Hudson Toscani
No me gustaba ir al club los días de semana. En muchas ocasiones resultaba ser un lugar muy aburrido lleno de adolescentes que se escapaban de casa un día de semana por la noche para disfrutar de su juventud.
No tenía nada que ver conmigo, pero ciertamente era aburrido. Pero tenía negocios que tratar, cosas que necesitaban de mi atención y se la podía dar completamente mientras estuviera en aquel club que era claramente el mejor de la ciudad.
Las cámaras de seguridad en mi pantalla me dejaban ver todo, absolutamente todo el lugar incluyendo la entrada y el estacionamiento si así lo quería. Pero la mayoría de las veces no me apetecía prestar atención a áreas como esas.
Un rato pasó mientras yo trataba de idear la manera más fácil para pedirle a dos de mis socios que estaban en camino que me ayudaran a trazar un plan. Ellos eran estrategas natos. Ian de Luca, hermano de mi mano derecha y un italiano de pies a cabeza y también teníamos a Natali Privalti, su esposa y asociada a la mafia rusa, el lugar de donde yo venía.
Había sido un shock para muchos miembros de la mafia italiana que se le permitiera a un hombre como yo la entrada a su preciada Cosa Nostra. Pero yo me había ganado la confianza del entonces jefe y había logrado que me cediera todo, que me nombrara un hijo más suyo y me diera todo su poder.
Si bien, yo hui de la mafia rusa cuando las cosas se pusieron difíciles, nadie podía culparme, yo había sido solo un niño de quince años cuando llegué a Estados Unidos en barco. Un niño que se pasó semanas vomitando por la borda porque nunca se había subido a uno.
Había tenido más agallas que cualquiera cuando me colé en ese barco con comida insuficiente, pero con ganas de seguir viviendo.
Volviendo al presente, me enfoqué en las cámaras esperando el momento exacto en el que entraran, después de todo no había mucho que hacer que no fuera eso.
Pero en vez de encontrarme con una cabellera rubia como lo era la de Natali. Me encontré con una cabellera que era identificable para mí por culpa de la poca luz, pero que sabía perfectamente era de un color caramelo.
Ella llevaba un vestido blanco ajustado a todo su cuerpo y realzando todos los atributos de mujer que se cargaba.
Moviendo su mirada por todo el lugar se acercó a la barra y pidió un trago. Y yo solo pude preguntarme ¿Qué demonios hacía esa mujer en mi club? No tenía prohibida la entrada, pero estaba seguro de que su marido le hubiese roto el cuello si insinuaba siquiera poner un pie en la acera del local.
Pero su esposo no parecía estar por ningún lado y ella no llevaba esos trajes de falda color crema que sabía siempre llevaba porque la había visto muchas veces alrededor de los lugares de apuesta influyendo en sus decisiones mientras el estado de ebriedad les hacía decir y hacer cualquier cosa por la mujer hermosa.
No, absolutamente no, esas prendas estaban lejos de su cuerpo y ese cabello que llevaba en un moño de señora de casa recatada estaba suelto dejándome ver lo largos que eran esos exquisitos mechones.
Una sonrisa brilló en mis labios al verla beberse dos copas sin titubear y luego fue capaz de ponerse de pie y comenzar a bailar en la pista, sola. Sin ningún guardia, sin su esposo, sin nadie que la vigilara y eso me hacía saber que nadie sabía dónde estaba la belleza.
Y eso me dejaba pase libre para hacer lo que quisiera con ella.
Raian Renalti era uno de los hombres que más despreciaba en esto mísero mundo. Detestaba cualquier cosa que tuviera que ver con ese hombre, no solo porque éramos contrarios en la mafia. Él perteneciendo a la mafia irlandesa y yo perteneciendo a la italiana. No, ahí no estaban precisamente nuestras enemistades.
Estas empezaron desde el momento en el que él fue a la casa de los Volkov y exigió tomar a la mujer que bailaba de forma descuidada en mi pista de baile.
Hacía muchos años yo habían visitado la casa de los Volkov por las alianzas que manteníamos. Ellos eran ese punto medio en todo el mundo de la mafia, porque nadie tenía problema con ellos y hacían tratos con todo el mundo sin verse como traidores, solo simples comerciantes estrategas.
Pero el día en el que entré y vi a la hermosa Italy fregando los pisos supe que probablemente nos uniríamos de formas diferentes. Para ese entonces ella tenía dieciocho años y sabía que la habían vendido para saldar una deuda.
Pero aun cuando era una esclava ella estaba tan llena de vida, tan deseosa de más y sus ojos brillaban de forma tan hermosa que no pude evitar sentir el tirón que me atrajo hacia ella.
Pero en ese entonces yo no tenía tanto poder, no podía simplemente ir y reclamarla.
