Hudson Toscani
—¿Entonces qué será? —cuestionó levantando la barbilla de forma desafiante, aun cuando mi mano estaba alrededor de su cuello y podría partírselo en cualquier instante.
—Voy a follarte —dije tranquilamente —pero será a mi modo.
Ella frunció el ceño e intentó replicar, pero apreté mi agarre en su cuello y sonreí cuando se le escapó el aire.
—A mi modo y con mis condiciones —repetí.
Sus pupilas se dilataron considerablemente y aflojé mi agarre en su cuello.
Su pequeño cuerpecito se derretía contra mi agarre y eso me estaba poniendo irremediablemente duro. Necesitaba tenerla desnuda con urgencia, porque estaba experimentando años de sequía. Años en los que desee su cuerpo pero no lo pude tener, años en los que me la quitaron robándose todo de ella, todo lo que en algún momento creí que me pertenecería.
—Tu modo, tus condiciones —repitió obedientemente y yo sisee para no levantarle el vestido y tomarla contra la pared.
Ella pareció notar lo que pasaba por mi mirada y sonrió suavemente.
—Puedes hacerlo —dijo con voz calmada y agradecí que en esta zona no hubiese mucho ruido para poder deleitarme con el terciopelo de su voz, ese que usaba para enviar a los hombres y mujeres por caminos que no habrían tomado solos —puedes darme la vuelta, subirme el vestido y follarme contra la pared, no espero que seas gentil.
La forma en la que lo dijo, tan despreocupada de su propia integridad me hizo literalmente querer ahorcarla. Mis manos se apretaron con fuerza y sus ojos se cerraron en vez de abrirse con pánico.
—Estás absolutamente loca si crees que te follaré en cualquier lugar, sin mencionar que si crees que esto será un polvo de quince minutos también estás equivocada. Me tomaré horas contigo, Italy. Te haré gemir mi nombre una y otra vez y te haré olvidar las manos de cualquier hombre que llegó a tocar tu cuerpo ¿me entiendes?
Ella asintió como pudo y me forcé a soltarla y alejarme para explorarla con más atención.
Su cuerpo era delgado, pero sus pechos eran pesados y sus cuevas sutiles enloquecerían a cualquiera.
Quería a esta mujer gimiendo debajo de mí en el menor tiempo posible.
—Vamos, Caramelo, tenemos muchas cosas por delante que hacer.
Mi mano se aferró a la suya y noté como sus ojos brillaron ante el apodo. Sus mejillas se sonrojaron y lo noté cuando pasamos por una de las luces que iluminaba el pasillo del baño.
En vez de regresar hacia la multitud continué hasta el fondo del pasillo y doblé a la izquierda para continuar hasta el fondo. Uno de mis hombres estaba de pie junto a la puerta para vigilarla y en cuanto me vio me dio un asentimiento y abrió la puerta para mí.
El frío de la noche pegó de en lleno y supe que se había estremecido, pero no me preocupé por eso, pronto entraría en calor.
Acercándome a mi auto abrí la puerta para ella y la hice entrar, luego rodeé el auto y lo encendí para salir del estacionamiento aun cuando sabía que su auto debía estar ahí.
Pero era cuestión de tiempo para que la rastrearan hasta a mí. Todo el club la había visto aquí y eso haría que Renalti la enviara a buscar, llevarme su auto solo provocaría que nos encontraran antes de que yo pudiera terminar con lo que tenía pensado para ella.
Conduje por la ciudad en silencio y tamborileaba sobre el volante cuando nos detuvimos en el semáforo.
—Toca tus pezones por encima de la ropa —le ordené tomándola por sorpresa.
—¿Qué? —cuestionó con los ojos bien abiertos.
—Ya me escuchaste, Italy. No me gusta repetirme.
Ella soltó un suspiro entrecortado y llevó ambas de sus manos a sus senos para tocarse. Mi miembro se tensó contra mis pantalones y tuve que respirar profundo al verla tan tímida jugando consigo misma.
Oh, esa timidez desaparecería en cuanto le ordenara cabalgar mi rostro.
Cuando el semáforo cambió a verde avancé un poco más rápido y en pocos minutos estuve frente al estudio de dos pisos con el garaje en el primer piso
Ingresé dentro y bajé las puertas del garaje. Salí del auto con más rapidez de la que esperaba y ella me siguió dejándome ver lo temblorosos que eran sus movimientos.
Tendí mi mano en su dirección dándole la última oportunidad y ella se apresuró a tomarla para que la llevara a la cama más cercana.
La moví por todo el lugar hasta llegar a la habitación y le permití perderse dentro cuando me lo pidió.
Mi mente iba a mil por hora tratando de procesar que realmente ella nunca había sido de Renalti. Él nunca la había proclamado como su esposa y además de divulgar sus fotos íntimas y usarla como peón, también la había engañado.
