No sé si era un castigo más por mis errores, desde mi conversación con Jenaro para darme el reporte y me entregó la carpeta, al ver la foto de Eros supe que era mi hijo. Venía de reclamar los resultados de paternidad de Ernesto en donde decía que no era mi hijo, con tal tristeza me entero de que tengo un hijo de seis años, ¡seis años!, en los que no tenía ni puta idea de sus gustos, sus miedos, sus anhelos… Veía a la mujer que amaba ocasionándome el peor dolor de mi vida.—Virginia, puedo entenderte hasta el día casual de nuestro encuentro, lo merecía por el daño causado en el pasado. Pero duele el cómo con tal cinismo en estas dos semanas lo ocultaste, me viste la cara de idiota.—No Alejandro.—Duele darme cuenta el grado de odio de tu parte.—No te odio, jamás he podido. Amor…—No menciones esa palabra, no sabemos lo que significa. Por favor, tráeme…La puerta se abrió y ahí estaba mi hijo, detrás se encontraba Fernanda. No pude apartar la mirada del niño, el cual lo hacía con nerv
Fernanda me observaba y la verdad de tanto dolor y decepción no sabía qué hacer. La mejor opción para mí era quedarme quieto, aferrado a mi hijo.—Me duele que no me ame, no puedo comprender su descaro al mirarme a los ojos, hiciéramos el amor, sonriera sin decirme la verdad, siento en este instante que se burló de mí al ocultarme la existencia de un hijo. Fernanda me privó de su cercanía. No quiero dejar de abrazarlo, he perdido tanto tiempo. Todo me duele y eso que me falta enfrentar lo de Ernesto. —Alejo, no lo recuperarás en un día, deja a tu corazón sanar, no pienses que ella lo hizo para vengarse, sabes lo mucho que ha sufrido Virginia, tú eras su vida entera, y ahora solo tenía miedo, era consciente de que la repudiarías, por eso solo quiso tener nuevos recuerdos contigo.—No quiero verla, mientras asimilo todo, no quiero verla, solo por temas laborales, si puedes evitar eso te lo agradezco.—¿Sigues pensando en usar un juzgado para determinar el tiempo?, Eros no es una merca
Todos me lo advirtieron, y como me dijo el padre, antes de haber intimado de nuevo debí contarle. Sus actos por terminarme de ese modo tuvieron una consecuencia, no era lo correcto ocultarlo, pero podía justificarse, y por el actuar de los dos le costó seis años de cariño a mi hijo. Pero estos días, desde mi reencuentro, es lo que me condenaba y me hacía la villana. No tenía a nadie a quien culpar más que a mí misma por ser tan egoísta, yo y solo yo soy era la culpable.Alejandro no tenía desprecio en su mirada, no era ese el sentimiento que afloraba su mirada. Era de decepción. Fui testigo de ver cómo mi imagen se destruía en su mirada, piensa que lo hice por venganza y tal vez fue así. Eros se había mantenido a mi lado, era tarde, pronto se dormirá, además extrañamos a Ernesto, hoy no iba a dormirlo, el alma me duele, Fernanda hace una hora se fue.Todo lo que ella dijo fue el resumen de lo que por separado me habían dicho mis padres, Elsa, Ezio, Bastián, Maju y Blanca. Hasta las pa
Era mi décima canción, mis amigos llegaron temprano, la discoteca estaba a punto de reventar. Me falta la última tanda de cinco canciones más. Ya era la una, en diez minutos debía volver a la tarima. César, José, David, Carlos e invitamos a Deacon, pero él salió ayer a mirar sus negocios en Grecia, se regresó con Ezio. Seguía con tanta rabia, por eso no había querido tomar, no seré como mi padre, podía hacer cualquier locura y el licor con la ira no eran buena combinación.—Alejandro. —llamó David—. ¿En verdad piensas demandar a Virginia?—¿Qué harían ustedes? Instrúyanme.Ironicé, David estaba de parte de Virginia, los otros se habían puesto en la mitad, no se inclinan por ninguno, dicen que ambos somos culpables.—Alejo, —comenzó a hablar César—. Antes de juzgarla, ponte a pensar ¿tú qué habrías hecho?—Conociéndote Alejo, si Virginia se hubiera acostado con otro jamás la habrías perdonado, mira que ella te perdonó, aceptó a Ernesto y tú de descarado le quitaste el anillo de comprom
