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Caminos separados
Caminos separados
Por: Eilana Osorio Páez
Capítulo 1 - Fin de Año

La fiesta de fin de años donde nos reunimos todos los amigos y familias estaba en su apogeo, mis amigos Cesar y Maju sacaron adelante su matrimonio. Mandaron a la m****a el qué dirán en el caso de ella que puso su felicidad por delante y César se juró a sí mismo jamás volver a fallar. Al menos para ellos que pasaron por pruebas fuertes se armaron de valor para imponer su deseo de buscar la armonía. Me alegra por ellos.

Sin embargo, para mí, Alejandro Orjuela cada día que pasa era cargar con una cruz demasiado pesada, hoy entre celebraciones era el día en donde desearía mandar todo a la m****a. Las palabras de Maju taladraban referente a buscar a Dios y vivir en la verdad. —suspiré—. Miré a Ana y a Víctor, seis años y siete meses exacto eran los que tenía de no verlos. —pasé el nudo formado en la garganta con otro trago de whisky.

Tenía en mi cabeza que me odiarían… Dejé a su hija casi en el altar, para casarme con otra…  ¿Por qué lo hice? ¡¡POR MARICA!! En ese entonces creí que con Virginia ya había llegado la relación a un estado de estancamiento. Por eso ella quiso alejarse y se puso a trabajar y trabajar, nos veíamos cada mes, eso mató algo en mí, —vaya mentira más grande. Las cagué y las seguí cagando por no aceptar el error e hice un mierdero. —sonreí.

No tengo idea porque fui tan ciego, asumí que el amor se había apagado y por ello no era honesto continuar con nuestros planes de matrimonio, en esas atribulaciones de soledad a la que caímos… Ella no quiso dejar ese trabajo, luego conocí a Sandra, la vi tan llena de vida —volví a reírme de mí mismo—. ¡Qué estupidez! He aparentado un buen matrimonio hasta mi viaje a Grecia.

Lo único bueno para rescatar era el nacimiento de mi hijo. Y ahora no me siento tranquilo con el niño lejos con su madre, al menos Mecha como le suele decir Ernesto se fue con ellas, no le pasará nada. Gracias a Julián, el niño no ha vuelto a sufrir maltrato, me recriminé una vez más, por encerrarme a trabajar no me daba cuenta lo que Sandra le hacía a su propio hijo. Puse al niño en terapia infantil. Al menos podía reivindicarme con mi bebé, ya que no pude hacerlo con…

—Toma, están deseando un feliz año.

Aurelio me entregó un celular y no tenía idea de quién era. Ese debe ser Vladímir. Quien no se Encuentra porque tuvieron bebé. Sin embargo, apenas vi la pantalla, todo explotó dentro de mí… No podía ser cierto, no podía estar mirando de nuevo su bello rostro. —Las fotos que aún conservo en nuestro cuarto no le hicieron honor a lo que era Virginia Andrade—

Era una mujer con porte de reina, una belleza europea con raíces colombianas, parecía irreal, con ese aire de hada encantada, sus ojos azules como el Mediterráneo, su cabello rubio. Por eso digo que parece europea, pero era más colombiana que todos nosotros juntos. Su reacción fue igual, sus ojos se humedecieron y los labios comenzaron a temblarle. Era de día en donde se encontrará. Llevaba el cabello corto para como solía llevarlo en mi recuerdo; hasta el cuello, como lo tiene Maju ahora. ¡¿Por qué se cortó el cabello?! Quería decirle mil cosas, no obstante, las palabras no salieron de mi garganta, mis manos temblaban, solo recuerdos y recuerdos de un amor perfecto. Ella intentó hablar sin tener éxito. Sentía que todo me temblaba, solo fuimos presos de la mirada del otro.

—Yo… —No dejábamos de mirarnos.

—Perdóname. —logré decirle y comenzó a negar—. Por favor, no cuelgues.

—Lo siento Alejandro, no…

—Belleza no cuelgues. —Vi cómo le salían las lágrimas, el labio nos temblaba a cada uno.

—No… —va a colgarme y tenía tantas cosas por decirle.

—Escucha; Tu olvido de los Zuletas.

Siempre nos hemos dedicado canciones, era una pasión compartida, a los dos nos gustaba mucho el vallenato. Yo soy de Valledupar, y por sus venas le corre sangre monteriana, aunque nació en Bogotá, su madre era de Montería, ella siempre vivió entre las dos ciudades. Solía decirle que ella llevaba la abarca pintada en la frente, siempre me respondía «a mucho honor». También amábamos a los caballos…

—Adiós, Alejandro. —finalizó la llamada.

—Te amo, Belleza.

Le dije al aire, más de seis años sin verla, el celular en mis manos era el de Maju y de atrevido me mandé el contacto de su número al mío. En ese instante, con el corazón estrujado, volví a enfundarme una vez más en la máscara de relajado que he portado desde mi segundo mes de casado. No tenía idea por qué de la noche a la mañana, en ese entonces, me sentí miserable. La gente estalló en abrazos y la canción tradicional, se escuchaba. Faltan cinco pa’ las doce, el año va a terminar…     

 Todos se abrazaron, se felicitaron, repartieron sonrisas, buenos deseos, y, aunque me hicieron partícipe mis amigos, no se sintió lo mismo. El sentimiento que me estaba embargando debía sacarlo en la soledad del apartamento o si no en mi refugio. Pero su imagen volvía, se veía más hermosa. ¡Qué! Era una mujer divina.

