Italy Wilson
Había pasado la que probablemente sería la mejor noche de mi vida.
El hombre al que había desnudado esa noche estaba lleno de tatuajes, con el cuerpo luciendo como el de un dios griego y una sonrisa depredadora que me robó el aliento.
Él me hizo suya en todos los sentidos, con su miembro en lo profundo de mi interior y sus besos siendo regados por todas partes alrededor de mi cuerpo.
Mis ojos nunca se perdieron detalle del brillo iridiscente que crecía en los de él y cuando todo acabó me tomó en brazos, me limpió, me duchó, me cuidó y me abrazó contra su cuerpo para que me calmara y redujera la velocidad de los latidos de mi corazón.
Él había sido increíble. Rudo, sí, pero también lleno de ternura cuando lo requería y aunque me había empujado hacia mis límites había disfrutado cada segundo de su lenguaje soez y sus manos masculinas recorriéndome hasta el alma.
Pero cuando desperté a su lado a la mañana siguiente sabía que era hora de partir. Debía irme, porque la noche estaba llegando a su fin y no quería tener que mirar su rostro cuando me dijera que volviera a mi vida, prefería ponerme las bragas de niña grande y correr lejos antes de que mi alma se terminara por agotar como lo había hecho mi cuerpo.
En completo silencio y notando lo noqueado que estaba me moví por la habitación hacia el baño para colocarme mi vestido y tomar mi dinero y mi llave del auto que había metido en el vestido.
Mis bragas estaban rotas y olvidadas en algún lugar de la habitación a causa de la violencia que el hombre había ejercido sobre mi cuerpo.
Pero había sido ese tipo de violencia que te deja delirando, ese que te hace pedir más mientras te azota el trasero.
Había sido el mejor sexo que había tenido en años. Tal vez el mejor de todos, pero no me atrevía a darle ese título, no cuando no podría repetirlo.
Una vez estuve vestida salí de la habitación de puntillas y me acerqué a la puerta principal que desbloqueaba desde adentro. La dejé con seguro antes de salir y cerrarla y luego corrí lejos de la entrada con los tacones en mano.
Había prestado mucha atención al camino para ver si alguno de sus hombres lo había seguido hasta aquí anoche, pero nadie parecía conocer este escondite en medio de la ciudad. Era una perfecta casa para esconderse porque se asemejaba a todas las demás y ahora yo sabía dónde era y no sabía qué tan emocionada me ponía eso.
—Olvídalo, Italy. Él se comió tu caramelo anoche, pero es diabético, solo será algo de una sola vez.
Y con esa resolución en la mente tomé un taxi para que me llevara al club y en cuanto estuve ahí tomé mi auto y salí disparada hacia el hotel.
Mis manos sudaban y mi corazón martillaba ferozmente contra mi pecho. Tenía ganas de pasar mis dedos una vez más por esos oscuros mechones negros. Quería volver a sentir su piel tostada contra la mía.
Ahora quería más cosas de las que podía tener. Así que me enfoqué en el presente, en lo que era mi vida en ese momento y me metí en el estacionamiento para subir a mi habitación.
Mis dedos temblaban cuando abrí la puerta y lo encontré a él dentro.
Raian. Su cabello rubio estaba despeinado y sus oscuros ojos estaban inyectados en sangre, como si no hubiese dormido toda la noche. Y en cuanto entré en la habitación por completo él dio una larga zancada hacia mí y levantó su mano para pegarme un fuerte golpe con el dorso de esta en la cara.
Mi rostro se giró con violencia y cuando volví a mirarlo la incredulidad me envolvió.
Él me había pegado. Me había jodidamente pegado. El hombre que a penas me tocaba en el sexo para ser gentil había levantado su mano en contra de mí.
—Tu, zorra, nada de lo que te di fue suficiente ¿no?
—¿Qué? —cuestioné ante el tono mordaz en su voz.
¿Se atrevía a enojarse? ¿Se atrevía a llamarme de esa forma cuando claramente él había estado engañándome todo este tiempo?
—¿Sabes todo lo que he tenido que hacer para mantener al maldito de Toscani a raya? ¿Y tú solamente vas y te abres de piernas para él como una puta?
Mi mano se levantó con fuerza y lo golpeé de la misma forma en la que él lo había hecho conmigo girando su rostro de la misma forma.
—Tu fuiste la escoria que te atreviste a engañarme cuando yo solo me he desvivido por ti. Metiste a una mujer en nuestra propia cama, en nuestra casa.
Su rostro se descompuso de la rabia y en un movimiento fácil me tomó por el cuello, pero este no era en nada parecido al agarre que Hudson había mantenido en mí, no, este era violento, letal. Uno que podría fácilmente acabar con mi vida.
