que me acueste con ella, pasará” —se repitió en la mente para tratar de subir su ánimo.No paró de mirarla, cómo sonreía y la alegría que se reflejaba en su pequeño e inocente rostro. Nunca le había visto sonreír; aquellos ojos esmeraldas no habían parado de llorar desde el día que la conoció.Mientras ella disfrutaba de las tortugas gigantes, su esposo la contemplaba con gran encanto. Pronto sintió el abrazo de una m
Antón sintió su corazón apachurrarse al soltar la mano de su esposa, pero si su madre le veía tomados de la mano, sospecharía que él se había enamorado, y eso solo desataría que la mujer explotara y sufriera más.—¿Qué bueno que ya volviste, mi niño? —resopló Carlota a la vez que lo abrazaba y clavaba su mirada en Alexa.Ella bajó la mirada, puesto que tenía un nudo en su garganta. Se reprochó a sí misma por haber sido una ilusa y creer que Antón seguiría siendo el mismo que fue en el archipiélago. Llegó a imaginar que entrarían agarrados de la mano, que se enfrentaría a su madre y le gritaría en la cara que se había enamorado de ella.—¿Tú no piensas saludar? —gruñó Carlota con mucho desprecio.—Buenas tardes, señora.—Ve a tu habitación; tú y yo hablaremos después.Alexa alzó la mirada y miró a su esposo, que estaba tras su madre. Él bajó la mirada y suspiró con mucho sentimiento. Ella tragó grueso y se encaminó a la habitación, donde ahogó su grito en la almohada.“¿Qué tonta? Cómo
En el edificio más alto de la capital, el joven apuesto y elegante Antón entró con una ancha sonrisa, saludando a todo el que pasaba por su lado. Tras impresionar con su belleza varonil, ahora impresionaba con la grata educación que no acostumbraba a mostrar.Se sentó en su escritorio recordando todo lo que había vivido en solo dos días. Deseaba tomar el celular y llamarle a su amada; apenas había pasado una hora desde que la dejó en casa y ya la extrañaba.—¿Bro, puedo?—Adelanté.—Te perdiste el fin de semana. ¿Dónde te fuiste? —indagó Hanson.—Por ahí...—¿Por ahí? ¿Qué es eso? Bro, ¿piensas ocultarme las cosas?—Hay cosas que no se deben contar —respondió con una sonrisa que brilló hasta sus ojos.—¿Esos ojos?—¿Qué pasa con mis ojos?—Brillan... ¿Estás enamorado?Antón tragó saliva y sostuvo su sonrisa.—Ve a trabajar.—Antón, mírame. No me digas que te atraparon.—Hanson, ve a trabajar.Esta vez sonó más serio y su amigo acató la orden, ya que Antón era su jefe.Caminó hasta la