Italy Wilson
No solía llegar tan temprano a casa los viernes, no cuando tenía que salir en citas con mujeres esposas de los socios de mi marido.
Odiaba esas situaciones, porque todas ellas eran mujeres arrogantes privilegiadas que habían tenido una vida tan, pero tan fácil que todos mis esfuerzos me harían ver como una diosa de las desgracias en frente de ellas.
Fui vendida cuando tenía solo quince años. Mi padre me vendió a una familia millonaria de la mafia para saldar sus deudas y luego esa misma familia me dio a uno de sus socios fingiendo que era su hija para cerrar un trato cuando tenía diecinueve años.
Mi marido (con el que nunca me había casado, solo me tenía en casa y me marcaba como su mujer) nunca se había dado cuenta de ello. Siempre creyó que era una de las tres hijas mujeres de los Volkov. Claramente una blasfemia cuando yo solo había sido limpiadora en su bonita casa.
Pero no podría quejarme, no cuando yo les pertenecía y no cuando mejoraron considerablemente mi vida enviándome a un hombre millonario que me había tratado como a una princesa. Me había cuidado, me había conquistado y había hecho que me enamorara de él.
Por eso hacía todas estas cosas para él. Me ponía un lindo vestido y salía a convencer a todas estas mujeres de que mi marido era excelente en lo que hacía y que sus esposos estarían en buenas manos.
Yo tenía un don para estas cosas y él lo sabía. Mi voz suave y aterciopelada te hacía prestar absoluta atención y con un par de movimientos de mano y pestañeos sutiles con sonrisas suaves ya te tenía entre mis manos.
Él había usado todo mi potencial a su favor, incluso con otros hombres.
Me llevaba a apuestas y me hacía dar sugerencias sutiles para que apostaran por quien no debían y luego me iba antes de que el desastre llegara y terminaran perdiendo su dinero y triplicando el de mi esposo.
Él me había entrenado y a mis veinticinco años era excelente en ese trabajo. Pero lo odiaba tanto como respirar, odiaba que cualquiera cayera en mis encantos y sólo vieran la mujer que proyectaba, nadie veía más profundo, ni siquiera él.
Al entrar recorrí con pies descalzos el camino hacia mi habitación. Me habían dolido los pies toda la tarde, así que retiré los zapatos en la entrada y me encaminé hacia el lugar en dónde me daría una merecida siesta antes de que llegara mi esposo.
Pero cuando estuve muy cerca de las puertas dobles mis pasos se detuvieron. Mi corazón comenzó a palpitar violentamente y casi dejo escapar un jadeo.
Los ruidos de un cuerpo chocando con el otro fuertemente me erizaron la piel y mis ojos se humedecieron cuando lo escuché gemir y también a ella.
—Oh, más fuerte, Raian.
—Oh si, lindura, Tómalo todo.
La bilis subió por mi garganta y tuve que respirar hondo para no vomitar todas las galletas de té que me había metido hace una hora.
Y quería irme, quería retroceder y fingir que esto no estaba pasando, pero no podía, no podía solo darme la vuelta y correr. Necesitaba saber. Saber si mis sentidos no me estaban engañando o si era una mala pasada del té que me había estado bebiendo.
Tal vez le habían colocado hongos.
Pero no, esas damas eran demasiado correctas como para prestarse a tal cosa.
Soltando un suspiro suave recorrí los últimos pasos que me separaban de la puerta de la habitación y tomé la manija fría para abrirla despacio.
Y cuando la abrí los ruidos que antes habían estado amortiguados ahora se escuchaban fuertes y claros. Y la imagen que tenía delante me dejó en shock, pasmada.
Raian tenía en cuatro a una hermosa mujer de cabellos rubios y golpeaba contra ella como si su vida dependiera de ello.
Mi jadeo de asombro lo alertó y sus ojos se abrieron como platos mientras se giraba en mi dirección.
—Oh, dios, Italy.
Lo vi salir de su interior y me tuve que dar la vuelta y correr escaleras abajo sin poder presenciar un segundo más nada de aquello.
Antes de escapar de casa tomé mi bolso y mis zapatos en la entrada y corrí de vuelta al auto y lancé todo dentro mientras encendía y aceleraba el vehículo.
Las lágrimas se deslizaron por mis mejillas cuales ríos y negué una y otra vez.
Había amado a ese hombre. Lo había amado con todos sus defectos, sus problemas. Lo había amado tal y como era y solo me había llevado una traición horrenda y fea como recompensa. Y en nuestra jodida cama ¿Qué tan descabellado podía ser eso? Lo había aceptado a pesar de que no podía tener hijos, lo había aceptado a pesar de que se encargaba del ámbito de las apuestas para la mafia. Que era la otra cara de la mafia en la que tenía parte. Había aceptado sus silencios largos, las noches fuera de casa cuando necesitaba enfocarse en el trabajo. Y había aceptado que me usara para mover sus piezas. Pero no podía aceptar que me engañara de esa forma tan vil cuando le había dado todo lo que era.
