La caminata de Mateo y Luciana buscando anuncios de trabajo y dejando algunas carpetas los había llevado hasta el parque del centro, donde Mateo saco una gorra de su mochila debido al fuerte sol que estaba sobre ellos.Cuando estaba por colocársela, vio de reojo que Luciana estaba con una mano tratando de detener la luz del sol. Sonrió para el mismo y le puso la gorra a su amiga para que se cubra del potente sol.- ¡Mira! -Luciana apunto con su mano a una heladería. - ¡Vamos a comer helado! ¿Qué dices? -pregunto con entusiasmo.Al sentir como las gotas de sudor rodaban por su cara, Mateo accedió a la idea de Luciana.- Esta bien, vamos por esos helados. -Mateo no pudo evitar colocar sus manos en su bolsillo de manera automática, y una expresión de desilusión atravesó por su rostro, cambiándola rápidamente por una sonrisa falsa para no preocupar a su amiga.Luciana pudo percatarse de que su amigo no traía mucho dinero para pagarle los helados, asi que, sin dudarlo, saco a escondidas su
HACE UNAS SEMANAS – BIBLIOTECA.Valeria caminaba por los pasillos silenciosos de la biblioteca, buscando en las estanterías un libro que necesitaba para su tarea de historia. Las horas habían pasado volando, y se sentía frustrada por no encontrar la información exacta que requería. Con un suspiro, se detuvo frente a una sección de libros antiguos, sus dedos rozando los lomos de los volúmenes polvorientos.Justo cuando estaba por rendirse, una voz suave y educada interrumpió su concentración.- ¿Buscas algo en particular?Valeria levantó la mirada y se encontró con un joven de mirada amable y porte elegante. Sus ojos eran de un tono oscuro, pero transmitían una calidez que la sorprendió. El joven sonrió ligeramente al notar su sorpresa y se presentó.- Disculpa si te asusté. Mi nombre es Rafael Montenegro. -dijo, extendiéndole la mano con naturalidad.Valeria, aún un poco desconcertada, tomó su mano y le devolvió una sonrisa tímida.- No te preocupes, solo estaba... -dudó un momento, a
Sofía se apoyó en el marco de la puerta del cuarto de estudio, observando a su hermana menor, Valeria, que estaba absorta en sus apuntes. El silencio entre ellas se alargó por unos instantes antes de que Sofía decidiera romperlo.- Valeria, ¿podemos hablar un momento? -su voz sonaba calmada, pero había una seriedad en su tono que no pasaba desapercibida.Valeria levantó la mirada, sorprendida por el tono de su hermana mayor.- Claro, Sofi. ¿Qué pasa? -dijo, dejando a un lado el lápiz que sostenía.Sofía respiró hondo, tratando de elegir bien sus palabras.- No quiero que me malinterpretes, pero… no confíes tanto en Rafael. -dijo, con los ojos fijos en los de Valeria. - Apenas lo conoces y es bastante mayor que tú. Tú solo tienes 17 años, y él… él tiene ¿Cuánto? ¿27 años?Valeria frunció el ceño, sintiendo una mezcla de incomodidad y molestia.- Sofía, no exageres. Rafael es una buena persona. Me ha estado ayudando con mis estudios, y… no sé, me cae bien. -replicó Valeria, cruzando lo
La luz dorada de la tarde entraba suavemente por las grandes ventanas del cuarto de Julián Álvarez. Diego y María estaban sentados en unos cómodos sillones de cuero, sumidos en una conversación seria mientras observaban a su hijo Julián, que permanecía en la cama, aún adolorido por los golpes de la noche anterior.- Julián, esto no fue un simple robo. -dijo Diego, frunciendo el ceño. -Tenemos razones para creer que esto fue un ajuste de cuentas. Algo relacionado con... viejos enemigos.María asintió, preocupada, mientras observaba a su hijo con ojos que reflejaban el miedo de una madre.- Diego tiene razón. Hemos notado ciertos movimientos extraños últimamente. -añadió ella. - ¿Estás seguro de que no viste nada sospechoso esa noche?Julián negó con la cabeza, incómodo.- No, ya les dije. Me atacaron por sorpresa. No creo que hayan sido simples ladrones. Tenían una intención clara. Si no hubiese sido por Mateo, no sé qué habría pasado.- Precisamente por eso queremos conocer a ese much
