Una vez que Damm encontró a Inma, le entregó la carpeta con toda la información sobre su medio hermano. Ella agradeció infinitamente por haber ayudado a encontrarlo.Hace años, cuando su padre era un adolescente de 16 años, mantuvo una relación con una joven pobre, la cual era becada en aquel instituto. Cuando los padres de Camilo se enteraron, hicieron de todo para sacar a la joven de aquel instituto y enviaron a su hijo al extranjero. Nunca más la volvió a ver. Cuando se envió al extranjero, sabía que ella estaba embarazada. Gracias a unas de sus amigas, supo que el niño había nacido, solo que la joven fue obligada a casarse con otro hombre y por esa razón perdió su pista.Por años lo buscó para saber sobre su hijo, hasta que por fin había dado con él. Sin embargo, la vida no le alcanzó para conocerlo y disfrutar unos momentos junto a él.En casa de los Ortiz, la atmósfera se volvió tensa. Aquel teniente aspiraba el humo del cigarro y lo expulsaba con lentitud. Junto a su hijo perma
—¡Todos, quietos!Carlota reía como maniaca mientras apuntaba con el arma a todos los ahí presentes.—Madre, baja el arma.—No —gruñó, moviendo su brazo hacia Alexa.—¡Mátame a mí! —rugió Axel—. ¡No apuntes a mi hija!—Cállate, maldito.Se dirigió nuevamente al frente y se acercó más. Con lágrimas en los ojos, Carlota miró a Antón.—No voy a permitir que seas feliz con esa maldita.—Madre, baja el arma —rugió, apretando los dientes.—Tú y yo estaremos junto a Katy.—¿Qué?—Lo que escuchaste. Prefiero que mueras a que unas tu vida por la iglesia con la hija de Axel Ruiz.Dicho eso, Carlota disparó a Antón. El grito desgarrado de Alexa retumbó en la iglesia. Lentamente fue cayendo Antón, sin despegar la mirada de su madre, quien se disparó en la cabeza una vez que vio a su hijo tirado en el suelo.—Amor, por favor, no me dejes.—Te amo... —replicó Antón cuando yacía en el suelo—. Cuídalo, perdón por nuevamente fallarte.Dicho eso, cerró los ojos.—¡No! ¡No! ¡Antón, despierta! —no puedes
En una humilde casita, al sur de la capital, se celebraba los dieciocho años de Alexa Ruíz, una joven hermosa en todos los aspectos, quien con su noble y bondadoso corazón se había ganado el cariño de todos los vecinos, los cuales se hicieron presentes en la pequeña celebración de sus dieciocho primaveras.Cuando Alexa bajó de su habitación, sonrió con mucha felicidad, puesto que todas las personas que ella quería estaban en su casa. Le saludaron al mismo tiempo, le dieron las felicitaciones y, por consiguiente, le hicieron la entrega de los regalos. Con emoción, caminó hasta la mesa y los posó sobre la antes nombrada. Seguido, se colocó tras los enseres. Los aplausos, acompañados del canto eufórico de sus vecinos, se escucharon. Inhalando profundamente, se acercó a la vela para, antes de apagarla, pedir un deseo, el cual esperaba se realizará pronto.Mientras mantenía sus ojos cerrados, un fuerte golpe que provenía de la puerta se escuchó, lo que hizo exaltar su corazón. Aquel golpe
Dicho eso, se giró y caminó hasta el auto, manteniendo una sonrisa maliciosa. Su gran plan era hacer pagar una a una las lágrimas que su madre había derramado por la muerte de su hermana. Si no podía vengarse del culpable, lo haría con la hija.Alexa dejó caer unas cuantas lágrimas y subió a despedirse de su padre. Besó las manos de su amado papá, que llevaba 13 años durmiendo. Dentro de su pecho se encontraban varios sentimientos; el más reciente era el miedo que le causaba ir con ese hombre hasta su casa.Suspiró, secó sus lágrimas y empacó maletas. No iba a permitir que desconectaran a su padre. No sabía qué le deparaba el destino, si algún día lo volvería a ver. Quizás esa familia la quería para enterrarla viva; no sabía qué mismo le iba a suceder.Todos los vecinos la abrazaron con lágrimas en los ojos. Sabía que esa familia era muy poderosa y, si no acataban sus órdenes, seguro la pagarían muy caro.Su madre la abrazó y le pidió que no lo hicieran. Le propuso escapar, pero lasti