—A ver, estúpida esclava. Solo tú te creíste el cuento de que te hicieron pasar por una de las hijas de Volkov cuando claramente esas mujeres destilan clase y belleza, tú no eres nada más que una sirvienta en la que alguien poderoso se fijó y una que yo debía tener de mi lado, enamorada y muy muy estúpida para que no viera que solo la estaba usando.
—¿Qué? —mi voz era solo un susurro y todo en mi se destrozó ante su declaración.
—Sí, así es. Y ahora dañaste cada uno de mis planes acostándote con el hombre que quiero destruir, le has dado poder sobre mí y tu eres la única culpable de eso. Resultaste útil por un tiempo, pero ahora eres tan inservible como lo eras en casa de los Volkov trapeando los pisos, me pregunto por qué no te vendieron en el primer burdel si eras una virgen perfecta para que los hombres follaran por hora.
Mis ojos se llenaron de lágrimas ante sus palabras. Y un sollozo se quedó atorado en mi garganta mientras trataba de liberarme de él, de alejarme de su toque, ya no lo quería cerca.
—Déjame ir —rogué sollozando.
—No, no, no, lindura —el asco me inundó ante su apodo —ahora tengo que cobrarme tu insolencia, porque si dejo pasar esto perderé más respeto de lo que me hiciste perder por tu pequeña rebeldía.
Y tras sus palabras golpeó con fuerza mi cabeza contra la pared, una, dos y luego tres veces hasta que caí desmayada y débil sobre sus brazos.
Aparentemente había cometido un error. Y no había sido acostarme con Hudson Toscani. No, mi mayor error fue creer que alguien podría amarme cuando ni siquiera mi propio padre lo había hecho.
Hudson ToscaniHacía años que no dormía de una forma tan confortable. Y nada tenía que ver con el lugar en el que estaba y todo que ver con la mujer que durmió entre mis brazos.Sentir su respiración contra mí me hizo dormir tan plácidamente que ni siquiera sentí cuando se levantó y se fue.Después de esa noche no permitiría que ella se fuera. Mi intención era mantenerla conmigo y más tras saber toda la información que Renalti me había ocultado.En nuestro mundo, si no estaba casado con una mujer, cualquiera podría reclamarla y tomarla como suya. No porque fueran objetos. Aquí se vendían tanto hombres como mujeres, sino porque si quería conservar algo tenía que marcarlo.Pero cuando desperté y ella no se encontraba en ningún lugar toda la calma que había estado teniendo desapareció y me levanté de mi lugar con rapidez para vestirme e ir directo hacia la habitación con las cámaras de seguridad.La casa era desconocida para todo el mundo, incluso mis soldados y hombres más cercanos. Est
Italy WilsonCuando me desperté me di cuenta de que estaba en el sótano. Ese lugar frío y sucio al que Raian traía a sus enemigos, las personas que le debían y las personas que lo irrespetaban.Siempre supe de la existencia de este lugar, pero solo por lo que decían, nunca pensé que entraría aquí, nunca pensé que él sería capaz de encerrarme en este lugar y de atarme a una silla de pies y manos.Las cuerdas estaban tan apretadas alrededor de mis muñecas que sentía como la sangre estaba dejando de llegar y con cada momento que pasaba el miedo me hacía estremecerme al saber que algo muy malo me podría pasar aquí.Horas después, o al menos eso creía ya que no había ninguna ventana por donde pudiera ver el paso de las horas.Él entró en la habitación. Sus pasos resonaron en el lugar vacío creando un eco que me hizo estremecer.—Bien, lindura, es hora de enviar un mensaje.Su mano sostuvo en alto su teléfono móvil y gruñí cuando los primeros destellos de luz fuerte del flash me hicieron en
Hudson ToscaniMantener a tus enemigos vigilados era la primera parte para estar un paso delante de ellos. Esa era la razón por la que tenía espías entre los hombres de Renalti y entre los hombres de los Volkov y cualquier otro que se considerara mi enemigo.Necesitaba siempre saber lo que sucedía y cuáles serían sus siguientes planes.Por eso, cuando uno de mis hombres en sus líneas me dijo que mantenía a Italy en su sótano de tortura le pedí que se arriesgara y le diera una mano.Sacarla de su fortaleza cuando estaba tan bien protegida tras haberme enviado esa provocación sería claramente una odisea y aunque podía deshacerme de todas sus fuerzas él sabía que no lo haría, al menos no por el momento porque pondría en riesgo la vida de Italy si lo hacía.Por eso mantuve la calma, aunque era lo último que quería hacer en la vida.Y lentamente comencé a trazar mi plan.Tenía muchos hombres dentro, pero eran demasiado pocos como para crear una rebelión desde adentro, así que la única opci