Eso no era un secreto, todo el mundo sabía que el hombre se tiraba a todo lo que se moviera, la sorpresa fue que ella se enterara, porque por lo general él solo hacía sus cosas en clubes específicos alrededor de la ciudad.
Jesucristo, me follaría a Italy. Mi Italy, la mujer que tan desesperadamente quería y la que me quitaron, la que ahora se había puesto a mis pies y me había entregado su cuerpo para que yo lo complaciera.
Mi miembro estaba irremediablemente duro contra mis pantalones, así que mientras la esperaba comencé a quitarme la corbata y el traje. Los italianos me habían pasado sus costumbres y los trajes era una de ellas. Un hombre bien vestido tenía la mitad de la batalla ganada y esa frase había sido realmente cierta.
Cuando estaba soltando los botones de la camisa, Italy salió del baño con solo sus bragas puestas.
Mis movimientos se detuvieron y mis ojos recorrieron toda la extensa y pálida piel de su cuerpo expuesta. Sus senos caían orgullosos y pesados y sus pezones se notaban irremediablemente duros y sabía que no eran por el frío, porque la temperatura de la habitación era cálida.
—Ven aquí —le ordené suavemente.
Ella caminó hacia mí y se rascó el brazo con cuidado. Yo la tomé de la cintura y la llevé contra mi cuerpo para meterla entre mis piernas.
Mi rostro quedó justo entre sus senos y llevé mi nariz a su cuello para aspirar su olor antes de mordisquearla y chupar su pulso dejando una marca, luego descendí por sus clavículas mientras la escuchaba gemir hasta que me metí uno de sus deliciosos pezones rozados en mi boca.
Mi miembro palpitó una vez más y levanté sus manos para que me terminara de quitar la camisa.
—Vamos, caramelo. Quiero que veas todo lo que te vas a comer hoy.
Italy WilsonHabía pasado la que probablemente sería la mejor noche de mi vida.El hombre al que había desnudado esa noche estaba lleno de tatuajes, con el cuerpo luciendo como el de un dios griego y una sonrisa depredadora que me robó el aliento.Él me hizo suya en todos los sentidos, con su miembro en lo profundo de mi interior y sus besos siendo regados por todas partes alrededor de mi cuerpo.Mis ojos nunca se perdieron detalle del brillo iridiscente que crecía en los de él y cuando todo acabó me tomó en brazos, me limpió, me duchó, me cuidó y me abrazó contra su cuerpo para que me calmara y redujera la velocidad de los latidos de mi corazón.Él había sido increíble. Rudo, sí, pero también lleno de ternura cuando lo requería y aunque me había empujado hacia mis límites había disfrutado cada segundo de su lenguaje soez y sus manos masculinas recorriéndome hasta el alma.Pero cuando desperté a su lado a la mañana siguiente sabía que era hora de partir. Debía irme, porque la noche es
Hudson ToscaniHacía años que no dormía de una forma tan confortable. Y nada tenía que ver con el lugar en el que estaba y todo que ver con la mujer que durmió entre mis brazos.Sentir su respiración contra mí me hizo dormir tan plácidamente que ni siquiera sentí cuando se levantó y se fue.Después de esa noche no permitiría que ella se fuera. Mi intención era mantenerla conmigo y más tras saber toda la información que Renalti me había ocultado.En nuestro mundo, si no estaba casado con una mujer, cualquiera podría reclamarla y tomarla como suya. No porque fueran objetos. Aquí se vendían tanto hombres como mujeres, sino porque si quería conservar algo tenía que marcarlo.Pero cuando desperté y ella no se encontraba en ningún lugar toda la calma que había estado teniendo desapareció y me levanté de mi lugar con rapidez para vestirme e ir directo hacia la habitación con las cámaras de seguridad.La casa era desconocida para todo el mundo, incluso mis soldados y hombres más cercanos. Est
Italy WilsonCuando me desperté me di cuenta de que estaba en el sótano. Ese lugar frío y sucio al que Raian traía a sus enemigos, las personas que le debían y las personas que lo irrespetaban.Siempre supe de la existencia de este lugar, pero solo por lo que decían, nunca pensé que entraría aquí, nunca pensé que él sería capaz de encerrarme en este lugar y de atarme a una silla de pies y manos.Las cuerdas estaban tan apretadas alrededor de mis muñecas que sentía como la sangre estaba dejando de llegar y con cada momento que pasaba el miedo me hacía estremecerme al saber que algo muy malo me podría pasar aquí.Horas después, o al menos eso creía ya que no había ninguna ventana por donde pudiera ver el paso de las horas.Él entró en la habitación. Sus pasos resonaron en el lugar vacío creando un eco que me hizo estremecer.—Bien, lindura, es hora de enviar un mensaje.Su mano sostuvo en alto su teléfono móvil y gruñí cuando los primeros destellos de luz fuerte del flash me hicieron en
