—¿Nico? ¿Le pasó algo a la mujer del barranco?—No, pero ella quiere verte.—¿Para qué?—No sé, tal vez quiere agradecerte.—¿Y para eso me haces venir? Acabo de encontrar un trabajo y podría perderlo.—Lo siento, no lo sabía. Pero ya que estás aquí, pasa a verla.Ella asintió y abrió la puerta lentamente. Inma se exaltó y miró a la mujer extrañada.—No me lastime.—Tranquila, soy Raquel.—¿No eres enviada por él?—No, yo soy la persona que le ayudó anoche.Ella se sintió más tranquila.—Me dijo Nico que no recordaba nada y que quería verme. Si no recuerda nada, ¿por qué piensa que yo era enviada por él?—En realidad, no quiero recordar nada. Si él se entera de que estoy viva, puede venir por mí.—Puedes denunciarlo. Es su esposo, ¿novio? —indagó Raquel.—Mi esposo...En la mansión Durant, Mario revisaba página tras página; en ninguna se publicaba la noticia de una mujer muerta.—Maldita sea. ¿Será que...? No pudo sobrevivir. Mucha gente se ha lanzado de aquella quebrada y no han sobr
—¿Axel Ruiz?El llamado le obligó a mirar hacia las rejas, las cuales se abrieron un segundo después. Carlota entró mirando con odio y desprecio a Axel; él suspiró al ver a la mujer con los ojos irritados.—¿Quién es usted?La mujer puso los ojos en blanco.—Soy la madre de Katy.Axel sintió que estaría en problemas.—¿Qué quiere, señora?—Matarte.Gruñó a la vez que apuntaba al hombre en silla de ruedas; él sonrió.—¿Por qué? No temo morir.—¿Por qué ríes, malnacido?—Porque estaría contento de morir y poder estar con ella.—Desgraciado —gruñó Carlota.Con el arma, golpeó al hombre en la frente. Axel tragó saliva a la vez que sentía cómo la sangre rodaba por su rostro; regresó a ver a la mujer que continuaba apuntándole.—Vas a ir directo al infierno.—No creo, señora; ese lugar está apartado para usted. Las madres como usted van derecho al infierno.—Cállate, maldito.Le abofeteó.—Golpéame todo lo que quieras, pero nada de lo que hagas limpiará tu conciencia. Sé perfectamente que q
Cuando el abogado llegó a casa de los Durant, Mario le recibió con mucho entusiasmo.—Bienvenido, abogado Marqués, tome asiento.—Gracias —expresó Marqués al extender la mano.—Cuéntame, ¿qué le trae por aquí? —indagó al extender una copa.—No, gracias; no le hago a la bebida.—¿En verdad?—Señor Mario, no he venido a tener una reunión de amigos con usted.—Entonces, ¿a qué vino?Marqués extendió unos papeles para que Mario firmara.—Son los papeles del divorcio.—¡¿Qué?! —exclamó, levantándose con los papeles en mano.—La señora Inma quiere divorciarse.—¡Imposible! Ella está muerta...—¿Qué dice? No puede escuchar lo que dijo.—¿Que mi esposa no está en el país? Ella salió al enterarse de la muerte de su padre; no pudo enviarme estos papeles.Estaba muy enfadado cuando escuchó el timbre de la puerta. No solo estaba enojado; el nerviosismo se había apoderado de él.—¿Por qué hay policías fuera?—No lo sé —Marqués se levantó y miró por la ventana.—No abras la puerta —gruñó Mario, apu
Una vez que Mario fue a prisión, Inma pudo estar más tranquila. Pudo llorar a su padre y pidió al abogado Marqués que se encargara del sepelio.Al día siguiente, Damm llevó la información recaudada por él investigando. Al tomarla en las manos, Antón descubrió que el hijo perdido de Durant era Axel. Se sentó para poder dar la noticia. Si tan solo el señor Durant hubiera pedido su ayuda a tiempo, habría podido conocer a su hijo y, por consiguiente, a su nieta.—Damm, debes entregarle esto a Inma.—Ella ha desaparecido; le estuve buscando y no pude localizarla.—¿Quién se está haciendo cargo del sepelio?—No sé...—Averígualo.Llamaron a la puerta y se dirigió a abrir.—Amigo, ¿podemos hablar?Antón miró a Mikel y asintió. Le dejó pasar y Damm se retiró.—Localiza a Inma.—Como ordene, señor.Suspiró y procedió a sacar una bebida.—Antón, ¿has ido a visitar a tu mamá?—No quiero verla —gruñó mientras extendía una copa a su amigo.—Sabes que tu padre se escapó del centro.—¿Cuándo? ¿Y tú