Caminó temblorosa tras de él. Una vez dentro, sintió una ráfaga de viento soplar su cuerpo; la ventana de la habitación estaba abierta. Tras el frío que sentía por el agua helada que cayó sobre su cuerpo, se acurrucó con sus propios brazos.Antón empezó a soltar su corbata. La joven seguía parada en la puerta; con gran desprecio, la miró. El odio que habitaba en su corazón le hacía despreciarla. Con gran fiereza, le habló para que entrara al baño y se cambiara; no quería que se muriera antes de cumplir con el trato.—¿Piensas quedarte ahí? Entra al baño, dúchate con agua caliente si no quieres morir de frío.Mientras hablaba, sacaba su camisa y su pantalón; los colgó en el enganchador. Ante la desnudez de Antón, ella bajó la mirada y procedió a ir al baño. Él contempló a la tímida joven que caminaba mirando hacia un costado donde no se encontraba él; le presionó del brazo y la obligó a mirarlo.—¿Qué pasa? ¿No puedes mirar a tu esposo desnudo?Ante el temor que él le producía, unas lá
Una vez que Antón se fue, Carlota subió hasta la recámara. Alexa estaba saliendo del baño cuando vio a la mujer abrir las sábanas. Al no encontrar la mancha de sangre, se acercó a la joven y presionó sus dos brazos.—¿No eras virgen? Respóndeme, maldita mocosa.—Sí, sí lo soy, señora... —respondió ella con temor.—¿Entonces por qué la mancha que toda mujer deja en su virginidad no está sobre la cama?—Porque no hicimos nada; él no me tocó.Carlota empujó a la joven y la lanzó sobre la cama. Con gran odio, le habló:—No tienes que esperar a que mi hijo te busque; tú tienes que buscarlo. Debes embarazarte o tu padre pagará las consecuencias.—Señora, no puedo buscarle a su hijo; él me odia.—Debes hacerlo. De una u otra forma, esta noche tienes que entregarte a él. Me marcharé hoy; dentro de dos meses vuelvo y, si no te has entregado a mi hijo, mataré a tu padre y a tu madre.Las amenazas de Carlota eran como cuchillas afiladas. Alexa sintió pánico y terror al mirar los ojos de la mujer
Por la tarde, cuando salió Antón de su oficina, se dirigió hasta el asilo de ancianos. Ahí yacía un hombre mayor, atado con camisa de fuerza. Al abrirse la puerta, un dolor en el pecho agudizó su corazón; la mirada perdida de Ramiro estaba sobre el techo, y de sus grandes ojos se formaban grandes ríos de lágrimas.Desde hacía años, Ramiro vivía encerrado en un centro de ancianos y, a la vez, manicomio. La muerte de su hija lo volvió loco; intentó suicidarse varias veces por la culpa que yacía en su pecho. Con un nudo en la garganta y reprimiendo las lágrimas, Antón se inclinó y besó el rostro delgado de su padre.—Papá, ¿cómo estás?—Je... —el hombre río como un maniático. A pesar de llevar tantos años encerrado, no había mejoría.Una lágrima se desprendió de los ojos de Antón; tragó grueso a la misma vez que apretaba los labios contra sus dientes. Al sentir pasos, limpió la pupila de sus ojos para que no hubiera evidencia alguna de que estaba llorando.—Antón, cariño, ¿por qué no me
Antón paró de golpear la puerta luego de muchas horas; el cansancio lo dominó. Caminó hasta las demás habitaciones y se dejó caer sobre la cama. Al día siguiente, pidió a una de sus empleadas que le trajera las llaves de todas las habitaciones. Con gran rapidez, abrió la puerta y encontró a Alexa sobre la cama; se notaba que no había podido dormir toda la noche.Quizás por el dolor del tobillo o por el temor que le causaba pensar en el momento en que Antón entrara por esa puerta. Al ver el tobillo todo hinchado, Antón hizo una llamada y, en media hora llegó su amigo Mikel. Estuvo en la hacienda para revisar el tobillo de Alexa.El guapo y apuesto Mikel entró a la habitación mientras Antón miraba el jardín.—¿Qué pasó? —preguntó algo preocupado Mikel.—No hagas preguntas y arréglalo —gruñó Antón con molestia.—Esto dolerá, hermosa —replicó el joven con una sonrisa de coquetería.Las palabras de Mikel hicieron rodar los ojos de Antón y enseguida gruñó.—Ten cuidado; es mi esposa.Dicho