Al salir de la mansión vi por el espejo retrovisor como se detenía en la entrada de la casa con pocas cosas cubriendo su desnudez, pero dejé de verlo cuando las puertas se cerraron detrás de mí permitiéndome alejarme rápidamente del lugar en el que mi corazón se había hecho trizas.
Y mientras conducía me pregunté por qué no había sido suficiente ¿acaso no le había dado yo todo lo que era y todo lo que tenía?
Las lágrimas recorrieron mis mejillas y tuve que detenerme unos minutos antes de poder continuar si no quería provocar un accidente.
Era increíble cómo una persona podía romperte y destrozarte la vida en un segundo. Solo fueron tres minutos en los que estuve en ese pasillo, pero mi corazón se destrozó para siempre.
Y ahora sus partes rotas rasguñaban mi piel provocando heridas que probablemente no cicatrizarían.
Italy Wilson La venganza era un plato que se comía frío. Pero claramente no estaba pensando en nada de eso cuando me compré un vestido blanco corto y con demasiado escote en la primera tienda que vi una vez salí de la mansión. Me había registrado en un hotel con dinero en efectivo y con otro nombre y había subido a la habitación para ducharme, peinarme y vestirme con el vestido y los zapatos rojos de punta que había llevado en la tarde. No me había maquillado lo suficiente porque en mi neceser de la cartera solo llevaba polvos, labial y máscara de pestaña. Pero era suficiente para parecer presentable mientras me colocaba el collar de perlas alrededor del cuello. El vestido no tenía mangas, solo un escote en V en la parte delantera y la espalda totalmente descubierta con poca tela cubriendo mis piernas. Pero se sentía bien, se sentía correcto tomar solo dinero en efectivo en el costado de mi cuerpo, guardar lo demás en una caja fuerte de la habitación y salir en dirección a uno de
Hudson Toscani No me gustaba ir al club los días de semana. En muchas ocasiones resultaba ser un lugar muy aburrido lleno de adolescentes que se escapaban de casa un día de semana por la noche para disfrutar de su juventud.No tenía nada que ver conmigo, pero ciertamente era aburrido. Pero tenía negocios que tratar, cosas que necesitaban de mi atención y se la podía dar completamente mientras estuviera en aquel club que era claramente el mejor de la ciudad.Las cámaras de seguridad en mi pantalla me dejaban ver todo, absolutamente todo el lugar incluyendo la entrada y el estacionamiento si así lo quería. Pero la mayoría de las veces no me apetecía prestar atención a áreas como esas.Un rato pasó mientras yo trataba de idear la manera más fácil para pedirle a dos de mis socios que estaban en camino que me ayudaran a trazar un plan. Ellos eran estrategas natos. Ian de Luca, hermano de mi mano derecha y un italiano de pies a cabeza y también teníamos a Natali Privalti, su esposa y asoci
Hudson Toscani No me gustaba ir al club los días de semana. En muchas ocasiones resultaba ser un lugar muy aburrido lleno de adolescentes que se escapaban de casa un día de semana por la noche para disfrutar de su juventud.No tenía nada que ver conmigo, pero ciertamente era aburrido. Pero tenía negocios que tratar, cosas que necesitaban de mi atención y se la podía dar completamente mientras estuviera en aquel club que era claramente el mejor de la ciudad.Las cámaras de seguridad en mi pantalla me dejaban ver todo, absolutamente todo el lugar incluyendo la entrada y el estacionamiento si así lo quería. Pero la mayoría de las veces no me apetecía prestar atención a áreas como esas.Un rato pasó mientras yo trataba de idear la manera más fácil para pedirle a dos de mis socios que estaban en camino que me ayudaran a trazar un plan. Ellos eran estrategas natos. Ian de Luca, hermano de mi mano derecha y un italiano de pies a cabeza y también teníamos a Natali Privalti, su esposa y asoci
Hudson Toscani—¿Entonces qué será? —cuestionó levantando la barbilla de forma desafiante, aun cuando mi mano estaba alrededor de su cuello y podría partírselo en cualquier instante.—Voy a follarte —dije tranquilamente —pero será a mi modo.Ella frunció el ceño e intentó replicar, pero apreté mi agarre en su cuello y sonreí cuando se le escapó el aire.—A mi modo y con mis condiciones —repetí.Sus pupilas se dilataron considerablemente y aflojé mi agarre en su cuello.Su pequeño cuerpecito se derretía contra mi agarre y eso me estaba poniendo irremediablemente duro. Necesitaba tenerla desnuda con urgencia, porque estaba experimentando años de sequía. Años en los que desee su cuerpo pero no lo pude tener, años en los que me la quitaron robándose todo de ella, todo lo que en algún momento creí que me pertenecería.—Tu modo, tus condiciones —repitió obedientemente y yo sisee para no levantarle el vestido y tomarla contra la pared.Ella pareció notar lo que pasaba por mi mirada y sonrió
