Esperaba en algún momento los insultos de quien fue mi suegra, pero esa mirada solo me brindaba calma.
—Ay, hijo… Así Víctor, me dé cantaleta, te confieso, dejaste a mi hija muerta en vida.
Todo mi cuerpo tembló, hasta el más fuerte se quiebra, solo fui consciente de los brazos de Ana, dejé salir un gemido de dolor arraigado en el alma. Yo soy el único culpable de mis desdichas.
—Ahora comprendo la mirada de Víctor, cuando nos vimos en la mañana.
—Él te adora como un hijo, así refunfuñe lo contrario. Te reclama el que Virginia no haya vuelto a pasar las Navidades con nosotros en la finca en Montería. Por cierto, hace tres años nos radicamos allá. Vinimos por unos chequeos médicos para él y como Fernanda anda con una llamadera, aproveché a ir a conocer a su gordita y Maju se encontraba en su casa. Por eso estamos aquí. Creo que a tu esposa eso le molestó.
—No te preocupes. Las cosas con ella no están bien desde hace seis años. —La mirada de Anita me hizo sonreír—. Seré exacto, desde que cumplí dos meses de casado me arrepentí de haberlo hecho y no me preguntes Anita, pero de la noche a la mañana caí en una terrible tristeza y arrepentimiento. He ocultado mi depresión, con el paso de los días, siento que algo me hala a gritos.
—Toma mi consejo. Arregla para bien o para mal tu matrimonio, si no hay amor y no hay motivos de querer salvarlo, antes de hacerse daño sepárense.
—Gracias, por el abrazo.
—Elsa no sabe nada de lo que te pasa, ¿cierto? —Esa pregunta confirmó una sospecha, ella y mi madre siguieron hablando.
—Mi mamá nunca aceptó a Sandra. —Ya no viene al caso seguir ocultando las cosas, decidí destapar todo—. Y como siempre ha dicho que no quiere ser una suegra cizañera, prefirió regresar a Valledupar para no verme sufrir a mí.
—No la has descuidado, ¿cierto? Eres su único hijo.
—Cada dos meses viajo a verla y le llevo a Ernesto. Ya debo regresar Ana, me alegró mucho verlos, por cierto, ¿cómo está Leonardo?
Era el hermano especial de Virginia, tenía autismo, era en extremo inteligente, casi un genio, pero no podía hacer una vida normal, era la adoración de su hermana, era extraño que Virginia no viniera para verlo…
—Ese es otro que pregunta por ti.
—¿Puedo visitarlos algún día?
—Cuando quieras.
—Gracias.
Le di un beso en la frente, que diferencia de suegra, Anita era un pan de Dios y Rita era la encarnación del diablo. Por donde me miren, la vida supo cobrarme muy caro el error por haberla dejado.
Habíamos llegado a la casa a las tres de la mañana. Suspiré antes de salir, era tiempo de separarme. Anita tenía razón, ahora que volví a verla, más lo dicho por su madre, y lo que me confirmó ese par de océanos en los ojos de Virginia… confirmo, me sigue amando. También quiero finiquitar el divorcio, no quiero que ella se quede con nada de mi nueva sociedad. Era una interesada, por eso mi madre era quien figuraba como dueña absoluta de todo. Bajo mi nombre tenemos un par de casas, los carros, dinero de mi trabajo, como gerente nada más. Mi madre luego de mi matrimonio nunca quiso entregarme el mando, ella intuyó lo que era Sandra.
—Señor Alejandro, tome. No se lo entregué antes, porque estaban en la reunión.
—¿Ya tan rápido? —Su mirada no me agradó—. No va a gustarme lo que hay en esta carpeta, ¿cierto?
—Eso depende, señor. Si hay amor o no.
—Gracias.
Tomé la carpeta. Bajé del auto e ingresé en la casa, todas las luces se encontraban apagadas, me dirigí a la habitación de mi hijo, dormía con su nana. Pasé por el cuarto de cocodrilo mayor y Rita roncaba como leones, desde lejos escuché sus ronquidos desquiciadores. Según ella, la enfermedad terminal que tenía le genera un mal dormir.