Sofía se levantó de la cama lentamente, el sol filtrándose a través de las cortinas. Sus ojos se ajustaron a la luz, y por un momento, se quedó acostada mirando el techo, recordando lo que le esperaba ese día. Con un suspiro profundo, decidió levantarse y tomar un baño para despejarse.El agua caliente la relajó, aunque en su mente aún rondaban los pensamientos de la cena de la noche anterior. Mientras el vapor llenaba el baño, Sofía trató de apartar la imagen de su madre, Isabella, insistiendo en que visitara a Julián. Sabía que la presión de su familia, sobre todo por su situación económica, estaba detrás de esa insistencia. Pero, al menos por hoy, decidió no darle más vueltas.Salió del baño, se envolvió en una toalla y, después de vestirse, bajó las escaleras para desayunar. Isabella ya estaba en la cocina, sirviendo el desayuno, como si todo fuera perfectamente normal.—Buenos días, hija —dijo su madre con una sonrisa—. ¿Has decidido si irás a ver a Julián hoy?Sofía suspiró mien
Sofía cerró la puerta detrás de ella, respirando profundamente mientras se preparaba mentalmente para lo que venía. Había esperado este día con una mezcla de nervios y emoción, pero ahora que estaba fuera de su casa, se sentía más tranquila. La idea de pasar tiempo con Mateo la llenaba de un sentimiento cálido que no había experimentado en mucho tiempo. Bajó las escaleras de la entrada y empezó a caminar hacia el parque donde habían acordado encontrarse.Mientras tanto, en otro punto de la ciudad, Julián, completamente recuperado de sus heridas, se miraba al espejo. Sus ojos mostraban determinación. Hoy, más que nunca, sentía la necesidad de ver a Sofía, de convencerla de que él era el hombre adecuado para ella. Aún recordaba la incomodidad de su visita, pero no la consideraba un rechazo definitivo. Sabía que tenía que hacer algo más para ganar su atención. Con una rápida mirada a su reflejo, se ajustó el cuello de la camisa y se dispuso a salir de su casa. Estaba decidido a ir a la c
El día fue perfecto para Sofía y Mateo. Pasearon por las calles, entre risas y charlas que fluían con naturalidad. Ambos parecían disfrutar de la compañía del otro sin que nada interrumpiera el momento. Al pasar por una heladería, Mateo la sorprendió invitándola a un helado. Mientras caminaban por el parque, el sol empezaba a descender lentamente, cubriendo la ciudad con tonos cálidos del atardecer.Finalmente, en un rincón tranquilo del parque, Mateo tomó valor. Sofía lo observaba con una mezcla de curiosidad y nerviosismo.—Sofía...—dijo él, con una intensidad en su mirada—, desde la fiesta no he dejado de pensar en ti. No puedo sacarte de mi mente, y cada vez que te veo, esos sentimientos crecen. Quería decírtelo hoy... que me gustas mucho.Sofía, impactada y sin saber cómo reaccionar, sintió su corazón acelerarse. Sus manos temblaban ligeramente, pero antes de poder responder, Mateo se acercó lentamente y la besó. Sofía, aunque sorprendida, no lo rechazó, y dejó que ese momento pa
Mateo se quedó en silencio, observando el suelo de la habitación de Luciana mientras su mente buscaba las palabras correctas. No quería lastimarla, pero tampoco podía mentirle. Sabía que lo que iba a decirle iba a ser doloroso, y por un instante pensó que quizás sería mejor no decir nada. Sin embargo, la verdad pesaba demasiado.- Luciana… -comenzó en voz baja, levantando la mirada para encontrarse con los ojos aún húmedos de su amiga. - Tú eres muy importante para mí, lo sabes. Hemos compartido tantos momentos desde que éramos niños, pero… no puedo corresponderte de la manera en que deseas. Lo siento, de verdad lo siento. Pero no quiero perderte como amiga. Eres alguien que siempre ha estado en mi vida y quiero que sigas estando.Luciana lo miraba en silencio, el peso de sus palabras cayendo sobre ella como una losa. Su pecho se oprimió y, sin saber cómo reaccionar, dejó que las lágrimas volvieran a correr por sus mejillas. Esta vez, no solo eran lágrimas de tristeza, sino también de