Italy WilsonHabía pasado la que probablemente sería la mejor noche de mi vida.El hombre al que había desnudado esa noche estaba lleno de tatuajes, con el cuerpo luciendo como el de un dios griego y una sonrisa depredadora que me robó el aliento.Él me hizo suya en todos los sentidos, con su miembro en lo profundo de mi interior y sus besos siendo regados por todas partes alrededor de mi cuerpo.Mis ojos nunca se perdieron detalle del brillo iridiscente que crecía en los de él y cuando todo acabó me tomó en brazos, me limpió, me duchó, me cuidó y me abrazó contra su cuerpo para que me calmara y redujera la velocidad de los latidos de mi corazón.Él había sido increíble. Rudo, sí, pero también lleno de ternura cuando lo requería y aunque me había empujado hacia mis límites había disfrutado cada segundo de su lenguaje soez y sus manos masculinas recorriéndome hasta el alma.Pero cuando desperté a su lado a la mañana siguiente sabía que era hora de partir. Debía irme, porque la noche es
Hudson ToscaniHacía años que no dormía de una forma tan confortable. Y nada tenía que ver con el lugar en el que estaba y todo que ver con la mujer que durmió entre mis brazos.Sentir su respiración contra mí me hizo dormir tan plácidamente que ni siquiera sentí cuando se levantó y se fue.Después de esa noche no permitiría que ella se fuera. Mi intención era mantenerla conmigo y más tras saber toda la información que Renalti me había ocultado.En nuestro mundo, si no estaba casado con una mujer, cualquiera podría reclamarla y tomarla como suya. No porque fueran objetos. Aquí se vendían tanto hombres como mujeres, sino porque si quería conservar algo tenía que marcarlo.Pero cuando desperté y ella no se encontraba en ningún lugar toda la calma que había estado teniendo desapareció y me levanté de mi lugar con rapidez para vestirme e ir directo hacia la habitación con las cámaras de seguridad.La casa era desconocida para todo el mundo, incluso mis soldados y hombres más cercanos. Est
Italy WilsonCuando me desperté me di cuenta de que estaba en el sótano. Ese lugar frío y sucio al que Raian traía a sus enemigos, las personas que le debían y las personas que lo irrespetaban.Siempre supe de la existencia de este lugar, pero solo por lo que decían, nunca pensé que entraría aquí, nunca pensé que él sería capaz de encerrarme en este lugar y de atarme a una silla de pies y manos.Las cuerdas estaban tan apretadas alrededor de mis muñecas que sentía como la sangre estaba dejando de llegar y con cada momento que pasaba el miedo me hacía estremecerme al saber que algo muy malo me podría pasar aquí.Horas después, o al menos eso creía ya que no había ninguna ventana por donde pudiera ver el paso de las horas.Él entró en la habitación. Sus pasos resonaron en el lugar vacío creando un eco que me hizo estremecer.—Bien, lindura, es hora de enviar un mensaje.Su mano sostuvo en alto su teléfono móvil y gruñí cuando los primeros destellos de luz fuerte del flash me hicieron en
Hudson ToscaniMantener a tus enemigos vigilados era la primera parte para estar un paso delante de ellos. Esa era la razón por la que tenía espías entre los hombres de Renalti y entre los hombres de los Volkov y cualquier otro que se considerara mi enemigo.Necesitaba siempre saber lo que sucedía y cuáles serían sus siguientes planes.Por eso, cuando uno de mis hombres en sus líneas me dijo que mantenía a Italy en su sótano de tortura le pedí que se arriesgara y le diera una mano.Sacarla de su fortaleza cuando estaba tan bien protegida tras haberme enviado esa provocación sería claramente una odisea y aunque podía deshacerme de todas sus fuerzas él sabía que no lo haría, al menos no por el momento porque pondría en riesgo la vida de Italy si lo hacía.Por eso mantuve la calma, aunque era lo último que quería hacer en la vida.Y lentamente comencé a trazar mi plan.Tenía muchos hombres dentro, pero eran demasiado pocos como para crear una rebelión desde adentro, así que la única opci