Mateo se quedó en silencio, observando el suelo de la habitación de Luciana mientras su mente buscaba las palabras correctas. No quería lastimarla, pero tampoco podía mentirle. Sabía que lo que iba a decirle iba a ser doloroso, y por un instante pensó que quizás sería mejor no decir nada. Sin embargo, la verdad pesaba demasiado.- Luciana… -comenzó en voz baja, levantando la mirada para encontrarse con los ojos aún húmedos de su amiga. - Tú eres muy importante para mí, lo sabes. Hemos compartido tantos momentos desde que éramos niños, pero… no puedo corresponderte de la manera en que deseas. Lo siento, de verdad lo siento. Pero no quiero perderte como amiga. Eres alguien que siempre ha estado en mi vida y quiero que sigas estando.Luciana lo miraba en silencio, el peso de sus palabras cayendo sobre ella como una losa. Su pecho se oprimió y, sin saber cómo reaccionar, dejó que las lágrimas volvieran a correr por sus mejillas. Esta vez, no solo eran lágrimas de tristeza, sino también de
Sofía se despertó con una sonrisa que no podía ocultar. Había soñado con Mateo y la cita que habían compartido, y aunque no había aceptado ser su novia, el solo hecho de saber que él estaba enamorado de ella la llenaba de emoción. Sentía su corazón brincar de alegría al recordar cada momento que pasaron juntos.Al girarse para tomar su teléfono, vio que tenía un mensaje de Mateo. Al leerlo, su sonrisa se amplió aún más: "Buenos días, Sofía. No puedo dejar de pensar en ti." Esos simples mensajes de él lograban iluminarle el día por completo. Contestó rápidamente con algo sencillo, pero sincero: "Buenos días, Mateo. Yo tampoco dejo de pensar en ti." Su corazón latía más rápido mientras le respondía.Después de enviar el mensaje, Sofía se metió a la ducha, dejando que el agua tibia relajara su cuerpo mientras seguía sonriendo. Tras vestirse, bajó a la cocina para desayunar, donde la tensión se sentía desde el primer momento. Isabella estaba claramente molesta, reclamándole a Valeria.- ¿
Mateo había enviado el mensaje a Sofía con una sonrisa en el rostro, recordando lo bien que había sido la cita. Decidido a cumplir con su promesa de visitar a Julián, se preparó rápidamente y salió de su casa, caminando hacia la mansión Álvarez. Durante el trayecto, su mente divagaba entre los recuerdos de su tiempo con Sofía y la inquietud de cómo sería la conversación con Julián. Quería distraerse de lo ocurrido con Luciana la noche anterior, y pensó que ver a Julián sería una buena manera de alejarse de todo.Al llegar a la entrada de la enorme mansión Álvarez, Mateo se encontró con dos guardias que lo miraron con seriedad, bloqueando el paso.—Buenos días —dijo Mateo con cortesía—. Vengo a ver a Julián Álvarez. Él me invitó.Los guardias se miraron entre sí, sin moverse.—Lo siento, pero no tenemos ninguna instrucción de dejar pasar a nadie sin previa autorización —dijo uno de ellos—. Espere aquí un momento.Mateo sintió cómo el ambiente se volvía un poco tenso, pero decidió mante
María, con su habitual amabilidad, le ofreció a Mateo quedarse hasta que Julián regresara.—Si no tienes problemas en esperar, Mateo, siéntete libre de quedarte. No debe tardar mucho en llegar.Mateo, aún sintiendo el peso de la tensión anterior pero reconfortado por la hospitalidad de María, aceptó con una sonrisa.—No es ningún problema, señora Álvarez, estaré encantado de esperar.María le sonrió y luego se giró hacia Diego, indicándole que la acompañara fuera de la sala. Cuando llegaron a una parte más privada de la mansión, el rostro amable de María cambió a uno más serio.—Diego, ¿qué crees que estás haciendo? —comenzó María, su tono firme pero bajo para que Mateo no la escuchara—. Este muchacho ha salvado la vida de nuestro único hijo y en lugar de agradecerle debidamente, lo sometes a un interrogatorio como si fuera un criminal.Diego, aún con su semblante duro, intentó defenderse.—No me malinterpretes, María, estoy agradecido. Pero no podemos confiar ciegamente en alguien qu