Italy WilsonLlevaba demasiado tiempo en esa celda. Lo sabía porque él mismo hombre que había entrado a ayudarme la primera vez lo había estado haciendo varias veces por semana y tenía exactamente un mes dentro de esa maldita prisión.Raian no había vuelto a entrar, pero había enviado a sus hombres y aunque ellos no habían abusado de mí, me habían desnudado y me habían maltratado lo suficiente como para sentir que podía morir en cualquier instante por todos los dolores que presentaba mi cuerpo.Esa tarde me sacaron de la basura de sótano que me estaba volviendo loca ya que me estaba deslizando en mi propia mierda y orina. Por eso cuando me metieron en una bañera llena de agua caliente supe que algo andaba mal, muy mal.Una de las sirvientas entraron en la habitación y tallaron mi cuerpo hasta que la piel se me puso roja y luego me peinaron y me dejaron un vestido sobre la cama para que me vistiera.Pero antes de salir una de ella me miró con algo de pena y retrocedió un poco hasta que
Hudson Toscani—¿Me puedes explicar por qué demonios te quieres ir a la guerra por una mujer que claramente no vale la pena?Esas fueron las primeras palabras de Nial al entrar en mi despacho. Él era mi hermano, uno que claramente no quería y con el que no compartía sangre, pero que tenía que aceptar porque era hijo del hombre que me había adoptado aun cuando era un ruso al que todos odiaban.Su cabello muy diferente al mío era rubio y sus ojos de un chispeante café que me miraban molesto.—Vuelves a hablar así de ella y yo mismo me encargaré de cortarte la lengua —dije tranquilamente.Nial era apenas cinco años menor que yo, pero estaba tan lleno de rabia porque me había quedado con el puesto que debía ser para él o para uno de sus otros hermanos de sangre.Me importaba una mierda lo que él dijera, lo que importaba aquí era lo que padre había dicho y ahora lo que decía yo. Y claramente sus palabras eran una ofensa directa hacia mí. Una que solo dejaba pasar porque era el hijo del hom
Italy WilsonAl llegar al pequeño pueblo lo primero que hice fue encaminarme al hospital.Nunca en toda mi vida había mentido tanto y había rogado tanto para que me permitieran entrar sin registrarme.Me había asegurado de ver si había alguna cámara en algún lado, pero era tan antigua que incluso los registros se hacían aún en papel y las fichas del paciente se llenaban a mano.Y cuando me preguntaron por los golpes en mi cuerpo mentí descaradamente, aunque no era del todo una mentira. Confesé que me estaban maltratando y que estaba huyendo. Que mi marido me había tenido retenida y cuando creí que estaba embarazada hui porque me sacaría al bebé si se enteraba.Cuando la señora doctora me pidió denunciarlo le dije que el hombre era poderoso, que por eso había huido y que fácilmente podría meterse en el bolsillo a toda la policía, que conocía gente importante. Y todo era tan cierto que dolía.Y cuando ella me miró con ojos llenos de pena me atendió y se encargó de cuidar de mí.Pero cua
Hudson ToscaniNo era un adivinador ni podía ver el futuro, pero sabía que él me buscaría desde el instante en que el rumor de que ella estaba conmigo se esparciera. Pero no era tan estúpido como para aceptar los términos de su reunión.Me había pedido vernos en un almacén a las afueras de la ciudad y ninguno de los dos con hombres. Estaba claro que no aceptaría semejante barbaridad y eso no me hacía débil, me hacía lo suficientemente inteligente como para no arriesgar mi vida.Además, sería un tonto y un estúpido si creyera que él iría sin hombres. Él me mataría a la primera oportunidad que tuviera y yo en ningún segundo pensaba dársela.Por eso le indiqué que nos viéramos frente a frente a través de una pantalla. Porque ese era realmente el terreno más neutro y para nada peligroso en el que podríamos estar ambos.Y cuando Ian regresó y me dijo que él había aceptado sabía que lo tenía en el bolsillo.Decir que tenía a Italy en mi poder arruinaría por completo su asociación con los ru
Italy WilsonDos años despuésCualquiera creería que sobrevivir y crear una buena vida después de todo lo que yo había pasado sería difícil. Pero realmente no lo había sido. Al menos al principio sí, cuando tenía que adaptarme a un lugar en que la gente no me utilizaba, sino que me ayudaba.La gente del pueblo era amable y aunque la mayoría conocía mi historia de maltrato, debía admitir que todo eso lo había usado para salir adelante. Las mujeres del pueblo me vistieron, se encargaron de encontrarme un lugar cómodo y barato fuera del hospital y pude conseguir el trabajo de mesera en el que tenía ya dos años.Cuando di a luz me ayudaron con la ropa de mi bebé y cuidaron de mí los días en los que estuve convaleciente.Mi vida era hermosa y Daven, mi pequeño hijo me hacía sonreír cada día que pasaba.Lo amaba con todo mi corazón y aunque solo tenía un año y un par de meses, él me sonreía, me decía mamá y sostenía mi mano al dormir.Él me ayudó a olvidar mis penas, mi pasado y todo lo rel