Y ahí fue el momento en el que los Volkov también se volvieron enemigos.
Contaron mi interés por la mujer y Raian Renalti fue y la tomó como suya, la manipuló a su antojo, la moldeó de la forma en la que él sabía que odiaría verla y luego me arrojó fotos de ella desnuda y se burló de tener la mujer que yo quería de esa forma.
Ella estaba atada, con moretones en su cuello y todo su cuerpo mientras sus ojos estaban cerrados.
Había traicionado su confianza tomando esas fotos mientras ella estaba vulnerable y desde entonces el odio que había sentido por el ascendía cada vez más.
Por eso, al verla vulnerable en mi territorio unas terribles ganas de tomarla y llevármela crecieron como garras que se encerraron alrededor de mi corazón y me exigieron hacer lo que quería. Me exigieron que poseyera a la mujer que estaba tan despreocupada en la pista de baile.
Suspiré profundo para mí mismo y cuando la vi moverse hacia el baño me puse de pie y la seguí.
No tenía idea de por qué ella estaba aquí. Por qué habías cruzado esa puerta cuando sabía claramente que su esposo me odiaba, que había una rivalidad eterna entre ambos.
Pero lo descubriría, descubriría por qué ella me había buscado, porque eso era exactamente lo que esta mujer había hecho.
Hudson Toscani No me gustaba ir al club los días de semana. En muchas ocasiones resultaba ser un lugar muy aburrido lleno de adolescentes que se escapaban de casa un día de semana por la noche para disfrutar de su juventud.No tenía nada que ver conmigo, pero ciertamente era aburrido. Pero tenía negocios que tratar, cosas que necesitaban de mi atención y se la podía dar completamente mientras estuviera en aquel club que era claramente el mejor de la ciudad.Las cámaras de seguridad en mi pantalla me dejaban ver todo, absolutamente todo el lugar incluyendo la entrada y el estacionamiento si así lo quería. Pero la mayoría de las veces no me apetecía prestar atención a áreas como esas.Un rato pasó mientras yo trataba de idear la manera más fácil para pedirle a dos de mis socios que estaban en camino que me ayudaran a trazar un plan. Ellos eran estrategas natos. Ian de Luca, hermano de mi mano derecha y un italiano de pies a cabeza y también teníamos a Natali Privalti, su esposa y asoci
Hudson Toscani—¿Entonces qué será? —cuestionó levantando la barbilla de forma desafiante, aun cuando mi mano estaba alrededor de su cuello y podría partírselo en cualquier instante.—Voy a follarte —dije tranquilamente —pero será a mi modo.Ella frunció el ceño e intentó replicar, pero apreté mi agarre en su cuello y sonreí cuando se le escapó el aire.—A mi modo y con mis condiciones —repetí.Sus pupilas se dilataron considerablemente y aflojé mi agarre en su cuello.Su pequeño cuerpecito se derretía contra mi agarre y eso me estaba poniendo irremediablemente duro. Necesitaba tenerla desnuda con urgencia, porque estaba experimentando años de sequía. Años en los que desee su cuerpo pero no lo pude tener, años en los que me la quitaron robándose todo de ella, todo lo que en algún momento creí que me pertenecería.—Tu modo, tus condiciones —repitió obedientemente y yo sisee para no levantarle el vestido y tomarla contra la pared.Ella pareció notar lo que pasaba por mi mirada y sonrió
Italy WilsonHabía pasado la que probablemente sería la mejor noche de mi vida.El hombre al que había desnudado esa noche estaba lleno de tatuajes, con el cuerpo luciendo como el de un dios griego y una sonrisa depredadora que me robó el aliento.Él me hizo suya en todos los sentidos, con su miembro en lo profundo de mi interior y sus besos siendo regados por todas partes alrededor de mi cuerpo.Mis ojos nunca se perdieron detalle del brillo iridiscente que crecía en los de él y cuando todo acabó me tomó en brazos, me limpió, me duchó, me cuidó y me abrazó contra su cuerpo para que me calmara y redujera la velocidad de los latidos de mi corazón.Él había sido increíble. Rudo, sí, pero también lleno de ternura cuando lo requería y aunque me había empujado hacia mis límites había disfrutado cada segundo de su lenguaje soez y sus manos masculinas recorriéndome hasta el alma.Pero cuando desperté a su lado a la mañana siguiente sabía que era hora de partir. Debía irme, porque la noche es