Seguía en la puerta mirándome, después de un rato me hice a un lado, se dirigió a la sala y se sentó en el mueble. Lo vi respirar varias veces, su silencio me tenía al borde de un paro cardiaco, el haber regresado estaba resultando un enredo peor al anterior.—Di algo, —su mirada era tan triste.—Yo quería dejarte embarazada, me siento feliz por el bebé, pero hoy me cuesta abrazar a la madre y esto no es… —el corazón se me arrugó—. Hoy comprendí muchas cosas mientras cantaba, me duele sentir que me odies a tal punto de haber jugado por dos semanas conmigo.—No quiero echarte nada en cara, pero necesito dejar en claro algo y recuerda, al aceptar de nuevo acostarme contigo lo hice olvidando todo el pasado. Y tú debiste de conocer a Sandra mucho antes al día de nuestra ruptura. —Lo vi afirmar.—Nunca la besé hasta que terminé contigo. Te lo juro por mis hijos.—Yo no te odio Alejandro, nunca pude y menos cuando Eros me recordaba a diario quién era su padre, sale con tus mismas ocurrenci
Miraba a mis hijos, Eros dormía igual a mí, como un idiota sonreí, se sentía tan extraño saber que tenía un hijo. Mi hijo y venía otro en camino, se cumplió mi deseo. —Me quité los zapatos, la camisa. Cada uno se encontraba en un extremo, se veía que el mayor no se movía mucho, mientras Ernesto era un pescado. Me quité el cinturón y me acosté en mitad de ellos, traje al menor a mi lado, porque estaba al borde de la cama, no podía dormir, era cierto lo dicho, nos encontrábamos muy heridos. Esperemos a ver qué pasa, el piecito de Ernesto se trepó a un costado de mi pierna y el brazo de Eros se puso en mi pecho, esa sensación fue un viento fresco a la adolorida alma. Besé la frente del mayor y me dejé llevar por el sueño.El susurro de las voces de mis hijos me despertó. Ernesto sonreía como siempre, mientras que Eros me miraba con anhelo y recelo. Lo atraje hacia mí para abrazarlo, el menor se unió al abrazo.—Buenos días, hijo.—Dormiste conmigo, papá. —En ese momento vi que tenía una
En las palabras del padre estaba mi respuesta, empiezo a creer que tal vez Dios sí existe. No podía alejarme de Virginia, pero tampoco estaré con ella, no mientras sienta que ella se vengó. Dejaré que el tiempo pase. Regresamos al auto.—Lo que dijo ese sacerdote me gustó.Comentó Eros mirándome una vez nos bajamos en el parqueadero del apartamento. Lo miré, mi madre iba adelante con Ernesto de la mano.—Esas palabras me cayeron como un guante.—Sí, lo sé, —me tomó de la mano—. Debo hacer una tarea de artes, el dibujo no es lo mío, mis padres son arquitectos y aún sigo dibujando como un niño de… —al mirarnos nos reímos, lo cargué y comencé a hacerle cosquilla—. ¡Ya papi!—¿Papi? —escuché la horrenda voz de Sandra. Acomodé a mi hijo en mis brazos para que esa loca no le hiciera nada—. Es idéntico a ti, me engañaste, ¡oh san perfecto fiel!—¡¿Qué haces aquí?! —mi madre cargó a Ernesto.—Visito a un amigo en este edificio —mierda, debemos tener cuidado —. ¿Hijo? —la muy descarada lo llam
El despertador sonó, iba a continuar durmiendo cuando recordé que debía llevar a los niños al colegio. Nunca había hecho esto, a Eros lo llevé medio dormido a la ducha.—Papi, yo me sé bañar solo. —dijo algo más despierto.—Bueno, me voy a despertar al pitufo.Lo vi sonreír, despertar a Ernesto de un tiempo para acá era complicado, antes no dormía tanto y su sueño era ligero, desde la llegada de Virginia duerme profundo. Escuchaba a mi madre en la cocina riendo quién sabe de qué, me había visto llevar a Ernesto dormido al baño. Esperé que el agua saliera tibia, Eros había salido y había llegado a mi baño con su toalla en la cintura y su cepillo de dientes sin pasta.—Papi no hay pasta de diente. —Lo miré, ¡Carajos!—Dame un segundo, debo resucitar a un oso perezoso. —metí a Ernesto al agua y el muy descarado seguía dormido—. ¿Esto lo haces siempre, hijo?—Siempre.Respondió mi madre que ingresaba sonriente con un brillo en sus ojos diferentes, le entregó a Eros una pasta de diente. De