Encuentro Oportuno

—Esto ya se está poniendo algo aburrido, creo que mejor ya nos vamos —dijo Mateo, dejando a un lado su bebida.

—Aún no, no seas así, quedémonos un poco más; al fin de cuentas, mañana no tengo que trabajar —respondió Luciana, dejando también su bebida y tomando a Mateo del brazo, con una sonrisa llena de felicidad.

Sin poner resistencia, Mateo fue arrastrado por Luciana al centro de la pista, pero, mientras eso sucedía, notó de reojo a una mujer que le robó la mirada y toda su atención.

—Ya llegamos, ¿este es el concierto al que querías venir, Sofía? —Julián echó un vistazo rápido al lugar, y de inmediato una expresión de disgusto apareció en su rostro.

—S... Sí, este es el lugar... —La voz de Sofía estaba un poco temblorosa.

—Bueno, ya estamos aquí, así que vamos adentro —dijo Julián, aún con disgusto, decidido a soportarlo por Sofía.

Cuando ya estaban caminando, Valeria le dio un golpecito a su hermana en la barriga, haciendo que se detuviera enseguida.

—¿Sucede algo? —preguntó Julián, algo confundido.

—No, no pasa nada, pero ¿puedes adelantarte? Ya ahorita te alcanzamos —Sofía estaba fingiendo, con gotas de sudor en la frente.

—Está bien, voy a estar en la barra; ahí las espero —dijo Julián, continuando su camino y dejando atrás a las hermanas.

Al ver que Julián no hizo demasiadas preguntas, Sofía soltó un gran suspiro de alivio. Luego se volteó para mirar a su hermana.

—¿Qué tramas? Hermana, ¿por qué me hiciste venir a este lugar cuando sabes que no me gustan este tipo de sitios? —Sofía frunció el ceño.

—No me reclames nada; vi la oportunidad y la aproveché, ya que mis papás nunca me habrían dado permiso. Además, con esta salida puedes distraerte un poco, ya que estabas muy rígida en la cena —Valeria le dio una palmada en el hombro, para luego alejarse e internarse en la fiesta.

Sofía se quedó refunfuñando de rabia por su hermana, pero luego tomó un gran sorbo de aire y se tranquilizó.

Levantó la cabeza y comenzó a visualizar el lugar. Era algo movido, con luces de colores cayendo por todo el lugar gracias a unos reflectores bien posicionados, generadores de humo colocados en la pista principal que le daban ambiente al concierto, un bar y un baño al otro lado, y, por supuesto, la banda tocando en el escenario.

Pensó que ese lugar no parecía tan malo después de echarle un buen vistazo. A pesar de que la música no era de su agrado, sus pies y su cuerpo ya estaban tomándole el ritmo y moviéndose por su cuenta.

Mientras estaba distraída tratando de comprender por qué estaba bailando, tropezó con una de las tantas personas en el lugar, perdiendo el equilibrio por el golpe. De frente a ella solo estaba el suelo; cerró los ojos esperando el golpe contundente, pero, cuando ya se había resignado a caer y golpearse, sintió unos brazos rodeándola por la cintura con algo de fuerza. Sofía abrió los ojos de inmediato y vio a un hombre de unos 30 años, con unos ojos de un profundo azul oscuro, labios carnosos y un rostro bien formado.

—¡Uf! Eso estuvo cerca, ¿estás bien? —preguntó él, con preocupación, mientras la ayudaba a ponerse de pie.

—S... Sí, es... estoy bien, mu... muchas gracias —Sofía estaba roja como un tomate y sus palabras se trababan.

—Eso me tranquiliza. Por cierto, me llamo Mateo, ¿y tú? —dijo él, rascándose la nuca con algo de pena.

—Y... Yo soy... me... me llamo Sofía —no podía apartarle los ojos de encima.

—¡Sofi! ¡Uf! Ahí estás, ya vámonos, que Julián está ansioso preguntando por ti —Valeria llegó y agarró a Sofía del brazo, llevándosela casi a rastras de allí.

Mientras eso pasaba, Mateo no le quitaba la mirada de encima, siguiéndola hasta que desapareció entre la multitud.

—Qué preciosa... —dijo para sí mismo.

—¿Quién es preciosa? —preguntó Luciana de repente.

Mateo dio un brinco del susto que le dio Luciana.

—N... Nada, estaba hablando de... —Su vista se alejó mirando los alrededores, buscando algo para cambiar la conversación—. ¡Mira! Parece que ya se acabó el concierto —Mateo apuntó con la mano.

—Sí, es verdad, pero no me cambies el tema, ¿de quién estabas hablando? —Luciana seguía insistiendo.

—Otro rato hablamos de eso, ya es tarde y tenemos que ir a casa.

Mateo se llevó a Luciana del concierto y se dirigieron a su casa.

—¿Quién era ese con el que estabas hablando? —preguntó Valeria, lanzándole a Sofía una mirada de aprobación.

—No lo conozco, es la primera vez que lo veo —miró al suelo.

—Bueno, a decir verdad, él no estaba para nada mal, eh —Valeria se relamió los labios.

Sofía abrió la boca en señal de sorpresa y, justo antes de retarla, apareció Julián.

—¿Está todo bien? —preguntó mientras se acercaba.

—Sí, sí, todo está bien —Sofía estaba nerviosa—. ¿Nos vamos ya? —soltó sin pensarlo.

—¿Aún es temprano, hermana, divirtámonos un poco más! —Valeria colocó sus brazos alrededor de Sofía y Julián—. ¿Qué tal si nos invitas a unos helados?

