Reclamos y Pasiones

Julián y Mateo caminaron hacia el despacho de Diego, las sombras del atardecer ya alargándose por los pasillos de la mansión Álvarez. Julián, ansioso por ayudar a su amigo, tenía una misión clara en mente. Al llegar a la puerta del despacho, la abrió sin dudar, encontrando a su padre sentado tras un imponente escritorio de caoba. Diego, al verlos entrar, levantó la mirada, ya intuyendo lo que su hijo le iba a pedir.

—Papá, quiero pedirte un favor —dijo Julián mientras tomaba asiento—. Mateo necesita trabajo, y pensé que podrías ayudarlo a conseguir uno en la empresa.

Diego se quedó en silencio por unos segundos, asimilando las palabras de su hijo. La expresión en su rostro cambió de inmediato, mostrando una mezcla de desilusión y frustración. Ya había previsto que algo así podría suceder. Aunque Mateo le había asegurado que no esperaba nada a cambio por haber ayudado a Julián, Diego no podía evitar pensar que este era el verdadero propósito del joven. Sin embargo, antes de que pudiera
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