Desde que Julián me sugirió poner cámaras a escondidas me he dado cuenta de tantas cosas, por eso contraté a Mercedes, una señora de cuarenta y cinco años, desplazada por la violencia y hace dos meses cuidaba a Ernesto, no tengo idea mi hijo porque le dice Mecha, en tan poco tiempo él la adora y era porque evitó el maltrato de Sandra. Llegué a mi cuarto, con la cabeza fría le pediré el divorcio. Pero ¡oh! Sorpresa, Sandra no se encontraba, eran pasadas las tres de la mañana, encendí la luz, respiré profundo, la llamé al celular.
—¿Amor? —Fue evidente que la acabé de levantar.
—¿Dónde estás «princesa»?
Así le decía cuando teníamos buenas temporadas, o más bien cuando ella se portaba de la misma manera en que la conocí.
—Durmiendo, me acabas de levantar. ¿Cómo te terminó de ir en la fiesta? ¿Ya estás durmiendo?
—Sí, solo te llamaba para darte un feliz año, ¿estás durmiendo con el niño?
—No, amor. Mi bebé lo dejé dormido en su cuarto y yo en el mío, extrañándote.
No siento nada, solo rabia, a ningún hombre le gusta que le pongan los cuernos, aunque no era que nuestra vida sexual fuera la más activa, si había tiempos buenos, otros semanales, pero desde Grecia, solo hemos estado dos veces.
—Te llamaba, para decirte que llego el dos de enero.
—Bien, tengo sueño. Te amo a si no lo creas.
—Dale un beso a Ernesto de mi parte.
Cerré el celular, odio la infidelidad, en carne propia vi cómo mi madre sufría por lo que mi padre le hacía. La vieja Elsa siempre me inculcó que se debe terminar con la relación antes de serle infiel, eso era no respetarse uno mismo, de ella aprendí a dejar las cosas antes de ofender a la persona. Le he aguantado mucho a Sandra, pero esto jamás. Abrí la carpeta y en efecto mi esposa se veía en varias fotos besándose con otro hombre. En diferentes lugares…
…***…
No he podido ingresar al apartamento, no he podido controlar todo lo que sentí al verlo de nuevo. Años levantando murallas para que de la nada esos ojos negros las derrumben. Las manos me seguían temblando; esta mañana, cuando salí a la obra para poder llamar a mis amigos y desearles un feliz Año Nuevo. Me pasaron a mucha gente, pero no pensé que Maju le entregara el celular a Alejo.
¡¿Cómo pudo hacerme esto?! Y YO COMO UNA ESTÚPIDA ME PUSE A LLORAR EN EL TELÉFONO. ¡Erdaaa! Ahora él va a saber que sigo sintiendo algo. —volví a llorar en el carro. —volví a tomar agua. Debía regresar al apartamento, se lo prometí. De nada valió poner años y kilómetros de distancia. Cálmate, Virginia.
Lo vi triste… Alejo tenía los ojos tristes… ¡Y a ti que te importa! —volví a atarugarme con el agua, respiré profundo, miré el portátil. Desde que salió huyendo de Colombia no escuchaba vallenato, no iba a martirizarme al escuchar las canciones que me cantaba a mí y ahora debe de estarle cantando a su esposa. Sin embargo, cuál idiota masoquista busqué la canción que me pidió escuchar. Tu olvido, cantada por Los Hermanos Zuleta, Compositor: Luis A. Egurrola Hinojosa. Sus versos eran un grito de arrepentimiento.
La reproduje de nuevo, la letra, era un lamento, eso solo me confirmaba que, si tenía razón al concluir lo de su tristeza, Alejandro no estaba bien en su alma. Las muchas veces que he soñado con él, mi alma nunca ha dejado de gritar que vuelva.
IDIOTA, ¡eres un idiota Alejandro Orjuela!, salí del carro, había pasado varias horas en el parqueadero del edificio en donde vivo. ¿Cómo me dedicas esa canción? ¡Cómo eres tan descarado de decirme eso! ¡TE CASASTE! Era imposible que yo dejara de llorar hoy, subí al apartamento, vivo en uno de los mejores lugares de Dubái. No podía quejarme, fracasé en el amor, pero en mi vida laboral he tenido una gran racha de excelentes trabajos. Acreditándome como una de las mejores arquitectas. Ingresé, puse las llaves en el lugar de siempre.
—Señora Virginia, ¿quiere comer algo antes de irme?
Negué, no era eso lo que quería, como quisiera odiarlo, pero no logro hacerlo, a mi llegada salió corriendo la razón por la cual no he podido olvidarlo y menos odiarlo.