Hudson ToscaniMantener a tus enemigos vigilados era la primera parte para estar un paso delante de ellos. Esa era la razón por la que tenía espías entre los hombres de Renalti y entre los hombres de los Volkov y cualquier otro que se considerara mi enemigo.Necesitaba siempre saber lo que sucedía y cuáles serían sus siguientes planes.Por eso, cuando uno de mis hombres en sus líneas me dijo que mantenía a Italy en su sótano de tortura le pedí que se arriesgara y le diera una mano.Sacarla de su fortaleza cuando estaba tan bien protegida tras haberme enviado esa provocación sería claramente una odisea y aunque podía deshacerme de todas sus fuerzas él sabía que no lo haría, al menos no por el momento porque pondría en riesgo la vida de Italy si lo hacía.Por eso mantuve la calma, aunque era lo último que quería hacer en la vida.Y lentamente comencé a trazar mi plan.Tenía muchos hombres dentro, pero eran demasiado pocos como para crear una rebelión desde adentro, así que la única opci
Italy WilsonLlevaba demasiado tiempo en esa celda. Lo sabía porque él mismo hombre que había entrado a ayudarme la primera vez lo había estado haciendo varias veces por semana y tenía exactamente un mes dentro de esa maldita prisión.Raian no había vuelto a entrar, pero había enviado a sus hombres y aunque ellos no habían abusado de mí, me habían desnudado y me habían maltratado lo suficiente como para sentir que podía morir en cualquier instante por todos los dolores que presentaba mi cuerpo.Esa tarde me sacaron de la basura de sótano que me estaba volviendo loca ya que me estaba deslizando en mi propia mierda y orina. Por eso cuando me metieron en una bañera llena de agua caliente supe que algo andaba mal, muy mal.Una de las sirvientas entraron en la habitación y tallaron mi cuerpo hasta que la piel se me puso roja y luego me peinaron y me dejaron un vestido sobre la cama para que me vistiera.Pero antes de salir una de ella me miró con algo de pena y retrocedió un poco hasta que
Hudson Toscani—¿Me puedes explicar por qué demonios te quieres ir a la guerra por una mujer que claramente no vale la pena?Esas fueron las primeras palabras de Nial al entrar en mi despacho. Él era mi hermano, uno que claramente no quería y con el que no compartía sangre, pero que tenía que aceptar porque era hijo del hombre que me había adoptado aun cuando era un ruso al que todos odiaban.Su cabello muy diferente al mío era rubio y sus ojos de un chispeante café que me miraban molesto.—Vuelves a hablar así de ella y yo mismo me encargaré de cortarte la lengua —dije tranquilamente.Nial era apenas cinco años menor que yo, pero estaba tan lleno de rabia porque me había quedado con el puesto que debía ser para él o para uno de sus otros hermanos de sangre.Me importaba una mierda lo que él dijera, lo que importaba aquí era lo que padre había dicho y ahora lo que decía yo. Y claramente sus palabras eran una ofensa directa hacia mí. Una que solo dejaba pasar porque era el hijo del hom
Italy WilsonAl llegar al pequeño pueblo lo primero que hice fue encaminarme al hospital.Nunca en toda mi vida había mentido tanto y había rogado tanto para que me permitieran entrar sin registrarme.Me había asegurado de ver si había alguna cámara en algún lado, pero era tan antigua que incluso los registros se hacían aún en papel y las fichas del paciente se llenaban a mano.Y cuando me preguntaron por los golpes en mi cuerpo mentí descaradamente, aunque no era del todo una mentira. Confesé que me estaban maltratando y que estaba huyendo. Que mi marido me había tenido retenida y cuando creí que estaba embarazada hui porque me sacaría al bebé si se enteraba.Cuando la señora doctora me pidió denunciarlo le dije que el hombre era poderoso, que por eso había huido y que fácilmente podría meterse en el bolsillo a toda la policía, que conocía gente importante. Y todo era tan cierto que dolía.Y cuando ella me miró con ojos llenos de pena me atendió y se encargó de cuidar de mí.Pero cua
Hudson ToscaniNo era un adivinador ni podía ver el futuro, pero sabía que él me buscaría desde el instante en que el rumor de que ella estaba conmigo se esparciera. Pero no era tan estúpido como para aceptar los términos de su reunión.Me había pedido vernos en un almacén a las afueras de la ciudad y ninguno de los dos con hombres. Estaba claro que no aceptaría semejante barbaridad y eso no me hacía débil, me hacía lo suficientemente inteligente como para no arriesgar mi vida.Además, sería un tonto y un estúpido si creyera que él iría sin hombres. Él me mataría a la primera oportunidad que tuviera y yo en ningún segundo pensaba dársela.Por eso le indiqué que nos viéramos frente a frente a través de una pantalla. Porque ese era realmente el terreno más neutro y para nada peligroso en el que podríamos estar ambos.Y cuando Ian regresó y me dijo que él había aceptado sabía que lo tenía en el bolsillo.Decir que tenía a Italy en mi poder arruinaría por completo su asociación con los ru