Hudson ToscaniHacía años que no dormía de una forma tan confortable. Y nada tenía que ver con el lugar en el que estaba y todo que ver con la mujer que durmió entre mis brazos.Sentir su respiración contra mí me hizo dormir tan plácidamente que ni siquiera sentí cuando se levantó y se fue.Después de esa noche no permitiría que ella se fuera. Mi intención era mantenerla conmigo y más tras saber toda la información que Renalti me había ocultado.En nuestro mundo, si no estaba casado con una mujer, cualquiera podría reclamarla y tomarla como suya. No porque fueran objetos. Aquí se vendían tanto hombres como mujeres, sino porque si quería conservar algo tenía que marcarlo.Pero cuando desperté y ella no se encontraba en ningún lugar toda la calma que había estado teniendo desapareció y me levanté de mi lugar con rapidez para vestirme e ir directo hacia la habitación con las cámaras de seguridad.La casa era desconocida para todo el mundo, incluso mis soldados y hombres más cercanos. Est
Italy WilsonCuando me desperté me di cuenta de que estaba en el sótano. Ese lugar frío y sucio al que Raian traía a sus enemigos, las personas que le debían y las personas que lo irrespetaban.Siempre supe de la existencia de este lugar, pero solo por lo que decían, nunca pensé que entraría aquí, nunca pensé que él sería capaz de encerrarme en este lugar y de atarme a una silla de pies y manos.Las cuerdas estaban tan apretadas alrededor de mis muñecas que sentía como la sangre estaba dejando de llegar y con cada momento que pasaba el miedo me hacía estremecerme al saber que algo muy malo me podría pasar aquí.Horas después, o al menos eso creía ya que no había ninguna ventana por donde pudiera ver el paso de las horas.Él entró en la habitación. Sus pasos resonaron en el lugar vacío creando un eco que me hizo estremecer.—Bien, lindura, es hora de enviar un mensaje.Su mano sostuvo en alto su teléfono móvil y gruñí cuando los primeros destellos de luz fuerte del flash me hicieron en
Hudson ToscaniMantener a tus enemigos vigilados era la primera parte para estar un paso delante de ellos. Esa era la razón por la que tenía espías entre los hombres de Renalti y entre los hombres de los Volkov y cualquier otro que se considerara mi enemigo.Necesitaba siempre saber lo que sucedía y cuáles serían sus siguientes planes.Por eso, cuando uno de mis hombres en sus líneas me dijo que mantenía a Italy en su sótano de tortura le pedí que se arriesgara y le diera una mano.Sacarla de su fortaleza cuando estaba tan bien protegida tras haberme enviado esa provocación sería claramente una odisea y aunque podía deshacerme de todas sus fuerzas él sabía que no lo haría, al menos no por el momento porque pondría en riesgo la vida de Italy si lo hacía.Por eso mantuve la calma, aunque era lo último que quería hacer en la vida.Y lentamente comencé a trazar mi plan.Tenía muchos hombres dentro, pero eran demasiado pocos como para crear una rebelión desde adentro, así que la única opci
Italy WilsonLlevaba demasiado tiempo en esa celda. Lo sabía porque él mismo hombre que había entrado a ayudarme la primera vez lo había estado haciendo varias veces por semana y tenía exactamente un mes dentro de esa maldita prisión.Raian no había vuelto a entrar, pero había enviado a sus hombres y aunque ellos no habían abusado de mí, me habían desnudado y me habían maltratado lo suficiente como para sentir que podía morir en cualquier instante por todos los dolores que presentaba mi cuerpo.Esa tarde me sacaron de la basura de sótano que me estaba volviendo loca ya que me estaba deslizando en mi propia mierda y orina. Por eso cuando me metieron en una bañera llena de agua caliente supe que algo andaba mal, muy mal.Una de las sirvientas entraron en la habitación y tallaron mi cuerpo hasta que la piel se me puso roja y luego me peinaron y me dejaron un vestido sobre la cama para que me vistiera.Pero antes de salir una de ella me miró con algo de pena y retrocedió un poco hasta que
Hudson Toscani—¿Me puedes explicar por qué demonios te quieres ir a la guerra por una mujer que claramente no vale la pena?Esas fueron las primeras palabras de Nial al entrar en mi despacho. Él era mi hermano, uno que claramente no quería y con el que no compartía sangre, pero que tenía que aceptar porque era hijo del hombre que me había adoptado aun cuando era un ruso al que todos odiaban.Su cabello muy diferente al mío era rubio y sus ojos de un chispeante café que me miraban molesto.—Vuelves a hablar así de ella y yo mismo me encargaré de cortarte la lengua —dije tranquilamente.Nial era apenas cinco años menor que yo, pero estaba tan lleno de rabia porque me había quedado con el puesto que debía ser para él o para uno de sus otros hermanos de sangre.Me importaba una mierda lo que él dijera, lo que importaba aquí era lo que padre había dicho y ahora lo que decía yo. Y claramente sus palabras eran una ofensa directa hacia mí. Una que solo dejaba pasar porque era el hijo del hom