—Mami, ¿por qué estuviste llorando?
Menos mal no se encontraba Sandra, porque en este estado quien sabe qué hubiera hecho, jamás la golpearía, pero las palabras también hieren. La ira me consumió, solo era el ego masculino herido y no porque se encuentre besando con otro hombre. ¡Era por la burla en la que caí quién sabe desde cuándo!En mis manos tenía las pruebas de todo, el puto dinero gastado de mi tarjeta de crédito, ese que por castigarme con lo sucedido entre Maju y César, el mismo que era para arreglar el apartamento de su mamá, luego cuando César la confrontó me dijo que la perdonara por la mentira, pero las cosas eran para el apartamento del novio de su mamá.Por estar enferma a punto de morir quería complacerla, ¡y como marica caí! Yo le pagué la remodelación al amante de mi esposa. —La ira me estaba cegando—. Seguí mirando el resto de los papeles. Descubrí la mentira en la enfermedad de mi suegra, ella solo tenía muchas deudas y por miedo salió huyendo para evitar que la mataran, por eso se vino a vivir a la
Bajé del carro más porque necesitaba quedarme solo que por escuchar una misa. Me dirigí al portón, iban a ser las seis de la mañana, vi la banca, al lado de un gran árbol. Era un bello jardín, adoquines que dirigían el camino evitando averiar el pasto.No tenía idea porque me encontraba aquí aguantando frío, debería estar esperado a Sandra para que en la cara me diga la verdad. Sin embargo, al cerrar los ojos, lo primeros que me viene a la cabeza era la mirada de asombro de Virginia… Todos los días de mi vida he lamentado haberla perdido. Después de los dos meses de haberme casado se instaló una eterna tristeza en el alma y supe que era por haberla perdido.Y hoy la vida me restregó el gran error cometido. Como se justifica que me iba a casar con la mejor mujer del mundo y terminé con ella para casarme con una… otra. —apreté las manos en un puño y el dolor de la mano izquierda me alertó de que debía de tener algo fisurado.—¿Quiere un poco de café? —miré al señor con un pocillo en su
Miré a otro lado para evitar que salieran las lágrimas, no puedo llorar, no era el lugar donde me permito hacerlo. Estos años solo en la habitación que compartía con ella era donde podía hacerlo. Del resto en ninguna parte.—El llorar no te hace menos hombre, no muchacho. Tu caso es el de muchos colombianos, se encuentran marcados por el machismo irracional. Dejan ir buenas mujeres, cometen atrocidades por ese errado concepto donde las mujeres son quien deben hacerlo. Olvidando el que todo ser humano tiene derecho a tener, hacer y buscar su felicidad.—Fui a terapia por un tiempo, casi un año, tardé tres para comprender lo que me había pasado. Lo que usted dijo es la cruel realidad. Y ayer…—¿Con lo de tu esposa?…—No padre. Lo de Sandra me es indiferente. Mi ira es porque ayer me encontré con mis exsuegros, la relación con ellos era tan especial. Pude sentir lo mucho, ellos extrañan mi compañía y eso me tiene con sentimientos encontrados. Pude conversar un rato con la madre de Virgin
Eros no me dejó sola desde mi llagada en la mañana, mi pequeño pródigo. Sí, porque mi hijo era un niño genio. A sus casi seis años, ahora en enero los cumple, ya sabía a la perfección cinco idiomas, aparte del árabe, su idioma natal, en el último estudio realizado su coeficiente intelectual de doscientos dieciséis. Por eso asiste a una escuela especial, y puede que muy joven ingrese a una universidad, pero él ha dejado en claro que no quiere eso.Siempre responde; «nací para que todo sé de a su tiempo mamá». Lo que dicen los especialistas era que él les enseñaba a ellos. Si, ha demostrado un interés muy grande por la medicina. Aun así, mi hijo no deja de ser un niño. Y desde hace poco más de un año tiene una obsesión con el mundo espiritual de los ángeles.—¿Ya estás bien mami?—Tengo al mejor futuro médico cuidándome.Su sonrisa era una copia de su padre, como dicen en mi tierra, hijo negado sale pintado. Aunque él no fue negado, fue ocultado y salió duplicado.—En nueve días. —Me pu