Una vez que Damm encontró a Inma, le entregó la carpeta con toda la información sobre su medio hermano. Ella agradeció infinitamente por haber ayudado a encontrarlo.Hace años, cuando su padre era un adolescente de 16 años, mantuvo una relación con una joven pobre, la cual era becada en aquel instituto. Cuando los padres de Camilo se enteraron, hicieron de todo para sacar a la joven de aquel instituto y enviaron a su hijo al extranjero. Nunca más la volvió a ver. Cuando se envió al extranjero, sabía que ella estaba embarazada. Gracias a unas de sus amigas, supo que el niño había nacido, solo que la joven fue obligada a casarse con otro hombre y por esa razón perdió su pista.Por años lo buscó para saber sobre su hijo, hasta que por fin había dado con él. Sin embargo, la vida no le alcanzó para conocerlo y disfrutar unos momentos junto a él.En casa de los Ortiz, la atmósfera se volvió tensa. Aquel teniente aspiraba el humo del cigarro y lo expulsaba con lentitud. Junto a su hijo perma
—¡Todos, quietos!Carlota reía como maniaca mientras apuntaba con el arma a todos los ahí presentes.—Madre, baja el arma.—No —gruñó, moviendo su brazo hacia Alexa.—¡Mátame a mí! —rugió Axel—. ¡No apuntes a mi hija!—Cállate, maldito.Se dirigió nuevamente al frente y se acercó más. Con lágrimas en los ojos, Carlota miró a Antón.—No voy a permitir que seas feliz con esa maldita.—Madre, baja el arma —rugió, apretando los dientes.—Tú y yo estaremos junto a Katy.—¿Qué?—Lo que escuchaste. Prefiero que mueras a que unas tu vida por la iglesia con la hija de Axel Ruiz.Dicho eso, Carlota disparó a Antón. El grito desgarrado de Alexa retumbó en la iglesia. Lentamente fue cayendo Antón, sin despegar la mirada de su madre, quien se disparó en la cabeza una vez que vio a su hijo tirado en el suelo.—Amor, por favor, no me dejes.—Te amo... —replicó Antón cuando yacía en el suelo—. Cuídalo, perdón por nuevamente fallarte.Dicho eso, cerró los ojos.—¡No! ¡No! ¡Antón, despierta! —no puedes
En una humilde casita, al sur de la capital, se celebraba los dieciocho años de Alexa Ruíz, una joven hermosa en todos los aspectos, quien con su noble y bondadoso corazón se había ganado el cariño de todos los vecinos, los cuales se hicieron presentes en la pequeña celebración de sus dieciocho primaveras.Cuando Alexa bajó de su habitación, sonrió con mucha felicidad, puesto que todas las personas que ella quería estaban en su casa. Le saludaron al mismo tiempo, le dieron las felicitaciones y, por consiguiente, le hicieron la entrega de los regalos. Con emoción, caminó hasta la mesa y los posó sobre la antes nombrada. Seguido, se colocó tras los enseres. Los aplausos, acompañados del canto eufórico de sus vecinos, se escucharon. Inhalando profundamente, se acercó a la vela para, antes de apagarla, pedir un deseo, el cual esperaba se realizará pronto.Mientras mantenía sus ojos cerrados, un fuerte golpe que provenía de la puerta se escuchó, lo que hizo exaltar su corazón. Aquel golpe
Dicho eso, se giró y caminó hasta el auto, manteniendo una sonrisa maliciosa. Su gran plan era hacer pagar una a una las lágrimas que su madre había derramado por la muerte de su hermana. Si no podía vengarse del culpable, lo haría con la hija.Alexa dejó caer unas cuantas lágrimas y subió a despedirse de su padre. Besó las manos de su amado papá, que llevaba 13 años durmiendo. Dentro de su pecho se encontraban varios sentimientos; el más reciente era el miedo que le causaba ir con ese hombre hasta su casa.Suspiró, secó sus lágrimas y empacó maletas. No iba a permitir que desconectaran a su padre. No sabía qué le deparaba el destino, si algún día lo volvería a ver. Quizás esa familia la quería para enterrarla viva; no sabía qué mismo le iba a suceder.Todos los vecinos la abrazaron con lágrimas en los ojos. Sabía que esa familia era muy poderosa y, si no acataban sus órdenes, seguro la pagarían muy caro.Su madre la abrazó y le pidió que no lo hicieran. Le propuso escapar, pero lasti