Antes de responder, Julián miró a Sofía y notó cierta incomodidad en sus expresiones.

—No creo que sea buena idea, apenas estamos conociéndonos y ya es muy noche. Mejor las llevo a su casa —dijo, retirando el brazo de Valeria.

—Tsssss, qué más da... —Valeria estaba algo molesta.

Se dirigieron al auto de Julián para regresar a casa.

Valeria se bajó del auto y entró casi corriendo a su casa, parecía una niña pequeña haciendo un berrinche por no haberle comprado una paleta.

—¿Ella estará bien? —preguntó Julián, con algo de preocupación.

—Sí, no te preocupes por eso, ella es así, ya se le pasará.

—Está bien —Julián metió sus manos en los bolsillos.

Un silencio incómodo se hizo presente en el ambiente.

—Bueno, tengo un poco de sueño, mejor me voy ya —Sofía rompió el incómodo silencio.

—Sí, yo también ya me tengo que ir —respondió Julián, de manera impulsiva.

Sofía se despidió de Julián, entró a su casa y Julián se fue en su auto.

Después de eso, subió hasta su cuarto, cerró la puerta, se cambió de ropa y se acostó a dormir. Pero cuando estaba a punto de acostarse, su mente se inundó con el rostro del hombre que vio en la fiesta, y sus pensamientos solo repetían el nombre de Mateo, Mateo.

En ese momento, su cara se puso roja como un tomate, hasta podría jurar que vio humo salir de su cabeza.

Se tiró de boca en su cama y hundió su cara en la almohada mientras daba pataditas en la cama. Así siguió por varios minutos, hasta que finalmente se quedó dormida.

Julián se subió a su auto y se puso en marcha para regresar a su casa. Había sido una noche muy pesada para él, todo porque no está acostumbrado a ese tipo de fiestas, pero lo hizo por Sofía. Al pensar en ella, sus cachetes se sonrojaron al instante, cerrando los ojos involuntariamente. En ese momento, el auto dio un brinco, asustando a Julián, quien dio un volantazo para tratar de controlarlo.

No sabía qué había pasado, pero sintió como si hubiera atropellado algo, así que, después de frenar el auto, decidió bajar para verificar qué había sucedido. Sus ojos se agrandaron casi saliéndose de sus órbitas al ver lo que tenía frente a él.

¡Era un gato!

Su mente procesó rápidamente la situación y fue a buscar algo dentro de su auto para ver si podía ayudar al pobre gatito. Pero, para su sorpresa, vio a dos tipos parados al lado de su coche.

La orden de correr llegó a su mente, alistándose para huir del lugar, pero se topó con otro hombre que apareció frente a él.

Julián no podía creer lo que estaba pasando en la ciudad, y mientras pensaba, los dos hombres de atrás se acercaron y lo tomaron por el cuello, arrastrándolo hasta un callejón cercano.

En otro lugar de la ciudad...

Mateo había dejado a Luciana en su casa y se dirigía a la suya.

La vida de Mateo era algo especial. A la temprana edad de 5 años, sus padres habían perdido la vida en un accidente automovilístico, dejándolo solo. Pero gracias a la profunda amistad que la familia de Mateo tuvo con la familia de Luciana, pudo vivir y crecer como cualquier niño, ya que ellos se hicieron cargo de él, cuidándolo como si fuera su propio hijo. Estudió, se graduó con honores y, además, aprendió defensa personal. Apenas cumplió 18 años, Mateo se independizó, consiguió un trabajo en una construcción y alquiló un pequeño departamento en la ciudad, así ha vivido hasta el momento. Pero todo eso se puede derrumbar, ya que hace unas semanas se quedó sin trabajo y está desesperado buscando algo, porque si no, se va a quedar en la calle, ya que no podrá pagar el alquiler.

Mientras caminaba, preocupado por su situación, no pudo evitar pensar en la hermosa chica que conoció esa noche. Solo por conocerla, se sintió agradecido con Luciana por obligarlo a ir al concierto. Una sonrisa de oreja a oreja apareció en su rostro.

La oscura noche era perfecta para caminar bajo la luz de la luna. Mientras estaba perdido en sus pensamientos, vio a lo lejos un auto azul y en el suelo, rastros de sangre.

Cuanto más se acercaba al auto, pudo escuchar extraños sonidos viniendo del callejón a unos metros de donde estaba parado. Al acercarse y observar a escondidas, notó a tres hombres de pie y, en el suelo, a un hombre todo golpeado. Su rostro se puso pálido al instante al presenciar lo que estaba viendo.

Sabía que, si se quedaba y lo descubrían, también acabaría como el tipo en el suelo, ya que pelear tres contra uno no era una buena idea.

Cuando ya estaba por retirarse del lugar, accidentalmente chocó con un tacho de basura en la calle, haciendo un ruido fuerte. Empezó a sudar frío y maldijo al tacho de basura. Cuando ya estaba a punto de salir corriendo, recordó algo que su madre le dijo cuando cumplió 5 años:

(Hijo mío, en esta vida puedes encontrarte con un sinfín de personas, algunas buenas, otras malas, pero recuerda nunca darle la espalda a alguien que lo necesita, a alguien que esté sufriendo. Siempre sé valiente, mi pequeño héroe).

Una lágrima brotó del ojo izquierdo de Mateo mientras una sonrisa aparecía en su rostro. Ya había tomado una decisión sobre lo que hacer al respecto.

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