Seis años atrás…Ingresé a la oficina bastante sudada, el calor en Santa Marta era insoportable, menos mal el aire acondicionado mantenía el lugar fresco. Era una extraña mezcla entre rolo y costeño. Me encanta la gastronomía de la costa, la gente, la tierra de mi mamá, pero no soporto el calor, eso sí, me encantaba pasar las vacaciones en Montería, donde mis padres tienen la finca.—Arquitecta la llamó su novio. —sonreí al escuchar eso. Tomé el celular y vi que tenía cuatro llamadas perdidas.—Gracias, Yanira, tráeme un rico jugo de lo que encuentres con mucho hielo, me estoy deshidratando. —mi secretaria asintió y salió. Mi novio contestó.—Hola, Belleza. —adoro a este nombre.—Hola, amor, ¿cómo vas?—Muy bien, mi madre llega la otra semana a entregarme la herencia de don Orjuela.La relación de Alejo con su padre nunca fue la mejor, hace años murió su padre, pero tenía la percepción de que fue un alivio en su vida, aunque él no quiera, tenía mucho de su progenitor en versión mejora
Hice puchero como si él me pudiera ver, esperaba la maleta, tenía en la mano el bolso y una caja con las invitaciones y el regalo.—No, pero necesito hablar contigo.—Yo también y por eso estoy recogiendo la maleta, en dos horas debo estar en el apartamento. —Se quedó callado—. ¿Pasa algo, amor?—Nada, solo necesito hablar algo muy importante.—Yo también, lo mío es bastante importante. ¡Ya no veo la hora de verte!—Bien, nos vemos en un rato. —A Alejo lo sentía raro. Tomé la maleta, tomé un taxi y recibí llamada de Maju.—Hola, Virginia. —Dios, mi matrimonio será como el de mi amiga, lleno de amor, de respeto, de armonía.—Hola, Maju.—¿Cuándo regresas? Recuerda que estás próximo a tu matrimonio y has dejado a Alejo mucho tiempo solo.—Lo sé. Te informo que ya renuncié, tengo las tarjetas de mi boda en la mano y ya no me separaré del amor de mi vida.—¡Esa es una gran noticia! ¿Nos vemos mañana? Fernanda quiere mirar que falta, queremos ayudarte.—¿Y Patricia?, ella tiene muy buen gu
En el presenteMis amigos vinieron por mí, cuál culicagao, pero en el fondo los necesitaba, era primero de enero del 2019. Ahora entiendo por qué le gustaba a César hablar con el padre, más certero no pudo ser, me dijo la verdad en la cara. En ese entonces me sentía inferior a esos magnates que podrían deslumbrarla. Era evidente que más de uno quedaría prendado de la belleza de Virginia y ahora se veía más hermosa. Íbamos en el auto; Carlos y César. Miré la mano, estaba bien hinchada, me dolía.—¿Todo bien, Alejo? —César miró la mano—. Debes revisarla, la tienes hinchada. Afirmé.—Lo único bueno es la charla con el padre, del resto es una mierda completa. Y mañana voy a que me revisen. —Ese señor es increíble, ¿quieres hablar?—Quiero beber. —Carlos me miró por el retrovisor y César giró de nuevo su cabeza para analizarme—. ¿Me acompañarían?—Desde la universidad no bebo al desayuno. —comentó Carlos—. Aunque puedo sacrificarme, además Fernanda quedó muy bien cuidada en Melgar.—¿Cóm
Me eché a reír, volvía a tener el vaso lleno, no eran ni las ocho de la mañana y ya iba en el segundo trago. Miré a mi mejor amigo.—Veía tu matrimonio feliz, Fernanda se había enamorado por fin, planeaba su boda. Mis mejores amigos lo habían logrado, yo ya no podía echarme pa’ atrás, debía sacar adelante el matrimonio y enamorarme de Sandra.» Con el paso del tiempo ella unas veces se comportaba derrochando amor, otras veces indiferente, luego histérica y terminaba consintiéndome. Eso nada me importaba, en realidad, aparenté de la puerta hacia afuera que éramos un buen matrimonio, ella se llevaba bien con mis amigas, saben que al inicio nadie la aceptó y mientras no hubiera infidelidad, podría mantener la relación, bajo el respeto.—El matrimonio nunca es fácil. —comentó César—. Todos saben por lo que pasé. La diferencia es que María Joaquina y yo a pesar de todo nos amamos. ¿Cómo viviste seis años y casi siete meses con una mujer la cual no amabas? Recuerdo que me dijiste que dejast