Dios, si tenía alguna oportunidad de enmendar mi error con ella, te pido intervengas. Maju dice que tú siempre te encuentras al lado de uno, si hay algún tipo de recompensa ayúdame a enmendar el daño que le hice. No puedo posponer más mi situación con Sandra. Ya era momento de aclarar, de organizar mi vida.

Me despedí de todos, necesitaba llegar a la casa y hablar con Sandra, acabar la farsa de matrimonio y pelear por la custodia del niño. Llegué hasta donde Maju, César la besaba, luego se arrodilló a besar la barriga de su mujer. Mi ahijado y Casparín también besaban el vientre de su madre, me alegra tanto por ellos.

—Feliz año. —dije, abracé a cada uno.

—Tío, ¿polque se fue Elnesto?

—La mamá se lo quiso llevar Casparín.

Maju se puso la mano en la insistente cintura. En la mañana me reuní con David, César, Deacon y Carlos para hablar de lo que hicieron los niños en Metiches milagrosos. Ellos narraron lo que hicieron, Samuel fue el encargado de entregar las cartas como si fuera un fantasma, además por lo tremendo que era lo bauticé de una y desde hoy comencé a decirle así. Ya Maju me había jalado las orejas, y ahora me dio un pellizco y varios manotazos.

—¡No le digas así a mi hijo!

—Es de cariño, además si dejas ponerle a la bebé María Costanza y le dirán Maco, ¿por qué te enojas si llamo abreviadamente a cáspita y fantasma?

—Mami, a mí me gusta. —César soltó una carcajada al escuchar a su hijo.

—Porque no sabes lo que significa. —Le dijo la mamá. Le entregué el celular a Maju y ella comprendió, su rostro cambió—. ¡¿Hablaste con ella?! —En ese instante el dolor volvió.

—Aurelio me entregó el celular, como solo era para felicitar por el Año Nuevo. Él no sabe y yo pensé que era Vladímir.

César y Maju se miraron, debieron ver algo en mí, se me humedecieron los ojos y mi amiga me abrazó. —Lo necesitaba tanto. ¿Cómo reconozco delante de ellos lo arrepentido que estaba al dejar al amor de mi vida porque sentí que la pasión se había acabado entre ella y yo? Ya suficiente tenía con recriminarme a diario por haber sido un imbécil.

—Lo siento.

—Necesito irme, sacaré las cosas de la habitación y me regreso hoy mismo. No le digas nada a nadie.

—No te encuentras bien para conducir. —dijo.

—Estoy bien.

—No, ya mismo le digo a Jenaro que te lleve.

Ahora fue César quien habló, no discutí con ellos, busqué mis cosas y salí. Jenaro ya esperaba.

—Gracias, Jenaro.

—De nada, señor Alejandro. —hace una semana le pedí un favor muy especial y personal.

—¿Alejandro?

Al girar hacia la voz, ahí estaba la que fue mi suegra, la señora más hermosa del universo después de mi madre. Debía sacar la casta de macho para no quedar como un cacorro llorón.

—Anita…

—No viene al caso lo que yo te diga en este momento. —Se acercó y acarició mi mejilla—. Me di cuenta en estas horas que tu conciencia y la vida te lo ha dejado muy claro, casi que todos los días. ¿Cierto?, y puede sonar a reclamo, pero es más por el hecho de tu abandono, te olvidaste de nosotros. Víctor, aunque no lo diga, sigue extrañando las tardes de domingo para jugar dominó. —sonreí, «¡ahí tienes!», la vida te sigue restregándote en la cara lo que perdiste—. ¿Me equivoqué en mis palabras?

—En ninguna Anita, dile a Víctor que la añoranza en mutua.

—¿Sigues cantando?

Negué, al menos esa promesa se la cumplí, salvo la excepción que hice por mis amigos, pero fue por ella. Virginia sugirió el meter la cucharada.

—Por la tristeza notada en ti desde mi llegada, luego lo sucedido con tu esposa… ¿Me permites opinar y darte un consejo?

—Se los debo.

—Aclara tu vida actual, no marchites esa personalidad arrolladora la cual te caracterizaba. Libérate de las ataduras, luego espera lo que la vida te tiene deparado. Ya sea con mi hija de nuevo o con una mujer diferente, pero que la ames.

—Deberías estarme odiando. —apreté mis manos en un puño.

—A esta edad hijo uno analiza un poco más las cosas. A lo mejor no era el momento de ustedes, tal vez ustedes necesitaban madurar por separado, ya sea para volver a unirse o hacer vidas en caminos separados, eso solo lo sabe Dios. Pero si te he de confesar, oro a diario para que ustedes encuentren la felicidad. Por qué dejo de llamarme Ana Burgos a que esa renuente lejanía de mi hija es porque se siente segura con kilómetros de distancia de ti.

—¿Le hice mucho daño?

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