En la mansión Álvarez, las horas habían pasado lentamente para Mateo, quien ya se encontraba visiblemente cansado. Había esperado durante mucho tiempo, bebiéndose cuatro tazas de café mientras los padres de Julián se habían retirado para atender otros asuntos. La espera prolongada y el hecho de que Julián aún no apareciera comenzaban a agotar la paciencia de Mateo. Finalmente, decidió que ya era hora de irse.Justo cuando se puso de pie para retirarse, la puerta se abrió, y ahí estaba Julián, entrando con su acostumbrada energía. Al ver a Mateo, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras se acercaba rápidamente para saludarlo.—¡Mateo! ¡Al fin nos vemos! —exclamó Julián, dándole un fuerte abrazo.Mateo sonrió de vuelta, devolviendo el gesto de su amigo.—Te estaba esperando desde hace rato, pensé que nunca aparecerías —bromeó Mateo, pero se notaba que ya estaba algo agotado.—Perdona por la espera, tuve un día largo —se disculpó Julián, y luego, con un tono más serio, añadió—. Pero o
Julián y Mateo caminaron hacia el despacho de Diego, las sombras del atardecer ya alargándose por los pasillos de la mansión Álvarez. Julián, ansioso por ayudar a su amigo, tenía una misión clara en mente. Al llegar a la puerta del despacho, la abrió sin dudar, encontrando a su padre sentado tras un imponente escritorio de caoba. Diego, al verlos entrar, levantó la mirada, ya intuyendo lo que su hijo le iba a pedir.—Papá, quiero pedirte un favor —dijo Julián mientras tomaba asiento—. Mateo necesita trabajo, y pensé que podrías ayudarlo a conseguir uno en la empresa.Diego se quedó en silencio por unos segundos, asimilando las palabras de su hijo. La expresión en su rostro cambió de inmediato, mostrando una mezcla de desilusión y frustración. Ya había previsto que algo así podría suceder. Aunque Mateo le había asegurado que no esperaba nada a cambio por haber ayudado a Julián, Diego no podía evitar pensar que este era el verdadero propósito del joven. Sin embargo, antes de que pudiera
Sofía estaba recostada en su cama, mirando el techo y dándole vueltas a la discusión que había tenido con su madre. Las palabras de Isabella, sobre la presión para casarse con Julián y el destino de la familia, seguían martillando en su mente, llenándola de un malestar que no lograba sacudirse. Justo en ese momento, su teléfono vibró con un nuevo mensaje. Al verlo, su corazón dio un pequeño brinco. Era de Mateo.El mensaje estaba cargado de cariño, con esas palabras dulces que Mateo siempre encontraba para hacerla sonreír. Sin embargo, esta vez, junto con los detalles románticos, le pedía otra cita para el fin de semana. Sus ojos brillaron al leerlo, como si todo el peso de las tensiones familiares se desvaneciera por un instante. Pero luego, una nube de preocupación volvió a oscurecer su expresión.Ese mismo fin de semana ya había hecho planes con Julián. No quería lastimar a nadie, ni crear más problemas entre su familia y la de Julián, pero sus sentimientos por Mateo eran reales y
Sofía se quedó mirando su teléfono después de enviar el mensaje a Mateo, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Había dado el primer paso hacia lo que realmente quería, pero las dudas seguían presentes. Camila, quien aún estaba a su lado, notó la expresión pensativa de su amiga.—Hiciste lo correcto, Sofí. Aunque sé que es difícil, a veces lo que más tememos es lo que más necesitamos.Sofía asintió, aunque sus pensamientos seguían mezclados. No podía dejar de pensar en la reacción de su madre cuando descubriera lo que estaba haciendo. Camila, viendo su preocupación, decidió cambiar el tema para relajar el ambiente.— ¿Y qué hay de Julián? —preguntó Camila—. ¿Le has dicho algo sobre lo que sientes? Porque tarde o temprano tendrás que enfrentarlo.Sofía suspiró profundamente y se dejó caer en la cama.—No, no le he dicho nada. Y no sé cómo lo haré. Julián es un buen chico, pero yo no lo amo. Ni siquiera quiero estar cerca de él en ese sentido. Y lo peor es que mi madre está obsesion