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Capítulo 51 - El alma me duele

El padre me ha dejado gritar y pegarle uno que otro puño a la banca cerca del árbol, las lágrimas salían y salían. Carlos lo puso al tanto, fui un completo pendejo, un imbécil al que Sandra convirtió en un pelele.

—¡AAAAAAAHHHHHH!

Volví a pegarle a la receptora de mi ira. No era mi hijo, no era mi hijo, así me haga la prueba, lo sentía. Siempre tuve esa espina cuando en las reuniones familiares de la familia Daza éramos tan parecidos, cabellos negros y él era el único monito.

» ¿Cómo voy a verlo, padre?

—¿Ya quieres hablar? —Al lado del padre se encontraba la empleada, la llamó Mila—. Si ya quieres hablar, siéntate. —miré mis dos manos, se encontraban destrozadas, una me dolía más que la otra—. Vaya manía la tuya de destrozarte los nudillos cada vez que tienes rabia.

—¿Se da cuenta, Dios no existe?

—¿Y ahora qué tiene que ver Dios con el engaño de tu ex? Él nos dio el libre albedrío, ella fue quien tomó la decisión de embarazarse de otro y tú de casarte con ella. No metas a Dios en es
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